Hasta el final

2. La embarcación

La marea es perfecta, nada perturba las aguas por el momento. El viento desacomoda las hebras sueltas alrededor de mi trenza mas, no es problema, porque hoy está a nuestro favor, todo se acomoda para que mi objetivo sea cumplido.

—¿Ningún avistamiento?

Desde mi lugar, visualizo la cicatriz que porta en su pómulo derecho. También en todo el brazo del mismo lado, aunque la mitad de su manga lo cubra.

—Nada por el momento —dice sin bajar el catalejo. Vuelvo la vista al frente para centrarme.

—Bien. Por lo visto estos hombres aún sirven de algo.

Guarda silencio. Para su mala suerte, lo conozco lo suficientemente bien.

—Dime qué sucede.

—¿Disculpe? —Finge no comprender.

—No tengo paciencia Kosevic. Habla.

Suspira y guarda el telescopio en su cinturón, pero no quita la vista del horizonte.

—No piense que la contradigo su majestad, solo creo que no ha meditado este plan tanto como debería.

—¿Eso piensas?

—Hace dos semanas escuchó como sus secuestradores hablaban de unas embarcaciones provenientes de Zaveria, lugar en que reina un hombre que la odia tanto como usted, ¿por qué él querría ayudar a su gente, reina Yvett?

Sus preocupaciones tienen sentido y aunque su desconfianza también es comprensible, yo no dudo de este plan.

—Está claro lo que busca ¿no lo notas?

—¿Qué cosa? —Me lanza una mirada desorientada. Suspiro.

—Tedric quiere ganarse a mi gente. Es un imbécil, pero inteligente. Regalándoles lo que yo les niego, lo adorarán, y así será más sencillo para él destronarme o incluso algo peor.

—Tiene sentido —alega pensativo—. Pero entonces ¿qué hará cuando consiga entrar a Zaveria? Él va a expulsarla de inmediato.

—Tranquilo, de esa parte me encargo yo. Te aseguro que una vez allí dentro, ni cien hombres lobos conseguirán sacarme.

Asiente y continúa con su vigía. Desde la cofa, nos aseguramos de que ninguna serpiente de veinte metros derribe mi barco. Tengo otros más resistentes, pero al ser una misión riesgosa y encubierta, no quería que sufrieran daños. El océano Salbel está infestado con esas bestias, sin embargo, hay zonas con menor cantidad. Son majestuosas pero imponentes; sus cabezas alargadas con fauces repletas de dientes afilados, la piel de escamas tan duras como papel de esmeril, capaz de raspar y desgastar cualquier superficie que tocan. En el lomo tienen una aleta dorsal dentada que se extiende desde la cabeza hasta la cola y las caracteriza un color oscuro entre el negro y verde esmeralda que, en ocaciones, parece hacerlas brillar. No son fanáticas de la carne humana, pero si sienten la mínima señal de peligro, devorarán hasta la más pequeña astilla de esta embarcación.

—Allí está —Señala al barco sin la bandera de tres espadas que debería de llevar al ser de Zaveria.

—Despeguen las velas, todos a cubierta, ¡de prisa! —ordeno en gritos y bajo de mi lugar. Me dirijo a la orilla del barco, no digo nada hasta que nos acercamos al enemigo, hay demasiado silencio de aquel lado. Luego de izar las velas, todos mis combatientes están en posición, al menos son veintitrés esperando mi siguiente demanda. Hoy no llevo ninguno de mis vestidos ostentosos, no me sirven en comodidad para lo que haremos. En su lugar, me he puesto una camisa blanca con chaqueta y pantalones de cuero, botas altas y un cinturón equipado con dos espadas. Claro que nunca olvido mi cuchillo, por hoy, escondido en las botas.

—Solo un poco más —murmuro. La neblina cubre parte de aquel buque, todos permanecen en defensiva mientras me observan trepar a la proa con la esperanza de ver movimientos desde allí.

—Su majestad, no creo que…

—Cierra la boca —silencio a uno de los hombres. Escalo los cabos con agilidad, todos aquí saben que me he entrenado desde pequeña para saber luchar en un combate cuerpo a cuerpo, sujeto una de las cuerdas que cuelga y luego me dirijo a ellos.

—Señores, quiero que ahora mismo se lancen hacia el barco vecino y asesinen a cada tripulante presente, excepto a uno, que nos servirá como rehén. No quiero preguntas, no quiero dudas, quiero que hagan bien su trabajo y luego serán premiados ¿he sido clara? —mis exclamos generan eco en medio del océano.

—¡Si, reina Roskel! —responden al unísono.

—Entonces, ¡al ataque!

Me balanceo en la cuerda hasta caer de cuclillas en la cubierta del otro bajel levantando polvo, desenvaino mi espada con una sonrisa de lado. Todos los demás han caído dentro a la perfección.

—Unos por babor, otros por estribor ¡vamos, vamos!

Obedecen de inmediato. Yo no tardo en avanzar ansiosa.

—No se escondan. No queremos hacerles daño —bramo antes de recorrer trotando cada espacio. Los hombres se mueven sincronizados, tiran barriles, patean cubetas, y rompen madera buscando a los navegantes enemigos con afán.

—¡Salgan de donde quiera que estén con las manos en alto! —pronuncia Kosevic.

Corro de un extremo al otro, de proa a popa, no hay tantos lugares para esconderse, es un navío promedio, ¿en donde están? Un par de mis guerreros salen de la bodega con las manos vacías.

—¿Nada?

Niegan intimidados por mi tono. ¿Cómo diablos puede el barco desconocido, que salió de mi puerto, estar vacío? Alguien tiene que haberlo traído ¿o lo han dejado varado? ¿Es a voluntad? Nada encaja. La mano que sostiene mi espada, tiembla por cumplir con su propósito.

—No lo entiendo.

—Tal vez no estamos en el barco correcto —sugiere Kosevic llegando a mi lado.

—Si que lo es. Estoy segura.

La parte trasera, la madera vieja pero resistente, el cañón pequeño, el terrible diseño, todo indica que es el mismo que zarpó desde Vogoryn, por lo que intercambiamos miradas sin saber qué hacer. Estoy a punto de ordenar que revisemos por segunda ocasión, cuando un sonido estruendoso nos sacude.

—¡El barco está explotando! —Avisan alborotados.

—¡Hombre al agua!

Pasa en menos de un segundo. La parte trasera se esparce destrozada y dos hombres caen al agua. Mierda. El ruido puede atraer a las serpientes.



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En el texto hay: tension, enemiestolover, slow burn

Editado: 19.06.2025

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