—Estoy enamorada.
—Tú siempre vives enamorada, Angi.
—Es que tengo mucho amor, Lucas.
—Mi nombre es Lucas, no Lukis. Llámame por mi nombre —dije mientras recorríamos los pasillos de la Facultad. Era un día lluvioso y hacía mucho frío por el fuerte viento.
—Deja de ser tan obstinado —comentó irritada.
—Lo analizaremos, pero me vas a decir de quién andas… ¿embobada?
—No me digas así, respétame. Pero su nombre es Sam y estudia Ingeniería.
“¿Me hablará del hermano de la chica del instituto? No creo. Aunque, de ser así, es el tipo de chico que encaja en los gustos de Angi.”
—Aparte de estudiar Ingeniería, le gusta el fútbol americano y es musculoso. No tanto, más o menos. —La miré, y ella entendió mi mirada, que era de «¿Eso qué significa?»—. Me refiero a que tiene un buen cuerpo. —La miré otra vez—. Y es lindo.
—Ok, Angi, es tu problema. Te aseguro que no hablas con él, ¿no es así? —La miré y con su mirada supe la respuesta. Era obvio que no le hablaba. Angi era de esperar a que le hablaran a ella, antes que ser la primera. Pero cuando de amor o de esos temas se trataba, yo era el menos indicado para objetar una opinión—. ¿Y por qué no le hablas?
—No puedo. Es muy lindo como para tenerlo de frente y hablarle.
—Qué estúpida eres, Angi. Bueno, al final no me interesa. Me tengo que ir.
—¿Irte a dónde?
—Muy lejos, para no seguir oyendo tus locuras.
—Qué mal hermano eres, Lucas.
—No me interesa. Cuídate, Angi.
Iba camino al gran comedor, que honestamente parecía una plaza. Liam y Tamara me estaban esperando allá. Esta vez intenté estar alerta para no chocar con nadie y que no fuera con la misma chica. Sería el colmo volver a pasar por una situación así. Cuando iba hacia el comedor, me encontré con mi equipo de fútbol. No habíamos tenido práctica porque nuestro entrenador estaba enfermo y yo, como capitán, a la fuerza tenía que tener a un “supervisor” que se encargaría de juzgar mi forma de liderar y ordenar a mi equipo.
Al llegar al comedor se podían ver los diversos grupos de personas. Estaban los raros, los que eran más raros, los de olores exóticos, los que no hacían nada, los que se creían frutas y más variedad. Yo solo saludaba, aunque no conociera a todos, pero ya que todos me conocían por ser el líder del equipo de fútbol y por ser el rostro que representaba el instituto. Yo solo me juntaba con mis dos amigos, Liam y Tamara. Aunque la conocí en el tenis, le tomé mucho cariño, además, ya nos hacía falta el poder femenino en el grupo.
—Creí que no vendrías. Llegas cinco minutos tarde —me señaló Liam.
—¿Ah sí? No estaba pendiente del tiempo, pero lo que importa es que ya estoy aquí.
—Exacto —comentó Tamara.
—He invitado a Juliet con su amiga, pero no creo que venga —esto captó toda mi atención de inmediato.
—¿Qué has invitado a quién? Disculpa, repite de nuevo —dije nervioso, irritado y mucho más. No toleraba estar cerca de la chica misteriosa.
—He invitado a Juliet con la chica que te has llevado por delante, ¿algún problema?
—Sí, sí hay, no solo un problema. Muchos, de hecho —dije con la frente arrugada por levantar mis dos cejas.
—¿Y cuál es el problema que tienes? La chica me cae bien, se ve muy agradable, sin incluir que es guapísima —una sonrisa provocativa salía de sus comisuras.
—En eso estoy de acuerdo con Liam, es una diva. Además, se viste muy bien para la forma en cómo las demás vienen aquí. Me gusta —comentó Tamara.
—¡Gracias, Tamara! —dije con un tono de sarcasmo—. ¡Gracias por tu opinión no requerida!
—¡De nada, Luc! —sonrió.
—Yo necesito saber algo —dijo Liam con los ojos entrecerrados, mirándome, llevando el dedo índice a sus labios—. ¿Te gusta la chica de caderas perfectas? Porque para ponerse así como te pones tú, tiene que haber un motivo, una razón, una... explicación. —Ok, creo que estaba entendiendo el juego a donde Liam quería llevarme.
—Creo que me comienza a despertar el interés a mí también —comentó la traicionera dos.
—No vamos a empezar a crearnos hipótesis estúpidas en nuestras cabezas, aunque una parte de mí me dice que ya se han creado una historia muy... pero muy escalofriante.
—Si no te conociera tan bien diría que intentas evadir de alguna u otra forma tus sentimientos, saboteándote a ti mismo, negándote una verdad. Pero, está bien. Si quieres seguir creyéndote el cuento de que no te gusta, solo créetelo tú o al menos, eso intentas, pero a mí… —se rio—, no me vas a engañar.
—Excelente, yo les puedo contar la verdad solo si tú me dices algo que a mí —hice el mismo gesto que él— me dices la verdad.
—Está bien, aunque yo no te he escondido nada. Pero, ¿qué quieres saber? —dijo con un tono y mirada desafiante.
Liam tenía un secreto, que no me había confesado porque, como era de costumbre, siempre le hacía juegos basados en eso. Solo cuando estábamos los dos. Un golpe que no se esperaba, la única carta que me tocaba apostar.