Ayer por la mañana, he enviado hacia el pueblo a Kosevic para hablar con Esmond. Necesitaba confirmar si es un traidor o no. Él asegura que jamás le dijeron que lo del barco era una trampa para poder matarme, empero ni arrastrándose pudo convencer a mi escolta, quien llegó a herir uno de sus antebrazos con el filo de su arma. Sin embargo, al momento de amenazar con asesinar a sus hijos, supo que decía la verdad, pues el pánico lo cegó, y aún así, juraba ser inocente. Por lo general, la familia es el punto de quiebre en las personas, mi escolta es un profesional en interrogatorios y solo confío en su palabra, por lo que Esmond vivirá un tiempo más. Nuestra teoría es que sospechaban de él y por eso no le contaron el plan de respaldo, me pregunto si alguien más comienza a desconfiar de su lealtad con el pueblo.
En el resto del día de ayer, Tedric se dedicó a ayudar con la búsqueda de Trey sin conseguir buenos resultados. Apenas ha dejado que mis hombres investiguen a su manera gracias a la patética insistencia en ser civilizados y no herir o amenazar a nadie. Edgar no se le despega como buen guardaespaldas, aumentando mi impaciencia; no he dormido durante toda la noche para garantizar que esta situación se modifique lo antes posible.
—Algunas personas vieron a un hombre con su descripción entrando en el bosque Muerto —le informo al rey desde la comodidad de mi trono. Le hago una seña a mi sirviente para que coloque en mi boca otra uva, su sabor dulce invade mi paladar y cierro los párpados.
—¿Al bosque Muerto? ¿Por qué se arriesgaría a entrar en un lugar sin animales ni plantas para poder sobrevivir? —Es más un “no le creo” que una pregunta. Me percato de que sabe con exactitud a qué lugar me refiero. Supongo que disimular las condiciones de un bosque que se encuentra tan cercano a mi castillo, es imposible.
—Rey Whitam —Suspiro—. No tengo idea de la razón para eso. Si prefiere creer que mis palabras son una farsa, entonces mande a llamar a sus propios hombres para que busquen al prisionero. Demasiada ayuda le estoy ofreciendo como para que me acuse de embustera.
Ahora comprendo que la razón para tener solo a Edgar y a un cocinero aquí, es porque teme que elimine a alguno de sus soldados. Es demasiado catastrófico si me lo preguntan a mí, pero también admito que precavido, ya que, por supuesto, haré lo que sea necesario para cumplir con mi objetivo. Lo medita antes de volver a hablar con gesto cansino.
—¿Me proporcionaría caballos?
—¿Prefiere meterse usted mismo en ese bosque? No conoce mi territorio, señor. Mis hombres pueden…
—Si no le molesta, prefiero ir yo mismo junto a mi escolta en su búsqueda. Sus soldados ya han hecho más que suficiente con su innecesaria brusquedad —alega pasivo-agresivo—. No nos perderemos, se lo garantizo. Estoy entrenado para saber orientarme a la perfección en cualquier caso hipotético.
Coloca otra uva cerca de mis labios y la recibo.
—Largo —ordeno luego de tragar sin quitarle los ojos de encima al rey, que espera por mi respuesta con paciencia. El hombre hace una reverencia y continúa fregando el piso—. No. No es una molestia, su alteza. Si esa es su decisión, puede adentrarse entre los áridos árboles sin ningún temor. Además, ya ningún cambiaformas habita el lugar.
Aunque no se esperaba que cediera tan rápido, se apresura a decir neutro:
—Es un alivio escucharlo.
—Kosevic —da un paso al frente—. Busca a dos de mis mejores corceles para el rey y el señor Edgar.
Hace contacto visual conmigo antes de inclinarse y bajar los dos escalones de mi trono. Lo siguen por detrás cuando sale por las enormes puertas. No aparto mis ojos de ellas hasta que diez minutos después, vuelven a abrirse.
—¿Todo en orden? —interrogo hacia Kosevic.
—Tal y como planeó, reina Roskel.
Sonrío involuntariamente.
—Perfecto.
*****
—No, Erien. He ordenado seis vestidos dorados. Usted me ha traído cinco y, por si fuera poco, con volados, ¿en qué momento yo mencioné unos espantosos volados? —intento no gritar a causa de la incompetencia del sirviente que debía anotar todo lo que le pedí para luego llevárselo a mi costurero. Esta es una de las desventajas de renovar el personal cada mes, pero lo vale si ellos lo padecen.
—No estoy seguro de cómo pudo ocurrir esta confusión, majestad —balbucea acelerado.
—Baja la mirada.
De inmediato mira sus pies. Toda su anatomía tiembla con desmesura. Es un hombre de unos treinta años o más. Me fascina usar al sexo masculino para estos encargos, siempre cometen errores y es divertido verlos temer por sus vidas. Temerme a mí. Porque sí, tolero sus fallas para encontrar el miedo en sus ojos, en sus gestos. Cuando están entre todo el gentío o en sus hogares tranquilos, manifiestan su odio por todo lo que represento, más cuando los tengo cara a cara, se acobardan como las gallinas que son. Saben que dentro de mi castillo, la reina es quien manda y tiene el poder de decidir sus destinos. Le exijo que vuelva con el costurero para que arregle mi vestimenta y se larga casi corriendo. Cuando estoy a punto de apoyar la espalda en el respaldo de mi trono, las puertas se abren de súbito.
—¡Ayuda! ¡Hombre herido! —Tedric arrastra por la cintura a Edgar, quien se queja adolorido. Espantada, me pongo de pie y avanzo hasta ellos.
—¿Qué ha sucedido?
—¿Podría llamar a un curandero primero? ¿O es mucho pedir? —Fallo en el intento de no tomarme personal su tono brusco. He sido respetada o temida durante toda mi vida. No me acostumbro del todo a la situación con Whitam pero será un placer devolverle cada agravio. Luce agotado, como si lo hubiera cargado por mucho tiempo. Sus vestimentas llevan tierra y mugre.
—Creo que me he esguinzado el pie, su alteza —pronuncia con una mueca hacia el rey. Hago que una de las criadas mande a llamar a mi curandera personal, Lyrian. Kosevic ayuda a Tedric a cargarlo para subir las escaleras hasta su habitación; él también tiene una línea de sangre en la frente, combina bien con el punto rojo que yo dejé en su cuello durante el duelo. La mujer llega de inmediato, le ofrece ayuda al rey para sanar su herida pero este pide que antes atienda a su guardia, por lo tanto, solo acaba dándole un trapo para que lo humedezca en el baño, así limpia un poco la sangre y suciedad en su rostro.