Entré al comedor aún riéndome por el encuentro con Luke. Le quería mucho, pues había sido un gran amigo para mí durante todos estos años, pero no podía corresponder sus sentimientos de la manera en que él quería que lo hiciera. Aun así me entretenía ver lo mucho que se esforzaba por conseguir una oportunidad conmigo y me divertía rechazarle en cada uno de sus intentos.
Por otra parte también me daba algo de pena, mi corazón le pertenecía a Matthew desde bien pequeños, así como el de Emily y ahora el de Isabella; Luke no parecía tener suerte con las mujeres de a su alrededor. No me imaginaba lo que podía sentir al ver cómo su amigo se hacía con todo lo que deseaba y cómo él siempre tenía que quedar en segundo plano a pesar del empeño que le ponía a todo en la vida.
Matthew se encontraba mirando por la ventana, pensativo, con ese mechón de pelo rebelde que escurría hasta sus ojos y que lo hacía ver como al antiguo joven que me robaba todos los suspiros en vez de como al hombre que hoy en día era y que tan amargado se mostraba. Seguía amándole con todas mis fuerzas, pero sí era cierto que deseaba volver a ver al sonriente y vivaz muchacho que solía ser años atrás.
—Buenas tardes, Mattie —le saludé sonriéndole con ternura.
Giró su cabeza en mi dirección, parecía perdido. Decidí acercarme hasta su posición.
—Buenas tardes, Grace —contestó ubicándose al fin.
—¿Todo bien, querido? —pregunté posando mi mano sobre su hombro.
Asintió y volvió a apartar la mirada para posarla en algún lugar del exterior.
—¿Cómo estás tú, Grace? —musitó.
—Decepcionada.
Aquella respuesta hizo que volviese a prestarme toda su atención.
—¿Decepcionada? ¿Con quién?
—Pues contigo, querido —solté con una sonrisa y puso sus ojos en blanco.
—¿A qué se debe esa decepción para conmigo?
—A que has osado mentirme hace un par de segundos.
Sacudió su cabeza, confundido, y aproveché para apoyarme contra la ventana de brazos cruzados dramatizando la situación.
—¿En qué te he mentido, Grace?
—Sé que no estás bien, sé que algo te ronda por esa cabecita tuya y no quieres confiarme tus pensamientos —contesté y él sonrió.
—No se trata de eso, Grace. Simplemente ando dándole vueltas a un asunto y no sé muy bien cómo afrontarlo.
—¿Es sobre Emily?
—¿Emily? No, no. —Negó con su cabeza—. No tiene nada que ver con ella.
—He observado que la has perdonado, pensé que andabas pensando en dar una nueva oportunidad a vuestra relación.
Matthew me miró divertido, incapaz de creerse lo que acababa de decirle.
—¿Cómo se te ocurre siquiera pensarlo? —Se rio—. Pensé que ya me conocías lo suficiente como para saber que perdono pero no olvido.
—Exacto, te conozco lo suficiente como para saber que Emily siempre ha sabido cómo conquistar tu corazón y cómo llevarte a cometer locuras que jamás se te ocurriría cometer.
—He decidido perdonarla por el bien de todos, de nada sirve mantener un odio y un rencor que puedan mermar el buen ambiente de la mansión —dijo, irónico, mientras tomaba asiento en uno de los divanes.
—Eso es cierto. Bastante teníamos ya con soportar tu creciente enemistad con Luke como para encima tener que aguantar tu adolorido corazón por la presencia del antiguo amor de tu vida. —Me reí siguiéndole hasta el diván.
—Supongo que es un dolor que aún no has llegado a experimentar y que, por lo tanto, te tomas a la ligera. —Me guiñó un ojo.
Tuve que sonreír con falsedad ante sus palabras. Él de verdad creía que jamás había tenido la oportunidad de enamorarme, nunca me había visto ni oído hablar sobre otro hombre. Lo que no sabía era que sí me había enamorado, que sí había sufrido el desamor y que había sido precisamente con él. Estaba tan ciego… A veces me sorprendía que fuese incapaz de ver lo mucho que lo adoraba.
—Si no es por Emily, ¿qué es lo que te inquieta? —Retomé el tema principal de la conversación.
—Es Isabella.
Oír su nombre estrujó mi corazón y me dejó unos segundos sin aire. Esperaba que se hubiese olvidado ya de su fantasía con la mujer negra llegada de la nada para poner patas arriba nuestra vida.
—¿Qué sucede con tu querida invitada? —dije, entre dientes, intentando esconder mi molestia.
—De todo, Grace. Isabella es todo lo que yo siempre había buscado, es una mujer increíble con una inteligencia asombrosa y una personalidad inigualable. Además de su agraciada apariencia. Lo tiene todo, Grace, y me está volviendo loco —confesó clavando puñales en mi corazón con cada bonita palabra que le dedicaba.
Tuve que contener mis lágrimas y respirar hondo antes de contestar.
—¿Es eso lo que te inquieta? ¿Que a tu parecer es la mujer perfecta? —Sonreí mostrando mi dentadura.
—No. Tengo claro lo que quiero, tengo claros mis sentimientos, pero hay un enorme inconveniente y obstáculo para nuestra relación. Creo que no hace falta que lo diga en voz alta, sabes perfectamente de qué te hablo. —Asentí con la cabeza.