Hasta que digas sí

Capítulo X

Su cuarto era bastante acogedor y muy… ordenado como para ser un chico. Lo cierto que Pelu en realidad no me daba la impresión de ser alguien desorganizado y alborotado. Era lo suficientemente controlador como para tener una habitación ordenada prolijamente, pero había visto el cuarto de algunos amigos y parientes y ya había etiquetado al género masculino como una especie excesivamente revuelta.

Una vez dentro, Pelu conectó su playstation e intentó usarla. Lamentablemente sus intenciones de juego fracasaron cuando después del segundo golpe la pantalla seguía viéndose negra.

—¡De seguro ya se rompió! – Gruñó.

—No importa. Mejor vamos abajo a ver la televisión. ¿Te parece? –Respondí.

—¡No, no! – Se quedó pensando unos segundos. – ¿Qué dices si te muestro algo de la banda en mi computadora?

—Si quieres.

—¡Siéntate aquí! – Corrió algunas cosas que habían sobre su cama y volvió hasta la computadora.

Estaba nerviosa. Todo era demasiado extraño. Pelu de repente era amable y cuidadoso conmigo. Me sentía intranquila porque todo podía prestarse a malos entendidos y no quería eso. Mis pies estaban locos por salir corriendo de su casa, pero tenía muchas ganas de conocer más de él.

Me senté a la orilla en la cama. Pelu estaba sentado en la silla del escritorio buscando algunos videos. Cuando por fin obtuvo lo que buscaba se acercó y se sentó a mi lado. Nuestras rodillas chocaban y su computadora estaba sobre ellas. Pero de repente nuestras respiraciones se hacían intensas y algo en mi pecho quería salirse. Su rostro giró hacia mí y su sonrisa profería mil encantos. Estaba a punto de besarme o al menos eso quise creer.

—¡Hem! – Dudé–. Sabes... ¡Creo que ya sé dónde encontrar a mis padres, mejor voy a buscarlos! – Me levanté para irme.

—¡Espera! – Se levantó detrás de mí. – Solo quiero que veas algo de lo que hacemos, luego voy contigo a buscarlos. Vamos, Sophie. Nada malo va a sucederte conmigo.

—Está bien Pelu, voy sola.

Salí de prisa y bajé casi corriendo. Pelu me siguió, tomó mi brazo y me detuvo.

—No es que vaya a comerte o algo así – Bromeó.

— No me gusta estar sola contigo... en tu casa. – Me excusé–. ¡Es extraño!

—¿Quieres ir al parque o a la calle?

—No, no quiero que se preste a malos entendidos.

—¿Crees que voy a enamorarme de ti? – Rió–. ¡Por favor! Estoy más lejos de eso que la banda de ganar un Grammy.

—No es eso. Pero… estabas por…

—¿O acaso tú estás enamorada de mí? – Se burló–. ¿Es eso?

—¡No es nada de eso! – Me ruboricé–. ¡Arruinas todo!

—¿Entonces? – Siguió con una sonrisa fanfarrona en su rostro.

—Bueno, entonces vamos allá arriba a ver tus mugrosos videos–. Respondí arrebatada.

—No, ya no quiero que los veas.

—¿Entonces? – Pregunté.

—¡Haz lo que quieras! – Gruñó–. Si deseas pasar, la puerta está abierta. ¡Voy a darme un baño!


No quise volver con él y me quedé afuera sentada sobre el césped al lado del árbol de su jardín.
Allí estuve un buen rato mientras oscurecía. Por un buen rato nadie se hizo presente, ni mis padres ni los suyos. La noche se ponía fría y aunque no era tan tarde, estaba enfriándome. Necesitaba estar en casa, encerrada en mi pequeño mundo y desaparecer.

Todo lo que había ocurrido durante el día, comenzaba a abrumarme. Tenía la necesidad de ver explotar mi cabeza antes de seguir fabricando pensamientos estúpidos, antes de recordar ese pequeño instante en el que creí que los labios de Pedro Lucas por fin se posarían sobre los míos. Y de nuevo… ¿Por fin? ¿Acaso lo había esperado lo suficiente como para ansiarlo de esa manera? ¿Cómo para concluir aquél sueño?

—¿Vas a seguir aquí? – Escuché detrás.

—No voy a ir contigo adentro – Respondí orgullosa.

—Como quieras.


Abrazada a mis rodillas trataba de moverme de un lado a otro para no sentir tanto el frío del viento. En seguida Pelu volvió. Me colocó una campera suya sobre los hombros. Su indiferencia previa jamás me hubiera llevado a pensar siquiera que podría tener un gesto tan cálido para conmigo.

—Vas a enfermarte – Dijo finalmente.

—¿Te importa?

—¡Mmm...! ¿Tienes hambre' – Desvió la conversación.

—¡No!

— ¡Escucha! – Sus labios de pronto estaban frente a mis ojos y podía ver cada palabra saliendo de entre sus dientes. De cuclillas a unos pocos centímetros de mí concluyó–: Mi familia está de viaje y al parecer tus padres aún no llegarán. ¡Vamos adentro! – Lo miré aún sin convencerme del todo—. Cenamos algo y si quieres vuelves aquí.




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