"Isabella..."
Su nombre fue lo primero que salió de mis labios, áspero y urgente, antes de que mis ojos se enfocaran en el techo desconocido. Un techo bajo, agrietado, manchado de humedad. No era el mío.
Me incorporé, la cabeza martillándome de dolor. El lugar a mi lado estaba vacío, las sábanas frías. Una habitación diminuta, sórdida. Olía a cerrado, a cigarrillo y a algo metálico que me heló la sangre antes de verlo.
Mis ojos bajaron al suelo.
Manchas. Oscuras, secas, salpicadas desde el borde del colchón hasta la puerta.
Sangre.
Un puño de hielo me apretó el estómago. Isabella. ¿Dónde está? ¿Qué mierda pasó aquí?
Todo el aire me abandonó. La culpa me golpeó con más fuerza que el dolor de cabeza.
He sido un maldito idiota. Un año entero jugando a vengarme, haciéndola miserable, pensando que eso me haría sentir mejor. ¿Para qué? ¿Para despertar en un infierno como este, sin ella? La amo. La he amado todo este tiempo, y fui demasiado orgulloso para verlo.
Si la encuentro, le suplicaré perdón. Le daré todo lo que tengo. La dejaré ir si ella quiere. Solo que esté a salvo.
Pero al mirar de nuevo ese rastro oscuro en el suelo, el miedo se convirtió en otra cosa. En algo violento y oscuro. Si alguien le hizo algo... si la tocó...
Mataré a quien sea.
Una nueva oleada de dolor me reventó el cráneo. La visión se nubló, la habitación giró. El último pensamiento, antes de que la oscuridad me tragara por completo, fue de su nombre, y de esa sangre que lo manchaba todo.
Editado: 30.12.2025