Hasta el Último Latido.

III. Dos Choques, un Destino.

—¡AY NO! ¡AY NO! ¡AY NO! Lo siento, no te vi, salí tan deprisa que me he chocado contigo. ¿Cómo te puedo ayudar? Si quieres te compro otro café por el que acabo de derramar.

Silencio por mi parte.

—¡Hola! ¿Estás bien? —me preguntó la chica al ver que no decía nada.

—¡Ho-ho-hola! —tartamudeé al volver a la tierra—. ¡Hola! Sí, discúlpame por mi torpeza, pero te juro que no te vi. Iba mirando mi teléfono cuando me choqué contigo. ¿No te quemé con el café, verdad? —logré despegar mi mirada de sus ojos brillantes y volví a mi personalidad fría.

—¡No, yo estoy bien! Pero te he derramado el café encima y mira cómo te he dejado por mi culpa. ¡De verdad, pe-perdóname! ¿Qué puedo hacer por ti? —decía tartamudeando e igualmente no despegaba su mirada de mí, como si estuviera hipnotizada con mis labios.

—No importa —recobré la compostura y busqué sonar lo más normal posible para intentar ser "interesante"—. No ha pasado nada grave, solo me he quemado, pero no es gran cosa. Ahora voy al baño y me limpio. De todas formas, mi horario aquí terminó por hoy. ¡No pasa nada!

—No tienes idea de lo avergonzada que estoy. Si puedo hacer algo para remediar mi torpeza, por favor, déjame ayudarte —dijo la chica mirándome fijamente a los ojos. Sin conocer su nombre, ni siquiera saber de dónde había salido, sentía una extraña vibración en el corazón que me hacía sentir bien con ella, como si fuese una parte de mí que no conocía, pero me daba la sensación de que había algo que descubrir. Solo que no estaba dispuesto a eso.

—No, descuida, no tienes por qué. A cualquiera puede pasarle este tipo de accidente, no pasa nada.

—Gracias, pero por lo menos déjame pagarte el café. Es lo más amable que puedo hacer después del desastre que he ocasionado.

—No, descuida. No es necesario —soné lo más firme en mi decisión—. De todas formas, aún me ha… —fui interrumpido cuando un chico mayor que yo, musculoso, del mismo color de piel, ojos y cabello, aunque el de él era más oscuro, justo como de la edad de Angi, se nos acercó y se puso del lado de la chica, lo que me hizo creer que podría ser su novio, aunque tenían los mismos rasgos físicos.

—¿Qué ha pasado? —dijo aquel chico mirándola rápidamente a ella para luego posar su mirada en mí por un largo rato. La verdad, era más corpulento que yo, se podía ver a simple vista que era más pesado, así que solo esperaba que no quisiera intentar pasarse conmigo.

—No ha pasado nada, Sam, todo está bien —dijo la chica perfecta, a lo que yo solo mantuve mi mirada en la de su compañero o lo que sea que eran, para aliviar la mirada inquisidora que me dedicaba en ese momento—. Solo me he chocado con este chico por no mirar por dónde venía, y él estaba mirando su móvil. Entonces, por la prisa que yo llevaba, me he tropezado con él y le he derramado el café encima. Pero no pasa nada, ya lo he arreglado, Sam.

—Bien, no me interesa si lo han arreglado, pero tú deberías mirar por dónde andas. ¿Qué tal si le hubieras derramado el café caliente encima a mi hermana, idiota? Deberías mirar al frente y menos el maldito teléfono cuando caminas. —Solo intentaba pensar que no era conmigo con quien hablaba para no hacer arder esta discusión por lo imbécil que se estaba portando. Al parecer, la chica se avergonzó de tal forma que sus mejillas se tornaron de un color rojo intenso que la hacía ver súper guapísima. Además, el color rojo de sus mejillas llegaba hasta su nariz pequeña.

—Discu… —volví a ser interrumpido cuando Tamara y Liam llegaron, vieron el desastre y me miraron cubierto de café.

—¿Qué te pasó? —dijo Liam mirándome de arriba abajo.

—Me he tropezado con esta chica y me he derramado el café encima por intentar comunicarme con ustedes.

—¿Quiero saber si te ha quedado claro lo que acabo de decirte, imbécil? —me dijo muy rudamente el hermano de aquella chica, de la que seguía sin saber su nombre. Las personas se habían acercado sin disimular, solo por ver que el chico se me había acercado luego de inflarse como un sapo, y sin mencionar que ya no estaba tolerando el nombre de “imbécil”.

—A ver, ¿tú quién te crees? Ni siquiera lo conoces, así que déjate de idioteces. Además, no ha sido algo grave como para ameritar a un abogado o mediador, ¿eres uno? —Tamara permanecía en completo silencio sin decir nada, solo intentaba hacernos mover a otro lugar.

—Tú no te intro… —ya esta maldita y estúpida discusión me estaba llegando al límite, así que decidí acabar con esta estupidez de una vez interrumpiendo al chico de ocho toneladas de músculos.

—Bueno. Bueno. Bueno. ¡Ya basta! Ey, Sam —dije señalándolo con mi mano—. Ya me he disculpado con tu hermana y te agradezco por el consejo, tienes razón. Debo estar más atento por donde camino. ¡Disculpen! —Sin más que decirles, me fui con Tamara y Liam del lugar para intentar limpiarme el café que tenía encima. Ni siquiera me despedí de la chica desconocida, solo me fui y ya, sin ni siquiera darle una última mirada. Su hermano se había comportado muy estúpidamente. No entendí a qué vino todo eso. En mi defensa, yo estaba caminando lento para no llevarme a nadie por delante.

—Qué imbécil aquel. ¿Quién se creía? —dijo Liam.

—N-No lo sé. Lucas, ¿qué fue lo que pasó? —preguntó Tamara.

—Solo me he chocado con la chica, lo que mencioné antes. Eso es lo que ha pasado. Por intentar enviarles un mensaje a ustedes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.