Hasta noviembre

Dieciséis. Cuidado con las canciones que dedicas.

Maddy: Sé sincero.

Pasan unos segundos. Entonces, aparece el conocido “escribiendo”.

Neithan: Es increíble.

Me incorporo un poco sobre la cama, emocionada al instante.

Maddy: ¿De verdad?

Neithan: Sí. Es increíble como no puedes evitar tener un gusto de mierda acerca de cualquier cosa.

Entreabro los labios, más que molesta.

Le permito meterse con cualquier cosa sobre mí, pero no con esto. Con mi gusto musical, no.

Maddy: A Taylor Swift me la respetas.

Neithan: Todavía me sangran los oídos.

No le gusta Marvel, no le gusta la vainilla, no le gustan las películas que no lleven tres litros de sangre o cinco decenas de cuchillos en la portada, no le gusta The Weeknd, y ahora tampoco Taylor Swift.

¿Qué voy a hacer con este chico?

Pretendo responderle cuando mi móvil empieza a sonar. Es él. Me está llamando.

Curiosa y sin comprender a qué viene, deslizo el dedo por la pantalla. Me lo llevo al oído.

—Si vas a criticarme de los artistas que me gustan, no me interesa —dejo claro antes que nada.

—¿Por qué me has hecho una playlist tan horrible?

—Eh, no es horrible. Es genial, entre otras cosas porque la he hecho yo.

—Tienes que odiarme para haber puesto toda esa mierda en mi Spotify.

—Neithan —me molesto—. Cuando una persona te hace una playlist es porque te dedica esas canciones, así que no digas eso.

Un silencio ensordecedor y de varios segundos inunda la línea.

—¿Sigues ahí? —pregunto—. ¿O es que te has decidido a darme la razón pero no sabes como?

—¿Me las has dedicado?

El tono que usa, de sorpresa absoluta, consigue dejarme callada. Y como no, sonrojarme de la vergüenza.

—A ver, era una forma de…

—Porque hay canciones bastante interesantes —me corta.

—No me refería a que todas las canciones…

—Dicen cosas que no me esperaría que vinieran de ti. ¿Es qué quieres decirme algo?

En estos momentos, donde siento mi cara apunto de estallar y solo quiero desaparecer del universo, me arrepiento de haber puesto “High for this” dentro de esa playlist.

Y puede que otras cuantas peores.

—Solo algunas canciones van con dedicatoria —me corrijo—. Las otras son como… relleno.

—Ajá.

—Es en serio.

—Apuesto a que sí.

No puedo estar más roja. Es físicamente imposible.

—Tú siempre tan egocéntrico —me pongo a la defensiva—. No querría nada contigo ni aunque tuviera la oportunidad.

—Desde ya te aseguro que no la tienes.

—¿Perdón?

—¿Qué te hace pensar que yo querría liarme contigo, Madeleine? Te lo tienes muy creído.

—¿Yo? —pregunto, atónita.

—Tú. La que lanza indirectas y luego actúa cómo si nada.

Aprieto la mandíbula, impotente.

—No me gustan los chicos prepotentes, para tu información —suelto.

—Prepotente —repite con burla—. Si tan solo supieras lo equivocada que estás.

Me vuelvo aún más escarlata cuando creo entender lo que quiere decir.

—Lo dicho. No me gustan los chicos cómo tú.

—Ni a mí las chicas emocionalmente inestables.

Él sí que sabe como tumbarte con una sola frase.

Maldito.

—¡Yo no soy emocionalmente inestable!

—Dijo la que lloró con la película de Narnia a sus veinte años.

—¡Eso fue tu culpa, amargado!

—Seré un amargado, pero al menos se controlar mis sentimientos.

—Ah, ¿pero que tienes sentimientos?

Enarqué una ceja y miré desafiante. Lástima que no me veía.

—No hacia ti de la forma en que insinuabas, te lo aseguro.

Bufé de forma despectiva.

—El sentimiento es mutuo, idiota. Y que sepas que yo no insinuaba nada.

—Mientes fatal. Pero ojalá sea verdad, porque sinceramente no me apetece aguantar tus lloreras cuando te rechace.

—Tener algo así contigo sería lo último que haría en esta vida.

—Me alegro de que por fin estemos de acuerdo en algo.

—Pues bien.

—Bien.

Es un pedazo de imbécil cuando se lo propone. Y cuando no, también.

—¿Vas a preguntarme si quiero que quedemos hoy o qué? —suelta de pronto.

Yo no sé si seguir molesta o sonreír por su actitud.

—Pregúntamelo tú, antipático.

—Eso hago. Parece que además de lenta, eres miope.

—Pero ¿tú que te has propuesto ofenderme hoy?

—¿Yo? Si todavía no he empezado —no sé por qué, siento que está sonriendo un poco al otro lado de la línea—. Pero lo haré cuando te tenga delante.

—Así se me quitan las ganas de quedar contigo —miento.

—No es verdad. Te recojo en veinte minutos.

—¿Veinte minutos? —me burlo—. Pensaba que dirías una hora, igual que siempre. Parece que alguien tiene muchas ganas de verme hoy.

Oigo el leve deje de su garganta expulsando el humo de un cigarrillo.

—Termino de fumar y salgo a por ti.

No me da tiempo a despedirme siquiera cuando me cuelga.

Me levanto de mi cama y me pongo los zapatos. Hoy, por alguna razón, tenía muchas ganas de quedar con él, así que en cuanto me desperté fui directa a vestirme.

Bajo las escaleras con cierta dificultad, pero nada que no pueda afrontar. Me voy al salón cuando veo a mis hermanos peleándose por una de las barritas de proteínas de Max.

Me río por dentro. Sí, todo son risas hasta que escucho a mí hermano soltar tres palabrotas en una misma frase. Esa es la señal de que debo intervenir.

—¿Se puede saber que os pasa? —me acerco.

Ambos se detienen. Lay no dice nada y Max me mira como si estuviera a punto de cometer asesinato.

—¿Que qué pasa? —pregunta él—. Pasa que estoy hasta los cojones de que se acabe mis cosas. Además, es un agobio porque está todo el día encima, ¡y habla como un puto dibujito animado! ¡Roza lo insoportable!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.