Hasta la próxima vida

7. Fragmentos de un futuro que no será

NARRA XIAO MEI

El amanecer llegó con una luz suave y difusa, como si el cielo mismo dudara en dar inicio al día. Me senté en la mesa del comedor principal, con un plato humeante de arroz y pescado frente a mí, pero no tenía sabor. A mi derecha estaba él, mi prometido. Su voz sonaba clara y segura, hablando con entusiasmo sobre el futuro, las alianzas, y la gran ceremonia que había comenzado a planear sin consultarme.

Pero yo no lo escuchaba. Mi mente estaba en otro lugar, atrapada en los ecos de la noche anterior.

Recordaba cómo Li entró en mi habitación, su silueta iluminada por la tenue luz de la lámpara, con una expresión contenida. En ese silencio compartido, sentí que se decía todo. Cuando me abrazó, primero con torpeza y luego con una firmeza reconfortante, fue como si algo dentro de mí se rompiera y, al mismo tiempo, se mantuviera en pie. Sentí el calor de su pecho, el roce de su aliento, el peso invisible de sus propios secretos.

Por un instante, al levantar la mirada y encontrarnos tan cerca, pensé que el mundo entero se había detenido. Mis labios temblaron, y los suyos se entreabrieron, apenas un susurro de distancia. No llegó a suceder. Pero mi mente y mi corazón siguieron ese camino no recorrido. Imaginé una vida diferente. Una en la que él no fuera un escolta y yo no una heredera atrapada en alianzas políticas. Una en la que camináramos por campos abiertos, con las manos entrelazadas, libres de títulos y deberes. Donde pudiera reír sin miedo y verlo despertar a mi lado cada mañana.

Mis deseos latían con una fuerza que me asustaba.

—¿Estás escuchando, Xiao Mei? —la voz de mi prometido me sacó de mis pensamientos de golpe.

Parpadeé, tratando de parecer interesada.

—Lo siento, estaba un poco distraída.

—Demasiado distraída últimamente. Desde que falleció tu padre, pareces estar siempre... en otro mundo. Y eso no me gusta —respondió, con un tono más cortante de lo habitual.

Levanté la vista.

—Mi padre acaba de morir hace unos días. ¿De verdad me estás criticando por estar de duelo?

—Te critico por aferrarte a lo que no es correcto —dijo en un susurro, pero con firmeza—. Todos han notado lo cercana que estás a ese escolta. Te comportas como si tuvieras la libertad de hacer lo que quieras... y no la tienes. No más.

Mi mandíbula se tensó.

—¿Insinúas que no tengo derecho a buscar consuelo en alguien en quien confío? ¿Alguien que ha estado a mi lado desde antes de que tú llegaras con tus mentiras disfrazadas de promesas?

Él apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos.

—No se trata solo de consuelo. Te comportas como una niña. Eres una mujer comprometida, y ese hombre no es más que un extraño sin apellido ni tierras. Es inaceptable.

—Lo que es realmente inaceptable —respondí con una calma cargada de veneno— es que un prometido alce la voz como si estuviera en su casa. Esta sigue siendo la residencia del clan Xiao. Y yo sigo siendo su heredera legítima.

Sus ojos se oscurecieron. Antes de que pudiera decir algo, la puerta del comedor se abrió de repente.

—Señorita Xiao Mei —dijo Li con una voz firme—. El emperador la espera en el salón del té.

Mi prometido se levantó de un salto.

—¿Cómo te atreves a entrar así, sin avisar? ¡Eres solo un sirviente! ¿Crees que puedes irrumpir aquí como si fueras el dueño?

Li lo miró con una calma que cortaba el aire.

—Solo estoy cumpliendo órdenes del emperador. Si tienes alguna queja, puedes presentarla ante él emperador. Ahora mismo, si así lo deseas.

La tensión estalló. Mi prometido se lanzó hacia Li y le propinó un golpe en el estómago, desatando toda su frustración. Li se dobló, pero no emitió ni un quejido. Sin embargo, antes de que pudiera levantarse, recibió otro golpe directo en la mandíbula que lo hizo caer al suelo.

—¡Basta! —me levanté de inmediato, empujando a mi prometido hacia atrás—. ¡¿Estás loco?! ¡¿Te atreves a levantarle la mano a mi escolta personal delante de todos?! ¿Quién te crees que eres?

El silencio en el comedor era absoluto. Los guardias se acercaron rápidamente para ayudar a Li a levantarse, mientras algunos de ellos me miraban con incertidumbre. Pero lo que vi en sus ojos fue respeto hacia él... y desconfianza hacia mi prometido.

Mi prometido, al notarlo, endureció el rostro. Finalmente, comprendía que Li no era un simple hombre sin rango. Li se había ganado la lealtad de los nuestros, y su influencia sobre todo el ejército del clan Xiao era completamente innegable. Una cosa era que contara con el apoyo del consejo de ancianos, pero Li contaba con el apoyo y respeto de todo el ejercito al servicio del clan Xiao, y eso parecía volverse peligroso para sus planes.

—Llévenlo con el médico —ordené con voz firme. Luego me volví hacia Li—. Una vez que te hayan atendido, ve al salón del té. Nos reuniremos con el emperador allí.

Li, con el rostro herido pero la dignidad intacta, asintió.

Cuando desapareció de la sala, me giré para salir también. Sentí la mirada de mi prometido sobre mí.

—¿A dónde vas? —preguntó con un tono posesivo.

—A cumplir con una reunión privada con el emperador —dije sin volverme—. Y tú no estás invitado.

No esperé su respuesta. Caminé con paso firme por los pasillos, mi corazón dividido entre la rabia, el dolor... y algo más.

Algo que ya no podía seguir ocultando, ni siquiera de mí misma.

Lo que siento por Li... está creciendo.




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