Hasta el fin de nuestros días

(2) Seis vidas. Un plazo.

(2) Seis vidas. Un plazo

Ataecina.

Jo-der. Estoy jodida.

Pero si este pirado o pirada piensa que voy a rendirme tan fácil, es que no me conoce lo suficiente.

Antes de cerrar el ordenador, apunto los seis nombres que aparecen en su último párrafo: Themis, Perséfone, Hepu, Anuket, Artemisa y Hefesto. Me dispongo a avisar a todos los afectados uno por uno. No puedo reunirlos a todos juntos porque quebrantaría otra de las reglas.

Todos los altos cargos somos humanos. No como los Ángeles y Demonios que asignamos: ellos son una mezcla entre humanos y una fuerza del Cielo o del Infierno, junto a un elemento altamente secreto que influye en los actos del humano al que se les asigna.

Por eso nuestra identidad es anónima. Cuando surgió esta compañía para equilibrar el bien y el mal, se decidió que lo más seguro era mantener el anonimato, especialmente para quienes compaginan la vida humana con este trabajo. Por si se encontraban en el mundo "real". También por ello está la norma que prohíbe reuniones en conjunto.

Y sí, usamos nombres de dioses de distintas mitologías: griegas, romanas, egipcias, nórdicas... Una rareza del anterior director, Neo.

Yo en cambio, no tengo opción. Debo permanecer siempre en el mundo "medio". Yo conozco a todos los trabajadores. A todos los Ángeles y Demonios. Y, sobre todo, todos los secretos. Es el precio que tengo que pagar.

Ya me había reunido con los cinco primeros. Todos han dicho prácticamente lo mismo: "No renuncies.", "Intentaremos atraparlo antes de los ocho meses.", "Y si no es así... tomaremos las medidas necesarias para expulsarte."

Lo que ellos no saben es que la "expulsión" del director significa su muerte. Así se elimina cualquier posibilidad de que difunda información en el mundo real. Alguien que lo sabe todo... no puede seguir con vida tras su expulsión.

La reunión con Themis ha sido la más larga y complicada. Ella es una de las madres afectadas, pero también es la Delegada de la facción de los Ángeles. Conoce a todos los Ángeles de su facción, tanto Asignados o No Asignados.. Me ha pedido una y otra vez saber quiénes son los AyD de su hija. Pero es que no puedo decírselo...

Llamo a Hefesto, el último al que debo informar. Cinco minutos después, toca la puerta de mi despacho.

—Adelante, Hefesto —Él entra y cierra la puerta, encaminándose hacia una de las butacas frente a mi escritorio—. No sé muy bien cómo decírtelo y mira que eres el sexto y último al que se lo voy a decir —empiezo, mientras él me mira esperando que aclare su confusión—. Hace un par de horas han hackeado el sistema principal de la sede —Abre los ojos, sorprendido—. Sí, sé que eso no ha ocurrido nunca. Pero ha pasado...

Le explico cómo ha empezado todo, cómo saltaron las notificaciones y la cuenta atrás que apareció en mi ordenador que ya está en marcha. Giro la pantalla para que lea el mismo mensaje que me dejó el Desconocido y su confusión es aún mayor.

—Eso no puede ser —sentencia con el ceño fruncido—. Yo no soy padre.

Ahora la confundida soy yo.

—¿Cómo? He preguntado a los otros compañeros y compañeras que se han visto involucrados y me han confirmado que sí que son padres. Hefesto, esto no está en contra de las normas, no conmigo. Esto es algo muy serio...

—Ya le he dicho que eso está mal. Yo no tengo hijos.

—Hefes... —Me interrumpe.

—Estoy soltero, Ataecina —dice seriamente—. Le aseguro que se han confundido, ¿no hay otro Hefesto aquí?

Niego varias veces.

—Pues eso está mal.

—Está bien... Yo... No sé... Esto es lo que me ha mandado el Desconocido. Bueno... puedes ir a tu puesto nuevamente... —digo apoyándome en el respaldo de la silla.

Él se levanta y se dirige a la puerta, pero antes de irse, vuelve a girarse hacia mí.

—Ataecina, no dimitas. Aguanta hasta que lo resolvamos, porque lo encontraremos. No te preocupes.

Aunque sus palabras intentan tranquilizarme, no puedo evitar preocuparme.

Hay seis vidas en peligro.

Mentira, siete.

O las suyas.

O la mía.

♔♚

Clara Martín.

Quince minutos antes del apagón.

Cierro la puerta de la habitación de mi hermano al comprobar que sigue durmiendo y me dirijo a la mía, cerrándola tras de mí.

—¿Ya está dormido? —pregunta Cristina sentada en el suelo, camuflada entre cojines y mantas que hemos colocado en el suelo a los pies de la cama.

—Si, hoy no ha costado tanto como otros días —digo, sentándome a su lado y cubriéndome con las mil mantas que hay—. Cristina, sé que hace frío, pero estas mantas me van a acabar asfixiando. ¿No podemos quitar una?

La miro suplicante. Ella niega varias veces sonriendo de oreja a oreja.

—Está bien, pero si me muero por asfixia, que conste que fue culpa tuya. Cargarás con haber dejado morir a tu mejor amiga por culpa de TU frío —la señalo y ella solo se ríe.

—¿Qué vamos a ver? —pregunta mientras pasa películas de Disney con el mando—. A mi hoy no me apetece ver una de dibujos. ¿A ti?

—Me da igual —respondo, soltando un suspiro agotada.

—¿Puedes decidir alguna vez algo? Siempre me toca a mi escoger —dice poniendo un puchero.

—Es que me da igual —digo alzando los hombros—. ¿Miramos a ver si hay algo que nos pueda gustar en HBO?

—Vale.

Sale de Disney + y entra en HBO. Empieza a saltar las películas que sabía que no nos gustaría a ninguna de las dos o que ya hemos visto, cuando mi móvil empezó a sonar: Mateo.

Deberías colgarle. No se merece que hables con él.

—¿Mateo otra vez? —pregunta mi amiga sin apartar la mirada de la televisión.

Asiento, cojo el móvil y cuelgo.

—¿No habéis vuelto a hablar desde que lo dejasteis? —pregunta, ahora sí girándose hacia mí. Niego con la cabeza.

—No, no quiero hablar con él. Ya le dejé clara mi opinión al respecto y que no iba a perdonarlo. Pero sigue insistiendo... ¿para qué? Ya está todo más que dicho.




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