Hasta el Último Latido.

I. Lucas Mendoza.

«Sonido de alarma.»

¡Dios! ¿Tan rápido amaneció ya?—Extendí mi brazo para apagar la alarma. Me sentía tan cansado a pesar de que me he dormido temprano. Era como una de esas veces que sientes que no duermes nada, pero en mi caso yo si he dormido. Es un viernes, y eso me alegra mucho, hoy tengo practica de tenis y no tengo que ir al instituto. Hice el mayor de mis esfuerzos para levantarme de la cama para salir a correr a las 5 a.m. Suelo salir a correr todos los días a las 5 de la mañana para comenzar mi día activo. A esa hora suelo ser el primero en levantarme un viernes por la mañana, mis padres aún duermen y mi hermana Angi, no era la excepción. Me coloque mi ropa para irme a correr, solo faltaba llevar mi termo de agua. Me demoraba solo unos 45 minutos y luego ya estaba en casa otra vez, cuando llegaba me encontraba con mi madre en la cocina preparando el desayuno. Mi madre no permitía que nadie más se acercara a su cocina sin su consentimiento, simplemente, no le gustaba y ya. No sabía por qué no me dejaba entrar en su cocina a prepararme algo o, espera, creo que ya me acuerdo del porqué. Cuando tenía 7 años me quede solo con mi papá en casa, yo tenía mucha hambre y quería comer huevos, así que por miedo a encender la cocina mi mirada se centró en el microondas que la abuela le obsequió a mamá y yo, sabía usar. Así que lleve dos huevos al microondas dentro de una taza de plástico con mucha agua “y qué a cocinar” y todo iba tan bien hasta que el microondas explotó. Sigo pensando que todo fue culpa de mi padre por no darme el cereal cuando se lo pedí, siempre estaba ocupado.

—¡Buenos Días!—dije a un Señor que casi siempre suelo encontrarme en el camino, no suelo ser el chico sociable y extrovertido que me encantaría ser, pero la educación era algo que no podía faltar.

Cuando he llegado a mi parada, sí, al parque, suelo utilizar las maquinarias del “parque del pueblo” por llamarlo así, para hacer un poco de ejercicio. Cuando me sentaba en el banco donde acostumbro a descansar un rato para irme nuevamente a mi casa, solía llegar una anciana, «no tan anciana» que hace el papel de policía. Suele interrogarme de mi vida y a platicarme de la vida de ella. Creo que es una amistad muy linda con esa señora, era muy dulce pero hoy, no ha aparecido. A veces suele tardar 5 minutos como máximo y llegaba, pero esta vez, no llegó. Su nombre es Teresa, es una señora con cabello corto al estilo de los 70 o 80 tal vez, y siempre tiene un olor a nueces. No mentiré al decir que sí me agradaba hablar con personas mayores. Comenzó a sonar mi alarma para avisarme que ya es hora de retornar y volví a correr hacía mi casa. No suelo ser un chico muy interesante pero el amanecer en mi ciudad me hacía sentirme como una especie de escritor o poeta, era como una conexión con la naturaleza, ni yo sabía cómo llamarle, pero me gustaba mirar el cielo.

Salgo a correr para despejar mi mente y escapar de la tortura de mis pensamientos, aunque a veces suele ser inútiles los intentos. Soy muy deprimente en toda su expresión, conozco a muchas personas, pero eso no significa que todas esas personas sean mis amigas. Soy el capitán de Futbol en mi Instituto, por las tardes practico al Tenis, unos de mis deportes favoritos y cuando estoy sobrepensando mucho las cosas, voy a mi lugar seguro llamado Gimnasio. Soy una mezcla de colores opacos, tristes que reflejan la soledad y lo aburrido que soy. No solía ser así pero siempre suceden cosas en nuestras vidas que nos hacen tomar formas que no pensamos que podemos ser.

—¡Hola Madre!

—¡Hola hijo! ¿Cómo te ha ido?—como dije. Ya mi madre estaba en la cocina preparando el desayuno.

—Todo bien.—sonreí.

—¿Quieres desayunar ahora o...?—no la deje terminar de hablar para darle mi respuesta.

—¡No mamá! Primero voy a ducharme y luego bajo a comer. ¿Si?

—Ok, como quieras.—mamá sonrió.

Subí las escaleras del inmenso imperio llamado hogar para llegar a mi habitación y me encontré con mi hermana en el pasillo. Angi es mi única hermana, y para colmo es la mayor. Para ser la hermana mayor, era la cabecilla macabra de toda la familia.

—Huele a perro remojado por aquí.

—¿Quién lo dice?—dije mirándola mal.

—Lo digo yo, ¿o acaso sueles ver a alguien más por aquí aparte de nosotros dos?

—Ah sí, lo dice la chica súper sifrina que desayuna sin lavarse los dientes, ¿ella?—conseguí lo que quería, hacerla enojar.—¿esa es la chica que habla de mi olor que solo ella puede oler?—conseguí hacerla enojar y simplemente me ignoro y se fue, Angi suele ser mi mejor amiga, mi amiga de chismes, mi amiga de travesuras extremas y a veces mi peor enemiga, sin importar que me salía súper caro las veces que le pedía un favor, teníamos una buena relación de hermanos.

Llegué a mi habitación para darme una ducha, me gustaba ducharme con agua fría, no helada, fría. Ya solo faltaban 10 minutos para ser las 7 de la mañana y que Liam se apareciera por la casa. Liam es mi mejor amigo desde el jardín de niños. Justo vive al lado de mi casa y es un hermano más y otro hijo de mis padres, era normal tener a Liam en la casa, aparecía sin invitación y se iba cuando quería sin decir nada, simplemente, Liam.

Juntos jugamos tenis en el centro deportivo de la ciudad, a comparación de mí, él suele ser más extrovertido y hacerse sentir en cualquier lugar donde estuviera. Es el chico que conoce a todo el mundo y todo el mundo lo conoce a él. Liam vivía con su mamá y su abuela, el padre de Liam falleció hace años de una causa que se desconoce al sol de hoy, pero sin importar eso, es un increíble amigo. Espera, no puedo ducharme sin música, hay que desestresarse bien. Me gusta oír a Shawn Mendes. Su música para mí es una curita al corazón. Aparte de ser un chico deportista, suelo tocar la guitarra cuando estoy en mis momentos más depresivos del mundo, pero tiene que ser muy depresivo. Es un sentimiento jodidamente destrozador. Todo esto por un amor fallido, quién salió herido fui yo. No hay peor vergüenza que sentir la responsabilidad de tener fama, pero no la fama de ser guapo, aunque eso no era mi debilidad, sino que tener la fama de ser “El chico engañado” es un poco vergonzoso. Y ahí estaba yo, escuchando Treat you better como si tuviera a quien dedicársela. Era una de mis tops favoritas de las canciones de Shawn Mendes, nadie sabía eso, pero aún confiaba en que más temprano que tarde conocería a mi chica soñada. Sin importar que lucho con la idealización de personas dentro de mi mente. Eso, puede ser un problemita.




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