GRACE
Un mes después...
Llevo un mes trabajando en la librería, no lo esperaba, pero agradezco esta nueva experiencia. Los días son menos pesados y la clientela crece gracias a una sugerencia mía: invertir más en publicidad. La acogida ha sido maravillosa, cada vez llegan más personas, aunque siento que no doy abasto con todo lo que implica hacer bien mi trabajo. Por eso, la señora Esthela decidió contratar a alguien más.
Estar sola aquí me ha ayudado mucho, aunque no siempre sea fácil, los clientes demandan mi atención, pero en algunos momentos puedo darme el lujo de leer un buen libro. Viajo a través de historias que me envuelven, esas de romance que me hacen enamorarme una y otra vez de personajes que jamás existirán. Me doy cuenta, sin miedo a admitirlo, de que no he vivido una historia así. Y no sé si alguna vez podré.
No quiero volver a sentirme vulnerable, no deseo sentir ese dolor otra vez, perder a alguien más sería un castigo que no me atrevo a imaginar. Me prometí no abrir más heridas, no permitir que ese vacío me atraviese otra vez. No quiero que ese sentimiento toque a nadie más, mucho menos a mí. No lo soportaría.
En este tiempo he aprendido a valorar los momentos, aunque la lección haya sido amarga. Siempre corría de un lado a otro, buscando sentirme útil, convencida de que hacer cosas por otros justificaba mi existencia. Ahora no pienso ni actúo igual. La pérdida me obligó a mirar la vida desde otro ángulo, con más cuidado, con más urgencia. Quiero vivir cada instante, quiero sentir orgullo de mí misma. Sobre todo, quiero que mi familia recupere algo de lo que fuimos. Necesito ser fuerte para ayudarlos y espero que algún día podamos llegar a ser los mismos, incompletos pero los mismos.
Llego a casa cada noche a las siete, me preparo un sándwich y me siento frente a la pantalla del computador, repasando correos y cuentas pendientes, entre ellas el sepelio de Tadeo.
No quiero que mamá tenga que encargarse de eso; no quiero recordarle una vez más la ausencia de su hijo. El pago es alto, pero con más de un año de trabajo podría cubrirlo. Aun así, dejo todo a un lado por un momento y busco opciones para un pago más flexible, quiero asumirlo, ser responsable también de eso.
Esta noche me acuesto temprano con la intención de descansar, tengo el cuerpo agotado y la mente todavía despierta. Las luces están apagadas, pero no apagan lo que duele. Me doy vuelta una y otra vez. Me cubro. Me descubro. Me abrazo. Y al final, me dejo caer.
"Estoy sola en una estación vacía, como si el mundo se hubiese ido sin mí. El aire es espeso, cuesta respirar y entre la niebla, aparece Tadeo. Está igual que siempre, pero hay algo en su mirada que no alcanzo a entender. Me sonríe como si nada, como si no estuviera muerto, como si solo hubiéramos dejado de hablarnos por un par de días. Me dice "Chukha" con esa voz que ya creía olvidada, y de pronto se gira, se aleja, sin apuro, como si supiera que lo estoy viendo por última vez. Corro detrás de él, pero mis pies no responden, el suelo es una masa densa, como barro. Grito su nombre, le pido que no se vaya, le ruego, le lloro, le digo que haré todo bien esta vez. Pero él no se detiene. Ni siquiera me mira"
Despierto con el pecho agitado, los ojos hinchados de tanto llorar. No sé cuánto tiempo estuve gritando dormida, pero la garganta arde como si hubiese sangrado por dentro. Me siento en la cama, me abrazo las piernas. Y lloro, lloro sin control, como si todo lo que vine conteniendo este mes se hubiese roto de golpe.
No estoy bien y sin embargo, me levanto.
Me lavo la cara como si eso pudiera borrar la mala noche que tuve, me visto sin pensar demasiado y reservo la cita en el campo santo. Quiero encargarme del sepelio, quiero hacerlo por él. Porque si sigo respirando, al menos que sirva para algo.
La reunión duró más de lo esperado, las cuotas fueron aceptadas con un interés exorbitante y no tuve otra opción más que aceptarlas. No quiero que mamá se siga deprimiendo, especialmente ahora que me ha llegado la notificación de que el alquiler de su restaurante está vencido desde hace dos meses. Si no paga el tercer mes, no le renovarán el contrato. Debo hablar con ella; este es uno de sus grandes sueños cumplidos y no puede dejarlo ahora, ella necesita más que nunca mantenerlo.
Abro la librería, limpio las sillas y comienzo a ordenar los libros nuevos que nos acaban de llegar de una escritora que sigue triunfando. Tiene muchos lectores que aman su trabajo, y este es otro stock que se ha pedido recientemente.
Llegan varios clientes en busca de sus libros, y estos se van agotando rápidamente, como imaginaba. También llegan varios jóvenes en busca de información sobre el trabajo publicado, les doy el horario de la entrevista y les hago algunas preguntas básicas para que puedan venir preparados. El perfil de todos es muy bueno, así que anoto sus datos.
El día pasa tan rápido que, cuando miro hacia la calle, noto que ya es de noche me quito el mandil y dejo todo en su lugar para ir cerrando.
Tomo mi móvil y le envío un mensaje a Amelia diciéndole que ya voy de camino.
Quedé con ella para ver una película en su casa. Mi amiga ha respetado mucho mi espacio, por lo que no la he visto en semanas, debo admitir que esta soledad me ha ayudado a ser más independiente, y es algo positivo que rescato de este tiempo.