NARRA XIAO MEI
La brisa de la mañana jugaba con las cortinas de papel del salón del té, mientras el delicado aroma del jazmín se entrelazaba con la seriedad del momento. Caminé con determinación, aunque por dentro aún resonaban los ecos del altercado en el comedor. Al cruzar el umbral, vi al emperador, erguido y sereno como una montaña antigua. Me incliné con respeto.
—Majestad —saludé.
—Xiao Mei, querida —respondió con una sonrisa cálida—. Has crecido mucho desde la última vez que nos vimos. Aunque... me doy cuenta de que tu escolta no está contigo. ¿Dónde está ese tal Li Bao?
Intenté mantener la calma en mi voz, a pesar de la inquietud que me invadía.
—Hubo un pequeño incidente en el comedor. Li Bao intervino y resultó herido. No es nada grave. Está siendo atendido por el médico y se unirá a nosotros tan pronto como pueda.
El emperador asintió lentamente, pero sus ojos seguían fijos en mí, brillando con curiosidad. Nos sentamos frente a una mesa baja, donde el té ya humeaba en delicadas tazas de porcelana. Las primeras palabras fueron de cortesía, pero pronto la conversación se tornó más seria.
—Tu padre era un hombre sabio, aunque a veces demasiado confiado. Su muerte ha dejado muchas dudas en la corte. ¿Cómo planeas mantener el legado del clan Xiao?
Tomé una respiración profunda antes de responder.
—Mi padre dejó un edicto firmado por él mismo —dije, sacándolo de mi túnica—. En él me nombra heredera y líder legítima del clan. Ninguna decisión puede tomarse sin mi aprobación, ni siquiera por mi futuro esposo.
El emperador examinó el documento en silencio. Su rostro se volvió más serio mientras sus dedos recorrían los sellos y caracteres.
—Tu padre tenía una visión clara. Y tú... pareces haber heredado su temple —dijo finalmente—. El edicto se mantendrá. Ninguna decisión del consejo ni de tu prometido tendrá validez sin tu consentimiento. Me aseguraré de que el consejo imperial respalde esto.
Mi corazón se sintió un poco más ligero. Había conseguido mantener la soberanía del clan, aunque en mi interior aún ardía la desconfianza hacia el hombre que quería convertirse en mi esposo.
Unos minutos después, un guardia se inclinó ante el emperador.
—Su majestad, el escolta Li Bao está en la entrada. Espera sus instrucciones.
—Déjalo pasar —respondió el emperador, mostrando un interés evidente.
NARRA KIRAN / LI BAO
Entré con el cuerpo adolorido, pero la mente clara. La herida en la boca aún ardía, pero no dejé que se notara. Me incliné profundamente.
—Majestad.
—Li Bao... Así que tú eres el escolta de nuestra querida Xiao Mei —dijo el emperador, sin rodeos—. Parece que no eres solo un guardaespaldas. Ella ha hablado de ti con admiración.
Volví la vista hacia Xiao Mei. Ella se mantuvo serena, aunque su mirada evitó la mía. Su voz fue firme, pero distante.
—Li ha servido a nuestra familia durante años. No solo como escolta, sino también como consejero y protector del pueblo. Mi padre confiaba plenamente en él... y también le tenía un gran cariño.
No dijo más. Ninguna palabra sobre nosotros. Nada sobre cómo me buscaba con la mirada cuando creía que nadie la veía. Ni sobre los silencios compartidos. Solo lo justo. Y, aun así, cada palabra suya me pareció un escudo que me protegía.
El emperador pareció notar algo. Me miró directamente.
—Y dime, Li Bao. ¿Qué piensas tú del prometido de Xiao Mei?
Sabía que debía responder con cuidado, pero también con honestidad.
—Majestad, he recorrido muchos pueblos y he visto muchos rostros. El de ese hombre... me resulta artificial. Sus modales son medidos, pero su mirada carece de sinceridad. No podría asegurar que es indigno, pero tampoco lo consideraría confiable. -Hice una pausa, meditando si debía o no decir algo que había estado rondando mi cabeza desde que ese sujeto llegó -He compartido años entre los clanes de esta región como extranjero, Majestad. En todos mis viajes, nunca oí hablar del linaje que él asegura poseer. Sus gestos son medidos, sí, pero hay cierta falsedad en su mirada. No dudo de su educación, pero sí de su lealtad.
El emperador me miró con renovado interés.
—Sabia respuesta. Me agradas. Hablas con franqueza, pero sin arrogancia. Me haces pensar... ¿te interesaría casarte con una de mis hijas? Tengo tres aún solteras.
Sentí el calor subir a mi rostro. Me incliné aún más.
—Majestad... agradezco su sugerencia, pero no soy un hombre de matrimonios. No porque desprecie la idea, sino porque... otros padres antes que usted han intentado comprometerme, y siempre he dicho que no. No estoy hecho para ese tipo de responsabilidades.
El emperador soltó una risa alegre.
—¡Ah! Eres un poco escurridizo... Interesante.
Una carcajada resonó en el salón. El emperador parecía encantado. Pero mis ojos no pudieron evitar buscar los de Xiao Mei. Estaban serenos, aunque había un leve destello en ellos. Un temblor apenas visible en su taza de té. Había algo más allí. ¿Celos, tal vez? O algo muy parecido.
Esa misma noche, la luna ascendía lentamente entre los bambús cuando Xiao Mei me pidió que la acompañara al jardín. Caminamos en silencio hasta un estanque donde las linternas flotaban suavemente sobre el agua.
—Hoy dijiste algo... que no estás hecho para el matrimonio —murmuró, aún sin mirarme—. ¿Realmente piensas eso? ¿Nunca has querido casarte?
—No tengo espacio para eso en la vida que llevo —respondí en voz baja.
—Y cuando dijiste que no era el primer padre que intentaba comprometerte... ¿eso ha pasado muchas veces?
—Viajar te expone a muchas cosas. Algunas ofertas... son difíciles de rechazar sin ofender.
Xiao Mei rió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.
—¿Y si alguna de esas hijas te hubiese gustado?
—Ninguna me detuvo —respondí con una sonrisa breve.
—Qué conveniente.
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Editado: 02.07.2025