Hasta que digas sí

Capítulo VIII

Desperté por un mensaje de Pedro Lanza. La banda ensayaba ese día y estaba invitada. No tardé en salir de la cama para prepararme. Me esperaría en el parque para llevarme luego al garaje de los Kobayashi (la familia de Lucas).

—Lamento haberte hecho esperar, tuve que esperar a Emma —me excusé mientras lo saludaba.

—Tranquila, acabo de llegar.

—Mejor. ¿Nos vamos?

La verdad no sabía qué iba a suceder. Hasta donde sabía, Pelu era parte de la banda, por ende, estaría allí. Aunque en nuestro encuentro la noche anterior me había dejado saber que no quería problemas conmigo ni diferencias con sus amigos. Solo esperaba no crear conflictos, mucho menos a Pedro que era quien me llevaba. Si realmente no le gustaban los problemas, suponía que las discusiones esta vez se iban a perder la fiesta.

—Hola —saludé entrando al garaje.

—Hola —Thomas me recibió cálidamente en ese instante—. ¿Todo en orden?

—Sí.

Y aunque pensé que realmente todo estaba en orden porque hasta entonces Pedro Lucas no había aparecido, bastaron dos segundos de distracción para hacerme creer que ni siquiera iría. ¡Ilusa! —Pensé cuando su voz empezó a reprochar por mi presencia.

—¿Qué hace ella aquí?

—La invitamos al ensayo —respondió Lucas—. ¿Algún problema?

—No puedes estar aquí —Exclamó ignorando la respuesta de Lucas y entonces me llevó a rastras hasta la entrada.

—¿Vas a empezar con tus estupideces?

—Pensé que todo estaba bien, Pelu —intervino Lucas—. Dijiste que habían hecho las paces.

—Eso no significa que seamos amigos.

—No hace falta que sea tu amiga para que nos escuche— Lanza me apartó de Pelu.

—Quiero ayudar. Solo eso.

—¿Ayudarnos? —Preguntó Pelu burlándose de mí—. ¿En qué?

—Papá tiene contactos con algunas disqueras y…

—Debí suponerlo. No hace falta que presumas tu poder y tu riqueza, niña.

Supuse que traería problemas y dos segundos después de haberlo dicho ya me arrepentía. Aunque les había parecido genial, decidieron que lo mejor era triunfar por su propio esfuerzo sin “aprovecharse” de mi gentileza. Que no era nada. Pero estaban en todo su derecho de elegir el camino que mejor les resultara.

Después de escucha un sinfín de las estupideces de Pelu, dije que por mí estaba bien. Que realmente quería escucharlos, incluso fuera de toda esa cosa discográfica. Pero que de todos modos si generaba algún problema, por mí estaba bien y me iría. Cosa de no creer, pero Pelu finalmente aceptó que me quedara.

—Por fin voy a escucharte sin que huyas —bromeé por lo bajo. Era un pequeño secreto entre ambos, por lo que no tuve mejor respuesta que una sonrisa cómplice de Pelu.

Me senté sobre un parlante viejo que estaba en el rincón del garaje y los chicos comenzaron a tocar. Cualquiera que los escuchara querría contratarlos, pero se negaban a recibir ayuda y lo mejor era no intervenir ni llevarles la contraria.

Por fin aquél día pude escuchar a Pedro Lucas sin que escapara, sin que su mirada me echara implícitamente. Incluso lo había visto guiñarme un par de veces y sonreír. Disfrutaba lo que hacía y me hacía sentir bien que después de todo él quisiera que fuera así.

Más tarde jugamos unas partidas de video juegos y comimos pizza. La tarde se pasó rápido pero también hubo tiempo para algunas películas. Increíblemente llevamos la fiesta en paz hasta que comenzó a atardecer y era buen momento para regresar cada uno a lo que tenía.

Pensé que quizás Pedro podría acompañarme hasta casa o por lo menos cerca, pero él y Thomas tenían compromisos, así que no podía contar con ninguno de los dos. Llevaba tiempo en San Pablo, pero la casa de Lucas seguía siendo terreno nuevo para mí. Así que Pelu tuvo que ser mi compañero de camino puesto que los dos volvíamos en la misma dirección. Resultaba incómodo para ambos, porque a pesar de habernos llevado bien ese día, no dejaba de haber un hilo tenso entre ambos.

El camino se hizo algo aburrido al principio. El silencio sobraba y cualquier cosa que se me ocurría decir a los dos segundos me resultaba una estupidez. Del otro lado, Pelu no tenía mucho que aportar y se mantuvo reservado mucho del trayecto. Hasta que de la nada empezamos una buena charla que terminó cuando admitió casi casi que me gustaba frente a la puerta de casa.

 

 




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