Hasta noviembre

Diecinueve. Del género terror.

Me muevo en la cama, adormilada y con los ojos aún cerrados. Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien y la sensación de descanso es tan sumamente agradable que mis ganas de levantarme son nulas.

Pero entonces, al estirar mi brazo buscando una postura más cómoda, toco algo con los dedos.

Abro los ojos al instante. Al principio me cuesta enfocar e incluso estoy desorientada al no ver mi habitación, pero enseguida recuerdo dónde dormí y con quién.

Y mis mejillas se tiñen de rojo al instante al verlo observándome con atención y cierta curiosidad.

—Buenos días —dice con una media sonrisa y voz ronca.

Quiero desaparecer.

—Buenos días —murmuro con la cara aún encendida.

Nota mi incomodidad y su sonrisa adquiere diversión, pero hace el amago de disimularlo.

—¿Has vuelto a tener pesadillas?

Niego con la cabeza.

—¿Con qué has soñado? —inquiere.

Me paro a pensarlo. Apenas lo recuerdo.

—La verdad es que no me acuerdo. ¿A qué viene eso?

—¿Sabías que hablas dormida?

Se me cae el alma a los pies y lo primero que me viene a la cabeza es aquel sueño que tuve con él.

Mierda. ¿Y si he hecho un remake y no lo recuerdo?

—¿Q-qué?

—Al principio pensaba que estabas vacilándome porque creía que estabas despierta —contiene una risa—. Pero después de llamarte más de tres veces, caí en que solo estabas soñando.

—Pero… no… no entendiste nada de lo que dije, ¿no? —lo tanteo—. Quiero decir, si dormía…

—Oh, no. Lo entendí todo.

Ve mi expresión de pánico y su sonrisa aumenta.

—¿Dije algo malo?

—Malo no. Interesante sí.

—¿Interesante? —repito con un hilo de voz—. ¿Cómo que interesante? ¿Que he dicho?

Niega con la cabeza, sin cambiar la expresión. Se incorpora hasta quedar sentado. Se apoya en la cama con un brazo mientras echa un ojo al teléfono, como si la conversación hubiera terminado.

Pero yo no he acabado de hablar, así que le quito el móvil de las manos y lo tiro a los pies de la cama.

—¿Vas a decirme que dije? —insisto.

—La verdad es que no.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque es un comodín. Quiero esperar al momento correcto para usarlo en tu contra.

El color se me va de la cara y juro que he desfallecido.

—Neithan, dime ahora mismo que…

—¿Quieres desayunar? —me corta—. En realidad es una pregunta para escaquearme, no es que vaya a hacerte el desayuno.

—¿Esto es en serio? —mi vida parece una cámara oculta.

—Y tan en serio. Tienes manos, ¿no? Pues háztelo tú.

Sigue con la sonrisa dibujada en la cara y no sé si me está tomando el pelo o está hablando en serio.

De un momento a otro se pone de pie y se encamina a la puerta.

—¡Oye! —lo imito—. ¡No he terminado!

—Sí has terminado.

—¡Qué no! ¡¿Dónde vas?!

—A ducharme. ¿Es que quieres acompañarme?

Abro mucho los ojos y ahí tiene mi respuesta.

—Lo suponía —choca mi hombro cuando vuelve a caminar por la habitación para rebuscar en el armario.

Entonces, me siento un poco fuera de lugar.

—Yo… creo que debería volver a mi casa —murmuro.

—¿Por qué? —pregunta sin mirarme.

—Porque… bueno…

—¿Tienes que hacer algo?

—No, pero…

—Quieres irte —deduce.

—No es que quiera, es que…

—¿Estás incómoda conmigo?

Se ha vuelto para mirarme y su expresión no me gusta. Creo que lo he hecho sentir mal.

—No digas tonterías —me apresuro a decir—. Claro que no.

—¿Entonces?

—No quiero molestar.

Frunce el ceño, volviendo hacia donde estoy.

—¿Por qué siempre tienes que insinuar que molestas?

—No lo sé.

—No sé quien mierda te ha hecho pensar así, pero más vale que dejes de hacerlo. Me pone de los nervios que digas tantas estupideces.

Creo que es su manera de decirme que debería valorarme un poco más.

—No digo estupideces —murmuro, un poco avergonzada.

—Sí, si las dices. Y para de hacerlo porque me cansa, me altera y me dan ganas de fumar más aún. ¿Es que quieres matarme?

—¿Puedes no decir esas cosas?

Mi frustración le divierte.

—Puedes quedarte cuanto quieras —camina a la puerta—. Pero si lo que quieres es irte, te llevaré cuando salga de la ducha.

Me observa esperando una respuesta y ni siquiera dudo al dársela.

—No me importa quedarme un rato.

Si le ha entusiasmado que me quede, no lo demuestra. Solo asiente y hace el amago de salir, pero se detiene.

—Coge lo que quieras de la nevera.

—No tengo mucha hambre.

—No era una pregunta —me mira mal—. Ni se te ocurra quedarte sin desayunar.

Desaparece por el pasillo y escucho la puerta del baño cerrarse. Me miro a mí misma y me sonrojo cuando veo que llevo únicamente su camiseta.

Miro por todos lados hasta encontrar mi ropa y me cambio a la velocidad de la luz.

Cuando termino de vestirme, me hago un recogido bastante improvisado y camino hasta la cocina.

Sé que le dije que no tenía hambre, pero no era cierto. Me estoy muriendo por comer algo. Y lo hago, aprovechando que no está presente.

Le robo uno de los pequeños dulces que compra siempre y me hago unas tostadas. También hago para él.

Me encuentro colocándolo todo en la mesa cuando veo a Neithan entrar en la sala de estar. Acaba de vestirse y se está pasando una pequeña toalla por el cabello húmedo. Me viene un deja vu al instante.

Se acerca y se queda mirando los platos con el ceño fruncido.

—¿Qué? —pregunto, pasando por su lado para ir hasta la cocina—. Me dijiste que desayunara.

—¿Has hecho también para mí? —pregunta, por alguna razón sorprendido.

—Pues claro. Tendrás que comer algo.

Cierro uno de los muebles cuando encuentro el café y vuelvo a mi sitio.

—Yo no suelo desayunar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.