Hasta el Último Latido.

II. Una Disculpa y un; No te vi.

A la mañana siguiente, mi mente intentaba idear un plan para que Liam le sacara a Juliet el nombre de la chica misteriosa del viernes pasado. Inevitablemente, no podía evitar sentirme un poco como un acosador, pero solo quería saber quién era. Quizás la vería en una foto, o conocería su nombre, o tendría alguna de sus redes sociales, pero jamás le hablaría. Soy pésimo con las chicas; intentar conversar con una era un reto enorme para mí, a veces parecía que sufriera de dislexia. Típico de una persona introvertida, no suelo hablar con nadie más que con Liam, y a veces puedo ser un poco despistado.

Estaba colocándome los zapatos para ir al estudio con mi madre. Tenía un set fotográfico para su nueva colección y yo suelo posar para su ropa. Lo más vergonzoso: modelar en ropa interior para una valla publicitaria, aunque tengo que admitir que me veía muy hot cuando lo hice.

—¡Lucas, ya tenemos que irnos! —gritó mamá al otro lado de la puerta.

—Voy, mamá. —Me miré por última vez en el espejo para ver si me quedaba bien la ropa. A veces, solía sacar toda la ropa del clóset para terminar poniéndome unos jeans claros, mis tenis de costumbre y una camisa de lino que me gusta mucho. Pero esta vez me había puesto un pantalón beige y una camisa azul claro, dejando descubierto un poco el pecho.

Bajé las escaleras y mi madre estaba vestida casi igual que yo, solo que más acorde a su edad: un pantalón de vestir del mismo color del mío, pero con una blusa blanca y zapatillas. Muy raro, mi madre usaba tacones; aunque decía que ya no estaba para ellos, que, si con zapatos normales se le doblaba el tobillo, más rápido sería usando tacones. Solo usaba unos más bajitos.

—¿Podemos irnos? —me preguntó.

—Ajá —fue todo lo que respondí, tomando una botella de agua, mis audífonos y mi teléfono. Era todo lo que necesitaba para distraerme.

—Ok, entonces vámonos. Al auto. —me sonrió mamá.

Salimos de la casa y ya estábamos en camino al estudio de mamá. Aunque no es un estudio como tal, es una casa con un estilo medieval británico o no sé. Solo era un poco retirada de la ciudad, donde mi madre se dedica con su equipo al diseño de sus colecciones; digamos que era su “taller”.

Como de costumbre, me coloqué mis audífonos mientras íbamos en el auto. Estaba nublado, hacía frío, un clima típico de cómo me siento siempre en las noches, y mi madre, hablando por teléfono con Janeth. Janeth es amiga de mi mamá desde la universidad, cuando decidió estudiar diseño. Janeth incluso había cuidado de mí y de mi hermana Angi; solía ser como una tía, parte de la familia.

Mi madre y yo no hablamos en todo el trayecto hacia las afueras de la ciudad, lo que para mí era bueno para poder oír mi playlist más deprimente de la miserable historia de mi vida. Era una combinación de canciones para morir de tristeza extrema, sin importar que no me sintiera triste; solo la escuchaba porque era como un refugio. Es poder oír por otro lo que nunca podré decirle a alguien. Estaba tarareando esa canción llamada Stitches de Shawn Mendes, era una locura de canción. Uno de mis deseos es ir a uno de sus conciertos.

—¡Lucas! —llamó mi madre. No la oí a la primera, ni a la segunda, hasta que su mano me tocó el brazo—. ¡Hijo! Te he llamado dos veces.

—Lo siento, mamá, tenía los audífonos puestos y no te oí.

—No pasa nada. He terminado de hablar con Janeth y me ha dicho si te gustaría modelar la semana que viene. ¿Qué dices? —dijo mamá con una sonrisa en su rostro.

Decirle que «no» a mi mamá no es algo que me hace sentir bien. Aunque me encanta modelar su ropa, hay momentos donde no quería hacer nada. Era una sensación que invadía mi cuerpo como si me atara a quedarme en casa.

—Sí claro, mamá, no hay problema.

—Excelente, entonces cuando llegue le digo y te coordinas con ella con la hora y día. —Asentí con la cabeza—. Sabes, he tenido una grandiosa idea. —La miré fijamente, esperando los detalles—. ¿No vas a preguntar cuál es?

—Estoy esperando a que me la digas, madre.

—¡Oh, oh, ok! Bueno, la idea es abrir unas plazas para admitir nuevas vacantes para chicas que quieran comenzar su carrera en el diseño —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Me parece grandioso, madre, pero ¿cómo piensas hacerlo y por qué?

—Tenía pensado anunciarlo y que la chica interesada lleve tres bocetos de dibujos hechos por ellas mismas. Y si me gustan sus bocetos, las llamaré y les pediré que diseñen el boceto que más me gustó, y así les daré mi respuesta para trabajar conmigo. Aunque no solo será un trabajo, será una formación para que ellas puedan hacerlo por sí solas en un futuro.

—Suena divertido.

—¿Verdad que sí? Claro, aún tengo que esperar a que el comité apruebe el proyecto, pero no puedo evitar fantasear con eso. Lo hago para ayudar, sabes, cuando yo quise trabajar con mis bocetos nadie me apoyó, nadie creyó en mí, y yo solo tenía la certeza de que triunfaría, sin mencionar que había días donde quería rendirme. Pero entendí que cuando más queremos rendirnos, es cuando más debemos ser fuertes, levantarnos, sacudirnos el polvo e ir tras nuestros proyectos. Así que quiero ser esa oportunidad para ayudar a personas que estén en mi condición pasada, pero solo a personas determinadas a persistir y que amen su trabajo.




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