Seguía intentando procesar aquella declaración. El señor Duncan había dicho que me amaba, aquellas simples palabras proferían el más puro amor, lo suyo no eran meros sentimientos. Nuestro pequeño romance se había ido forjando con el paso de los días, con nuestras conversaciones casi diarias, con nuestras reuniones y confesiones. Lo que había empezado como una sencilla relación de amistad había culminado en una reciprocidad romántica.
Matthew era el hombre con el que yo siempre había soñado. Todo lo que había podido conocer de él encajaba a la perfección con mi estándar de hombre perfecto, a excepción de los últimos acontecimientos. Una historia, dos versiones. Las dudas me carcomían por dentro mientras intentaba aclarar mis ideas. Necesitaba una tregua, un respiro para pensar en mi siguiente movimiento.
Al principio había creído imposible mantener una relación con él por nuestras diferentes condiciones, pero la historia de Emily me había proporcionado la suficiente confianza como para visualizar un posible futuro juntos. Las situaciones no eran del todo idénticas, pues Emily no era negra, tan solo provenía de una familia humilde; y yo, por otra parte, tenía ambas cosas en mi contra.
Aparcando aquel asunto, me quedaban otros pendientes. Grace parecía dispuesta a hacer lo que creyera necesario para apartarme de su camino y, en consecuencia, del señor Duncan. Aunque la cuestión de las joyas se aclarase, la señorita Evans encontraría otra manera de hacerme caer. Ella no descansaría hasta conseguir su triunfo y no le importaba llevarse a cuantas personas viese necesarias por delante.
El señor Clifford, él me tenía en completa confusión. En todo momento se había mostrado amigable conmigo, me había defendido aun sin conocerme y se había ofrecido a pasar tiempo en mi compañía. Sin embargo, según acababa de contarme Matthew, sus intenciones no parecían del todo honestas. No tenía claro hasta qué punto estaría dispuesto a llegar en su venganza por lo de Emily.
Matthew me miraba a la espera de una reacción por mi parte tras sus últimas palabras, pero era incapaz de pronunciarme. Debía ver cómo iban desarrollándose los acontecimientos antes de poder corresponderle de la manera en que me estaba pidiendo.
Él necesitaba aclarar la historia de su amor perdido, la rivalidad con su mejor amigo y la ausencia de su padre. Necesitaba sanar las heridas de su despedazado corazón y enfrentar de nuevo la realidad con una actitud renovada y positiva. No quería ser el parche de tantas heridas, no quería ser el reemplazo de nadie y mucho menos quería ser la causante de más males en su desbaratada vida.
Una vez hubiese puesto en orden todo aquello que le producía pesadillas, tendría que ver si seguía interesado en mí. Entonces, y solo entonces, podría darle una oportunidad a lo que fuera que estuviese pasando entre nosotros.
—Iré a buscar a Luke —habló tras una larga espera por una respuesta que no pensaba darle en aquel momento.
—¿Qué le dirá? —pregunté, preocupada por una gran represalia contra Luke.
—Necesito explicaciones. Esto no puede seguir así, debo zanjar lo de Emily antes de que sea demasiado tarde —contestó—. No pienso perderla, Isabella, a usted no.
Se me contrajo el corazón. Su mayor preocupación parecía ser perderme por lo que Luke pudiese hacer en su contra. Me estaba anteponiendo a mí, estaba enfrentando los obstáculos que se cruzaban en su camino.
—Iré con usted, entonces —dije, convencida.
No quería parecer entrometida en sus asuntos, pero consideraba que Matthew necesitaría un apoyo en esa conversación y, al fin y al cabo, ambos me habían metido en el meollo.
—Mejor espere aquí —contestó.
Salió por la puerta con paso decidido en busca de su amigo. Me levanté del taburete y me acomodé en uno de los divanes. No sabía cómo podía terminar aquella charla, únicamente había dos opciones: o se perdonaban o se enemistaban todavía más.
Al cabo de unos minutos, ambos caballeros se abrieron paso hasta el salón. Venían en completo silencio, como si guardasen algún tipo de luto. Podía ver la confusión en el rostro del señor Clifford, aunque debía de saber por qué se le había hecho llamar. Matthew caminaba bien erguido y con convicción. Luke se sentó en el diván que quedaba frente a mí y Mathhew tomó asiento a mi lado.
—Tú dirás, amigo —habló Luke juntando sus manos.
—Han llegado a mis oídos ciertos rumores.
No entendí por qué se andaba con tantos rodeos, los tres sabíamos que yo había sido quien había confesado toda la conversación mantenida con el señor Clifford. Este me miró y esbozó una amplia sonrisa.
—Me supongo que Isabella te habrá preguntado sobre la historia de Emily. —Sonrió esta vez al señor Duncan—. Sí, no pude resistirme a contarle ciertos detalles que habías pasado por alto sobre tu pasado, pero ¿qué hay de malo en eso?
—Exactamente eso. Es mi pasado y no veo necesario que vaya siendo comentado como si de un chismorreo se tratara. Estamos hablando de trágicas situaciones de mi vida, de cuestiones que afectan a mi persona —contestó el señor Duncan—. ¿Qué es lo que buscas, Luke?
—¿Buscar? No busco nada, amigo. Creí conveniente que Isabella estuviese al tanto de lo que acontece en la mansión, pues está viviendo bajo este techo y, por lo tanto, debería ser tratada como una más de sus miembros.