Al final los días pasaron y revisaré mi nota de matemática. Yo estoy sudando de los nervios. De este examen dependía si iba a final o no, por lo que mi vida no estaría tranquila hasta ver que si pasé.
Axel me acompañó dándome aliento y buenos pensamientos durante todo el camino, pero no sirven para mucho, sigo estando nerviosa que no puedo ni caminar bien. Dios, ¡¿por qué soy tan bruta para los números?!
—Estoy segura que reprobé, que eso salió todo mal —señalo mientras vamos hasta la oficina del profesor.
—Amelia, le echaste muchas ganas a esa prueba. Y yo estoy seguro de que te fue bien. Cálmate.
—No me calmaré hasta ver la nota. Luego de ver el gran cero me iré directo a mi casa a llorar y atiborrarme a helado. Luego empacaré para irme a casa.
—Deja el dramatismo —me contestó e iba a darle una mala respuesta, cuando me sorprendió dándome un abrazo antes de girar la esquina que da directo a nuestro lugar de destino.
Siento ese abrazo tan bien que de momento olvido toda preocupación por unos segundos. Este abrazo fue perfecto. Lo necesitaba.
—Cálmate, todo va a salir bien.
—Gracias Axel.
Pasara lo que pasara, yo tenía que afrontar todo. Si suspendía, lloraría mucho. Lo haría porque perdería por lo que tanto luché, pero también buscaría un plan. Como le dije a Erick, seguía siendo joven y si tenía que buscar trabajo para poder estar aquí, lo haría. No me rendiría tan fácil.
Cuando llegamos a la cartelera en donde están publicadas las calificaciones veo la cara de preocupación y de felicidad de algunos compañeros y los nervios vuelven a mí arreciados. Axel se da cuenta y me da la mano en apoyo.
—No quiero verla —le expreso al fin—. Revísala tú por mí —él iba a replicar pero tuvo que ver mi desesperación porque solo asintió.
–Está bien Amelia —se acerca a la cartelera y ve las notas. Su rostro esta inexpresivo, tiene sus emociones escondidas y quiero aprender a imitar. Yo me callo, pero me salen subtítulos—. Amelia lo siento.
Las lágrimas empiezan a aglomerarse en mis ojos queriendo salir como una cascada. ¿Por qué no puedo ser buena para la matemática? ¿Por qué?
—Lo sabía. Soy tan tonta —Ya una lagrima rodaba por mi mejilla, era la primera de muchas.
—Amelia, no llores. No tienes razón para llorar —Lo miro sin comprender, él sabe que para mí difícil eso—. No tienes que llorar, porque en realidad debes preocuparte en donde meterás ese cerebro superdotado que tienes.
— ¿Qué? —hablo con la voz llorona y sin entender ni mierdas.
—Amelia deja esas lágrimas. Fuiste la nota más alta. —Ahora si no entiendo nada.
—¿Qué? —vuelvo a decir como si tuviera un retraso mental.
—Amelia. —secó la lagrima de mi mejilla. —Sacaste diez. La nota más alta. Nadie más lo hizo.
Mi corazón dejo de latir en ese momento, toda la sangre drenó de mi cara y se fue a otros lugares. —¿Es en serio? No juegues conmigo, Axel Ryel. Me enojaré mucho —le respondo al borde del llanto.
—Amelia, mírala por ti misma. —me llevó por los hombros hacia la pizarra y señaló hacia el primer puesto donde se encontraba mi nota. Se ordenan de mayor a menor. Él está en el tercer puesto con siete. —No lo puedo creer. —estoy boqueando como pez, parezco ida.
—Te lo dije. Eres muy inteligente.
—Pero si tú me diste clases de matemáticas y sacaste una nota más baja que yo.
—No es para que me lo restriegues. —Iba a disculparme por lo que dije, sin embargo se rio, haciéndome reír en el proceso—. Mentira Amelia, jugaba. Yo no salí tan bien como tú, porque yo no estudié. Tú pusiste todo tu empeño y valió pena. Eres la nota más alta del salón. —tomó mi mano entre la suya. —Te invito un trozo de pastel de chocolate para celebrar.
—¿Cómo el de Matilda?
—Así mismo y te cantaré ¡Bruce, Bruce!
Lo abracé otra vez y me sostuvo. Lo quería mucho, era la mejor persona del mundo.
—Me encantaría. —caminamos fuera de la escuela y de momento me detengo con un pensamiento que paseó por mi cabeza, arruinándome por completo mi alegría—. ¿Axel tú fuiste la tercera mejor nota? —asiente distraído—. ¿Y no estudiaste? —vuelve a asentir—. Soy tan bruta —expreso dolida—. Seguramente estaba tan fácil y como yo no entiendo ni los ejercicios más simples, por eso me maté estudiando cuando nadie lo hizo.
Axel me mira confundido. —¿Y ahora qué, Amelia?
—Yo necesito estudiar para salir bien y tu no. Soy una tonta. Tú eres el inteligente, eres quién merece una beca —finalizo por completo derrotada.
Él respira, sé que lo estoy estresando con mi ataque neurótico de último momento, pero es que soy un poco fastidiosa cuando me lo propongo.
—Amelia, cada quien tiene una habilidad desarrollada para lo que le gusta. A mí me gustan las matemáticas y salgo bien. Pero a ti te encanta la química y eres la mejor nota del salón y no estudias tanto como para matemática. En cambio a mí, se me da fatal. Paso los exámenes con lo justo y tú lo sabes. Tú tienes que explicarme la mayoría de veces.
Su argumentación me calló la boca y sé que lo molesté. —Lo siento, Axel. Es que a veces sale lo niña en mí y mis neuras deciden hacer aparición. Por lo tanto molesto a los demás.
Él me sonríe ya sin esa mirada de molestia de hace un rato. —No molestas, estás adaptándote. Y menos mal entendiste —Retomamos el paso y llegamos a la pastelería—. Ahora vamos por esos pasteles de chocolate
***
Al final todo si salió bien para mí. Logré terminar mi semestre y aunque matemática no fue mi mejor materia, dio lo suficiente para mantener mi promedio. Lo que me permitió quedarme. Y por eso estaba más feliz que nunca.
Y mis amigos decidieron que la mejor manera de celebrar era llevándome al pub que fui por primera vez. Había una fiesta de final de curso, así que estaría con ellos y mi hermano disfrutando que terminé esta primera etapa.