Hasta que digas sí

Capítulo III

—¡Ey! —grité desde la ventana algo agitada, pues había salido disparada hacia arriba después del ruido.

—Lo siento, no fue mi culpa —respondió alguien desde abajo. Era Lucas y si no me equivocaba era uno de los muchachos que me había golpeado en la playa con el balón, el recuerdo vino fugaz a mi mente, y ahora también resultaba el amigo de mi amado vecino escurridizo. Los había visto juntos en la mañana.

—Podrían haber roto la ventana, me podrían haber lastimado. ¿Sabes lo que duele una de estas? —Tomé la boa de basaball que había caído dentro de una maseta en el balcón.

—Lo siento. ¿Puedes devolvérmela?

La mirada del sujeto de al lado seria y tosca me irritó aún más. Es cierto que la bola no podría haber hecho daño porque me encontraba abajo en ese momento, pero, vamos, dos intentos en menos de dos días era demasiado. ¿Acaso tenía un cartel de “blanco fácil” en la cabeza?

—¿La quieren? Okey. Vengan por ella.

Y bajé nuevamente a la sala a esperar que el timbre sonara.

—Yo atiendo —me vi gritando dos segundos después cuando el timbre sonó.

—Hola.

—Hola —me crucé de brazos.

—¿me devuelves la bola?

—¿Es tuya?

—Pues, es de Pelu, pero… Sí.

—¿Pelu?

—Tu vecino, el chico que…

—Sí. Ya. Bueno, pues, puedes decirle a “Pelu” que venga por ella.

—Estoy aquí por ella. No es necesario que venga.

—Pero yo no quiero dártela a ti. Fin.

—¿Okey? Pero… —Enarqué una ceja ante cualquier excusa que pudiera darme para evitar el contacto con su amigo—. Yo se lo digo.

—Adiós.

Cerré la puerta y pensé que “Pelu” no tardaría en volver por su juguetito, así que esperé en la sala. Esperé cinco y diez y quince y hasta veinte minutos, pero jamás vino. ¿Tan poco le agradaba? Ni siquiera nos conocíamos. ¡Qué frustrante!

Subí a la habitación y cuando salí al balcón el patio de la casa de al lado estaba vacío. ¡Genial! Definitivamente ya me había ganado el odio de ese muchacho y sin motivos.

 

Pasó la primea semana y todo estaba bien. La verdad, el famoso Pelu no había aparecido ni siquiera para respirar fuera de su muralla. La bola seguía guardada en alguno de los cajones de mi armario y al parecer se quedaría mucho tiempo allí si el muchacho no daba señales.

Por otro lado, Pedro, el chico de la playa tampoco había asomado sus narices por mi vida. Admito que esquivé el plan playa por todos los medios y además de eso los detalles de instalación en mi nueva casa me comían tiempo libre. Eso era bueno, porque no tenía margen de aburrimiento y me pasaba entretenida revisando las porquerías que había decidido guardar para la mudanza. Además la familia tenía presentaciones formales ante los clientes de papá y los eventos de negocio y socialización eran una obligación en mi agenda.

En fin, cuando estuve libre volví a pasear por San Pablo. La mañana estaba increíble, aunque el viento corría con dejos de frío. Esperaba salir y encontrar a mi amado vecino. Siendo sincera, nunca entendí su actitud y tampoco entendía la mía al respecto. No podía causarme tanto misterio con su repelencia.

Muy cerca de la playa encontré a Lucas, el amigo de mi amado vecino.

—Em… ¿Lucas?

—¿Eh? —Volteó a verme—. Ah. Sí.

—¿Cómo estás? —sonreí nerviosa.

—Cool. ¿Tú?

—Súper. ¿A dónde vas?

—A la playa.

—¿Puedo acompañarte? Iba para allí.

—Claro.

—Oye, tu amigo nunca regresó por la bola.

—Dudo que lo haga.

—¿Por qué?

Estúpido preguntarlo. Ya sé, me odia. Sin motivos —me respondí mentalmente.

—Es bastante raro.

—Entonces debería llevársela. No quiero que piense que…

—Mejor arrójala al jardín y ya. Es más simple —sonrió.

—¡Qué misterioso! —resoplé.

—No lo conoces.

—Quisiera —solté en un suspiro.

—¿De verdad? —preguntó sorprendido.

—Mmm… ¿Vas a ver a alguien? —cambié de tema rápidamente. Ni siquiera sabía por qué había dicho aquello. Me veía traicionada por mi propio inconsciente.

—A algunos amigos. ¿Tú?

—No. No tengo nadie a quien ver. En realidad solo vengo a escuchar música mientras miro el mar. Me gusta y me saca de todo este mundo de locura.

—¡Qué divertido! —comentó sarcástico—. Si quieres puedes venir conmigo. Vas a divertirte. Quizá mucho más que con… el agua pasando sin más.




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