Hasta el último golpe

El Secreto

Isabelle

Un nuevo día. Abro los ojos y me quedo mirando el techo durante unos segundos mientras mi vista se aclara. Mi rostro se siente hinchado y pesado; los párpados me arden por haber llorado. “No puedo creer que haya vuelto a llorar por algo tan tonto como un error”, me digo. Me cubro la cara con las manos, abrumada por la vergüenza. “Debo dejar de pensar en eso y levantarme”. Suspiro profundamente y me obligó a salir de la cama.

Camino al baño para alistarme. Me observo en el espejo y, como todos los días, encuentro mi rostro cansado, los ojos irritados y el cabello desordenado. Abro la llave del agua y me enjuago la cara; luego cepillo mi pelo hasta dejarlo lacio. Cuando termino, voy al clóset y me pongo mi ropa de trabajo: el uniforme básico de chef y mis zapatos negros.

Antes de salir, me miro otra vez en el espejo y me dedico una sonrisa—. Hoy será un buen día.

Voy a la cocina buscando a Jonathan para desayunar con él, pero no está. En su lugar, encuentro un plato de hot cakes y, a un lado, una hoja doblada que llamó mi atención. La tomo y comienzo a leer.

“Hola, amor. Salí a correr, así que dejé preparado tu desayuno. Estaré saliendo a correr por las mañanas, así que no podré llevarte al trabajo, pero dejé las llaves del auto colgadas para que lo uses tú. Mucha suerte en tu día. Te amo.”

Sonrío sin darme cuenta y me siento para desayunar. “Qué extraño, Jonathan no acostumbra correr… Quizá quiere mejorar su salud”, pienso mientras pruebo el primer bocado. Es un desayuno simple, pero él siempre consigue que hasta lo más sencillo tenga un toque especial—. Esto está delicioso —Puedo sentir como mis mejillas se enrojecen por la sensación.

Todavía no entiendo por qué abandonó la gastronomía después de graduarnos.

Al terminar de comer, tomo mi bolso y recojo las llaves que cuelgan de un pequeño gancho de madera. Mientras conducía hacia el trabajo, observó a un grupo de niños entrando a la escuela cercana a casa.

Siento una punzada de ternura. Desde hace tiempo deseo tener hijos, y muchas veces he pensado en decírselo a Jonathan, pero aún no me siento lista. Me asusta la respuesta que pueda darme.

Al estacionar frente al restaurante, me detengo un instante antes de bajar. Respiro hondo, tratando de calmar los nervios. Desde la entrada se escucha el alboroto del lugar; cada paso hacia la cocina se me hace más pesado mientras me preparo mentalmente para otro día lleno de presión. Un escalofrío recorre mi cuerpo al ver a tanta gente moviéndose de un lado a otro. Llevo casi dos años trabajando aquí y sigo sintiendo lo mismo cada vez que entro.

Camino a mi área de trabajo con el estómago encogido; aprieto con fuerza el bolso. Espero hacer un buen trabajo. No puedo permitirme desmoronarme otra vez.

En la entrada de la cocina me espera Jackson, uno de mis compañeros más nuevos. Su pelo rojizo y su mirada arrogante siempre me incomodan, aunque curiosamente es el único que no se ha burlado de mí.

—Señorita Isabelle, buenos días —saluda con su habitual sonrisa cargada de suficiencia, mirándome de pies a cabeza.

—Buenos días, Jackson —respondo con una sonrisa forzada, intentando mantener la compostura, aunque su mirada me eriza la piel—. Bueno… ¿te parece si comenzamos a trabajar?

Él se aparta de la puerta y entra en la cocina; lo sigo.

—Buenos días, señor Dimitri —saludo, intentando sonar natural mientras me coloco el mandil.

—Isabelle —responde con frialdad, apenas levantando la vista de las recetas que revisa—. Espero que estés lista. No soportaré más errores como el del día anterior.

—Sí, señor. Haré mi mejor esfuerzo —digo tratando de que mi voz no tiemble.

Comienzo la jornada ayudando con la preparación de varios platillos. La cocina es un caos constante; el estrés se respira. Jackson y yo nos distribuimos las tareas lo mejor que podemos, aunque sus miradas y comentarios ocasionales me mantienen tensa.

Después de unas horas, el señor Dimitri nos da un descanso. Jackson toma su teléfono y pone una página de deportes. No le presté atención al programa porque no era mi asunto… hasta que algo me llamó la atención. No sé por qué, pero levanté la mirada justo cuando el presentador comenzó a hablar de un boxeador llamado Dylan Harris.

—Este joven boxeador, que apenas inicia su carrera profesional, ya cuenta con dos victorias por nocaut. Un comienzo prometedor…

Miro de reojo la pantalla. Tiene aspecto intimidante, con su expresión dura y la cabeza rapada.

—La próxima prueba en su camino será enfrentarse al novato Jonathan Everhart.

Un nudo se forma en mi garganta. Mi cuerpo entero se congela.

—Esta pelea, programada para el 26 de marzo, marcará el debut de Everhart en el ring. Aunque es un novato, su entrenamiento con el respetado Alexander Knox añade un toque intrigante a la contienda, prometiendo una noche llena de emociones para los aficionados al boxeo.

Al escuchar eso, mis ojos se llenan de lágrimas. Los nervios me invaden con fuerza. Siento cómo la respiración se acelera. Estoy a punto de tener un ataque.

Salí de la cocina y caminé rápidamente al baño. “¿Cómo puede ser? Jonathan peleará… y no me lo dijo. ¿Por qué?



#2994 en Otros
#499 en Acción
#6796 en Novela romántica

En el texto hay: boxeo, accion, romace

Editado: 11.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.