Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 3❤

Hoy es sábado en la tarde y lo único que estoy haciendo es leer. He pasado todo el día acostada en la cama como una marmota siendo floja y muy feliz en mi modo de hibernación. Qué vida más feliz.

Prendo mi reproductor y comienzo a escuchar todas mis canciones de mi lista, además de cantar a viva voz, aunque mi canto sale horrible y de seguro alguien debe pensar que están matando a una cabra aquí en mi casa. Pero una de las ventajas de vivir sola es que no fastidias a tu propia familia. Mi mamá estaría preocupada si escucha esos gritos en casa.

Comienzo cantar y bailar como una loca toda emocionada por toda la casa al ritmo de Selena Gómez. Un poco desquiciado de mi parte, pero nada grave.

Pero todo acaba cuando me doy cuenta que debo estudiar.

Mátenme ya, por favor.

Todo esto era un intento de relajarme y olvidar por unos instantes que en cualquier momento tengo que iniciar con algo que de verdad detesto. Deseo de verdad que hubiese una forma que la matemática entrara en mi cabeza de forma normal. Sencilla y fácil como una galleta.

Pero no, no pasaba.

Así que me senté en la mesa con YouTube a todo volumen y viendo los mil y un tutoriales que están ahí para explicarme hasta lo más sencillo de unas funciones.

A veces cuando me pongo así de estresada estoy casi segura que tengo una dislexia o discalculia, porque de verdad detesto los números. Detesto con todo mi ser las matemáticas.

No sé cuánto tiempo había pasado, pero de momento sentí que tocaron la puerta y eso me sobresaltó porque estaba al borde del llanto. Odio con todo mi ser las matemáticas. Todo lo demás se me hacía sencillo, esto no.

Pienso todavía que es un error, pero vuelvo a escuchar el mismo sonido. No estando segura de quién podría ser, me dije que debía ser un vecino molesto conmigo porque yo estaba cantando desafinada y debieron de haber escuchado mis gritos de loro en proceso de exorcismo.

Camino hacia la puerta y me pregunto quién será. Ninguno de mis familiares podía ser porque estaban en mi antiguo hogar y mis amigos no saben dónde vivo, excepto Axel que es mi vecino, pero no lo he visto aquí en toda la semana.

Voy despacio hasta que rozo la pared y sin querer apago el interruptor de la electricidad y dejo mi sala sin luz.

—Amelia, sé que estás ahí. Vi que apagaste la luz, no me puedes ignorar. —La voz de Axel me sorprendió haciendo que mi teoría de que él no estaba aquí se fuera por el excusado.

Oh mi Dios, debió de escuchar mi horrible canto.

Si pudiera meterme bajo una piedra en este momento, lo haría sin pensarlo dos veces. Qué cagada. Soy un desastre.

Pero no puedo seguir ignorándolo, así que me calmo y analizo cómo estoy vestida. Llevo un pantalón de pijama con un motón de dibujos de galletas y mi camiseta de Bob esponja. Al menos tengo sujetador.

Síp, creo que estoy presentable.

Abro la puerta y veo un Axel en unos vaqueros negros con una camisa azul marino. Que extrañamente resalta hermosamente sus ojos color avellana. Y su pelo castaño oscuro está en un desorden perfectamente ordenado. Es precioso.

¿Qué estoy pensando? Es mi amigo.

—¿Hola? —No sé ni cómo actuar. Nunca había estado en una situación así.

—Hola vecina. ¿Qué tal todo?

"Habla, no te quedes como una idiota babosa por sus huesitos"

—Bien, vecino. —sigo con el juego y eso era un avance—. ¿Qué haces aquí? —inquiero necesitando su respuesta porque a mí el corazón se me va a salir del pecho.

Sonríe de esa forma matadora y yo casi que me ahogo con mi propio oxígeno. La escuela no te prepara para chicos lindos yéndote a visitar. Debería ser una materia a cursar.

—Técnicamente vivo aquí.

Le entrecierro los ojos ante su bromita lo que hace que sonría de nuevo. —Eso lo sé, solo quiero saber la razón de tenerte en mi territorio, señor Ryel.

—Bueno vine a visitar a mi compañera de clases favorita. —vuelvo a darle la mirada de hace rato, pero no se amilana ante ella—. Para realizar un trabajo de matemáticas pendiente. ¿Sabes? ¿Recuerdas a Sánchez?

Dios, había olvidado que estaba con él.

—Eso. —bueno, yo no sé qué más esperaba—. Bueno, pasa a la mesa. Estaba en ello en este momento.

—¿O sea que el llanto que escuché afuera era de eso? —me quedé pálida en el sitio y luego su risa me hizo ver que estaba bromeando—. Tranquila, no he oído nada. Acabo de llegar de casa de Tomás.

Eso no me iba a calmar.

—Voy a buscar mi tableta, ya vengo.

Lo dirijo a la mesa y voy a mi cuarto para tratar de ser una persona normal. Yo debía actuar de forma natural, todas las jóvenes en España seguramente se han encontrado con alguien así de hermoso y deben estar tranquilas, yo parecía que me hubiesen dado un caballito de adrenalina.

Decido que estoy lo suficiente estable para hablar como un ser humano corriente, pero antes de salir decido ver mi reflejo en el espejo y lo que observó me dejó asustada. Con razón él decía que yo parecía que hubiese estado llorando.

Era como si una bandada de pájaros hubiese hecho un nido en mi cabeza e invitaron a sus amigos y celebraron una fiesta toda descontrolada. Aparte tenía los ojos llorosos. Mis mejillas se enrojecieron de inmediato.

¿Yo lo recibí así?

"Qué horror"

Dios, si me escuchas ahora. Por favor haz que un extraterrestre me rapte. Eso sí que sea como el de la serie de Aliens que estaba leyendo estos días. Podría dejarlo abducirme si me lo permitiese

"Concéntrate, Amelia"

Gracias, conciencia, con eso ya me calmé.

Recojo mi pelo en una coleta más ordenada que la que tenía y veo que está mucho mejor que hace rato. Me coloco mis anteojos normales quitándome los de contacto por lo rojo que estaban y salgo a encontrarme con Axel que ha sacado sus propios apuntes. Al escuchar mis pasos voltea y me sonríe.



#360 en Novela romántica
#11 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 07.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.