Hasta el fin de nuestros días

(5) El corazón del sistema... o eso dicen

(5) El corazón del sistema... o eso dicen

Enzo Engel.

Veinte minutos después, llegamos al callejón que nos lleva a la Sede de AyD de toda España. Los portales para llegar a la sede suelen estar en zonas poco transitadas para que los humanos no vean los accesos. Aunque para ellos no seamos visibles y, por ende, los portales tampoco, hay que ser precavidos. Y parece ser que mucho más ahora.

Escuchamos unos ladridos a la lejanía poco antes de llegar al cartel que ocupa toda la pared. El cartel es una lona que está atada con unas cuerdas al techo del edificio y que cae hasta el suelo de la marca Cola-Cao. Darío levanta la lona desde un lado y abrimos la puerta que hay tras esta.

Frente a nosotros aparece un túnel circular con luces blancas que se iluminan al poner un pie en él. Ambos andamos por ese pasillo tan cotidiano y al final llegamos a una sala circular de donde salen túneles de diferentes ciudades de España. En cada túnel hay una cartel luminoso sobre este con el destino al que te lleva: Barcelona, Sevilla, Bilbao, Jaén, Valencia, Granada... o Madrid, como en nuestro caso. A excepción de una que pone: Sede Central Española - Sala de recepción.

Los accesos a AyD están repartidos por todo el mundo; pero las sedes de cada país no se saben dónde están. Los accesos son como portales que te llevan directamente a la sede. Según lo que nos han contado, cuando todo esto empezó había muy pocas sedes en todo el mundo; pero hoy día, hay prácticamente una por país.

Antes de que Clara activara el modo AyD, Darío y yo vivíamos en Alemania, donde ella nació, pero al activarlo vinimos a España para cuidarla y protegerla de sus decisiones. Ahí fue cuando conocimos a Ataecina, la directora de AyD España; a Odín, el delegado de los Demonios; a Themis, la delegada de los Ángeles, mi facción; y a los demás Ángeles y Demonios de la Sede Española.

Llegamos al final de la sala y atravesamos la puerta de recepción que se abre automáticamente. Es una sala bastante simple: paredes verdes claras, algunos cuadros minimalistas, unas sillas con una mesa a juego a un lado de la sala con unas revistas perfectamente colocadas y una puerta bastante grande al otro lado de la sala que sobre esta pone: Sala de reunión. La única diferencia con las salas de recepción "normales" es que en esta hay dos conductos de dos colores, blanco y rojo, que descienden desde el techo y acaban en la mesa de detrás del mostrador.

Ahí vemos a Annie como siempre tras el mostrador y nos mira sonriente. Annie es una Ángel No Asignada. Los Ángeles y Demonios No Asignados deben contribuir en las tareas para mantener y cuidar la sede; ya que aquí no pueden haber humanos para evitar difamaciones en el mundo de los humanos, o algo así me comentó un Demonio un día en la cafetería.

—¡Hola, chicos! —nos saludó felizmente Annie.

—Hola, Annie —dijimos los dos mientras nos acercábamos a donde ella estaba.

—¿Qué tal? ¿Un día duro? Porque el mío sí, como ya sabéis ha sido 29 de febrero y ya sabéis lo que significa —dice y nosotros asentimos—. Pues he tenido que salir para intentar enmendar el destrozo que hacían los energúmenos de los Demonios —Darío le mira frunciendo el ceño—. Darío, sé que eres un Demonio, pero joder, no sabéis lo que han hecho los No Asignados. Los Ángeles no dábamos para basto, pero menos mal que ya ha terminado el día —añade suspirando mientras se gira y toquetea el monitor.

Se escucha un zumbido por los conductos y después un sonido agudo de aviso. Annie se acerca a los conductos y abre las dos pestañas que tienen estos y saca un vaso de cada uno. El vaso blanco me lo da a mi y el rojo se lo da a Darío. Antes de irnos hacia la sala de reunión, le damos las gracias.

Traspasamos la puerta y escuchamos la misma jauría de siempre. Es una sala bastante amplia decorada de miles de colores y ahí vemos a Ángeles y Demonios de toda España, Asignados y No Asignados. Al ser más de las doce, y por lo tanto, uno de marzo, ya han vuelto todos los No Asignados y ya ha terminado su día de gloria.

Cada cuatro años, el 29 de febrero, se les deja a todos los No Asignados, salir al mundo real, "El día de los Ángeles y Demonios Enjaulados" se le llama. Deberían de aprovechar para ver el mundo, la vida de los humanos y más cosas "positivas", pero no es lo que ocurre. Los Demonios se encargan de hacer trastadas por el mundo de los humanos, mientras que los Ángeles intentan resolverlo. Es un día difícil, para nosotros, para los Demonios no tanto.

—No te tomes lo del vaso —me susurra Darío.

—¿Cómo? Pero si es lo de siempre —le reprocho.

Ambos caminamos hacia la izquierda que es donde está la zona de la cafetería y vemos a unos cuarenta AyD sentados en las mesas charlando y riendo. Nos acercamos a una de las mesas de la cafetería donde hay botellas de agua y vasos de plástico, y sirve dos vasos. Darío se gira hacia mí y me tiende uno de los vasos.

—Tú hazme caso. Coge las pastillas, haz como que te las tomas y las guardas en tu bolsillo.

—¿Pero por q...? —me callo en el momento en que se acerca Mason, un amigo de Darío.

—Eh tíos, ¿qué hacéis aquí? —Darío y yo nos miramos con urgencia y antes de que hablásemos, Mason vuelve a intervenir— ¿Queréis tomaros ya las píldoras y venir? Os estamos esperando en la mesa con estos. Ni que fuera la primera vez que os las tomáis.

—Sí, sí. Es que estábamos hablando sobre nuestro humano... Ya sabes... —digo dándole a entender que debe irse.

—¡Ah! Sí, perdona. Confidencialidad, privacidad y todas esas mierdas —alza los brazos enseñando sus palmas—. Vale, pues os dejo. Pero pasaros un rato si queréis —mira a Darío y le da un codazo suave—. Charlotte está ahí.

Empieza a alejarse de nosotros caminando de espaldas mientras nos mira y levanta las cejas repetidas veces.

—Ya me has quitado las ganas de ir —le grita Darío y Mason se ríe. Este se gira y se va a una de las últimas mesas de la cafetería que está a la otra punta de la sala—. Enzo, hazme caso. Es muy raro que todo el mundo esté tan tranquilo y no hablen sobre que sus... ya sabes...




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