—El examen estuvo fácil, Axel. No sé de qué te quejas —comento mientras almorzamos luego de la evaluación de química que tuvimos.
Axel se enfurruña, lo que me hace reír. —Claro, habló Marie Curie. Yo soy un animal para la química, Amelia, entiéndelo.
—No soy Marie Curie, solo me gusta la química —devuelvo. Es la única materia que le pueden colocar números y yo seré feliz.
—He ahí el dilema, a mí no me gusta. Es horrible. Ni siquiera sé por qué la vemos.
Ya sé mi argumento perfecto. —Por la misma razón que las matemáticas están en nuestro pensum de estudio. Para fastidiarnos la existencia.
Chocamos el puño. —La verdad más pura, amiga mía.
Él roba parte de mi sándwich y yo le hurto sus papas fritas. —Qué par estamos hechos, tú odias la matemática y yo aborrezco la química. Somos como el dúo dinámico, pero bruto —continua con voz sombría—. Y deja de comerte mis papas.
—Tú deja de comerte mi sándwich.
Me mira como si lo hubiese insultado, pero he descubierto que Axel es dramático siempre, lo que me hace reír. —Qué malvada eres, pequeña. Pero descuida, me vengaré, no será hoy, no será mañana. Pero lo haré.
—Si eres exagerado. —me rio como nunca y agradezco a la vida poder conocer a estas nuevas personas que me iluminan con su luz. Nunca pensé que me pasaría—. Estoy feliz de estar aquí, Axel.
—Yo estoy muy feliz que tú estés aquí, Amelia.
***
Lost stars de Adam Levine suena por los altavoces de mi teléfono. Es la canción que tiene de alarma mi celular. Un error garrafal que consiguió que soñara con ella, lo cual no era su función, sino la de despertarme sin matarme de un susto.
Me levanto y veo la hora, casi me da un infarto porque faltan treinta minutos para mi primera clase del día y yo de idiota me quedé dormida.
"Estúpida"
Podría faltar, pero es de asistencia obligatoria. Además, es la materia de mis angustias, por lo que cada punto cuenta.
Maldita sea.
Me baño rápidamente y me visto con lo primero que encuentro en el armario rogando que convine y no que me aparezca con un zapato azul y uno verde.
Meto todo a duras penas mis cosas en la mochila rogando que no se quede nada como mi calculadora o la bata de laboratorio. Solo faltan diez minutos para la clase y la facultad queda a veinte caminando. Qué estrés.
Cuando estoy en la entrada del departamento veo a Axel que está saliendo al mismo tiempo del suyo. Es como si un halo de luz lo iluminase siendo la respuesta de todos mis males. Se podría convertir en mi ángel vengador. Espero que se apiade de mí y me lleve en su máquina mortal.
—¡Axel! —lo llamo. Genial, debo parecer una loca.
Él voltea y me mira con esa sonrisa que lo delata. Su cabello está un poco más despeinado de lo normal. ¿Su novia se quedó anoche con él? ¿Sera por eso?
"Concéntrate, Lía"
Aunque aún no la conozco todavía. Siento que cuando pase eso, algo cambiará.
—Amelia, buenos días —vuelve a sonreír y esa sonrisa me afecta horriblemente.
—Hola Axel ¿vas para la facultad? —trato de parecer tranquila, aunque ya he hecho el ridículo y le pregunté lo obvio.
—Claro, pequeña —me mira preocupado—. ¿Estás bien? Te ves extraña.
Bueno cómo le explico que me quedé leyendo una novela de una autora que amo y se hicieron las tres de la madrugada y me desperté tarde.
Tomo aire mi cara debe estar roja como un tómate por lo que le voy a pedir. —No pasa nada, gracias por preguntar. —solo asiente, pero no parece convencido con la explicación que le di—. Axel, ¿será que me puedes llevar a la universidad? Me quedé dormida y bueno... —me interrumpe.
Vuelve a su departamento y cuando sale trae el casco más pequeño de su motocicleta y me lo entrega a modo de respuesta. —No tenías que pedirlo. De hecho, te iba a preguntar cuando te vi salir.
Esto era un alivio. —Estoy súper apenada.
—No te preocupes. Vamos, que llegaremos tarde.
Llegamos al aparcamiento y subimos a su moto. Siempre como la primera vez, lo hago con nervios, pero logro tranquilizarme.
Llegamos a la facultad minutos antes de empezar la clase, gracias a la cortesía de Axel y vamos al salón hablando de tonterías como siempre.
Empuja mi hombro, todo divertido. —Te quedaste dormida.
—Lo sé —digo indignada.
Siguió con el fastidio. —No lo entiendes. La señorita "no salgo y me porto bien" se quedó dormida —habla con voz aguda intentando imitar mi voz.
Bufo como si estuviera enojada, pero no puedo hacerlo con él. Era un gran amigo. —Si Axel, me quedé dormida. ¿Contento?
—Mucho, pero me extraña porque eres muy controladora con el tiempo y te quedaste dormida.
Estoy roja. Cortesía de mi dulce rubor que no me abandona en ningún momento. —Siempre hay una primera vez para todo —le repito unas palabras que me dijo hace un tiempo.
—Exacto. ¿Y qué ocurrió? ¿Te dormiste tarde?
—Sí, me quedé leyendo. Y luego en la mañana sonó la alarma que por cierto debo cambiar por una que no me guste. Ya que soñé con la música y el libro hermoso que leí. Mala combinación. Estaba el hermoso protagonista y la canción de fondo era la que se suponía debía de despertarme.
Él ríe haciendo que mi estómago saltara en el sitio. —Tienes unas ocurrencias, pequeña. —juega con mi cabello haciéndome sentir querida—. ¿Qué canción era? A lo mejor la conozco. —Entramos al salón y nos sentamos en los asientos cerca de la ventana.
—Lost stars de Adam Levine.
Y hace algo que no me esperaba. Él comienza a cantarla y su voz es demasiado hermosa. En serio, tenía un ronco que se oía hermoso. Me encantaba.
—No puede ser que las conozcas. Y se te oye muy bien.
De nuevo se ríe, es un chico que sonríe con las cosas simples de la vida. Todo en él atraía al mundo a acercarse. —Sí, por supuesto que sé de esa canción, Adam Levine es uno de mis cantantes favoritos.