Llego al hospital y Axel pidió en recepción el nombre de Bianca. La encargada nos dice que está en urgencias. Yo lo sigo, pero él está por completo destrozado. No habla, no dice nada.
Yo me quedo en la sala de espera y me siento terrible, no sé ni cómo ayudar. Tan impotente.
Yo intentaba mantenerme fuerte, pero quería llorar. En el poco tiempo que la conocí se metió en mi corazón. Su optimismo, sus ganas de vivir, todo en ella era digno de admirar. Ahora ya se había ido.
No supe cuánto tiempo había pasado, yo me quedé ahí esperando que salieran. Yo no tenía permitido pasar, por lo que llamé a los chicos y les conté lo que había ocurrido. Estaban muy dolidos también por la noticia y nos prestarían todo el apoyo.
Miré hacia una esquina y se me rompió el corazón. Axel está sentado en el suelo con las manos en su cabeza y viendo a la nada con dolor. Se ve tan vulnerable, que cuando llego lo abrazo, olvidando todo lo que me dije de no hacerlo. De alejarme de él. No podía cuando nos necesitaba a todos.
Él alzó la mirada al notar que estoy cerca suyo. Sus mejillas estaban llenas de lágrimas y me agaché a su altura pasando sus brazos alrededor. Me apretó tan fuerte que me desgarró el alma, estaba muriendo de dolor. Nada se comparaba a eso que estaba Axel viviendo en ese momento.
Yo me quedé allí, no le decía nada, solo lo abrazaba. Él se aferraba a mí como para mantenerse con vida.
—Amelia, no tenías que venir. Deberías estar en tu casa.
—No. Soy tu amiga y debo estar contigo en las buenas y las malas. No te dejaré solo.
Un médico se acercó a nosotros, era un joven residente nos dio el informe médico sobre lo que pasó. Axel lo miró con tanta rabia y todo pasó tan rápido que no me dio tiempo aguantarlo.
Lo tomó por el cuello y lo arrincona en una pared. Yo nunca había visto a Axel ser violento con nadie, pero veo que esto lo rompió. Un médico que pasaba por allí los separó evitando el golpe que iba a propinarle al chico.
Los de seguridad lo toman alejándolos. El médico que nos ayudó hablaba con el interno. También lo calmaba porque esto debía ser un momento traumático para él como estudiante.
Axel se deja caer en el piso, yo lo ayudo a levantarse y me lo llevo a las sillas de la sala. Lo abrazo y sus ojos lloran.
Lo recuesto sobre mis piernas y llora descontroladamente sus sollozos son muy fuertes. Estaba por completo destrozado.
—Ella era mi única familia. Me quedé solo. —sorbió su nariz limpiándose las lágrimas—.No tengo a nadie.
Me desgarra verlo llorar así y aunque yo llevaba poco tiempo conociendo a Bianca se forjó una bonita amistad y me parecía alguien especial no merecía morir tan pronto.
—No estás solo. Me tienes a mí. —le digo pasando las manos por su cabello—. Tienes a los chicos y además tienes a Ariana.
—No me lo tomes a mal. Pero ella era lo único que tenía de mi sangre. Era la hermana de mi mamá y lo más cercano a una madre.
No me molestó que lo haya dicho, tenía toda la razón. —No tranquilo, yo comprendo. —quiero preguntarle algo, pero no sé si hacerlo porque es meterme en la vida privada de él. —. ¿Axel, dónde está tu familia? Nunca me hablas de ellos. No respondas si no quieres.
Él sospesa lo que va a decir. Toma aire inhala y exhala, luego me mira con dolor, no debí preguntarle nada. Soy una insensata. —Mis padres, mi hermana menor y yo sufrimos un accidente hace unos años y yo fui el único sobreviviente. Por eso era mi tía quien me cuidó desde pequeño. —y al nombrar su tía vuelve a contraerse de dolor.
La vida de Axel es tan triste que me siento mal por él. Quiero ayudarlo pero no sé cómo.
—Tranquilo, pequeño. —le digo el apodo que él me colocó. Se extraña que lo haya llamado así por la mueca que hace—. Yo estoy aquí contigo.
En eso sale de nuevo el interno y al lado viene el médico que nos ayudó. Algo en él se me hacía familiar cuando lo orientan lo que debe hacer.
Axel se va por un pasillo y yo me quedo de nuevo sola, pérdida.
Me limpio las lágrimas mientras me refugio en mi chaqueta. No creí nunca que ella partiría, ahora estaba descansando luego de tantos años luchando contra el cáncer de mama.
Yo sigo a los doctores a recepción para finiquitar las cuestiones del seguro y así aprovechar de pedirle disculpas en nombre de Axel.
Lo llamo para decirle algo. Él interno se gira hacia mí y me presta atención. —Lo siento, era su única familia.
Es un chico mayor a mí. Los ojos cansados y la tristeza lo vencían. No quería imaginar el dolor que sentía como médico.
—Es mi primer paciente que muere en mis manos. El RCP no funcionó.
—No es tu culpa, son cosas que pasan. Ella llevaba enferma mucho tiempo.
Parece que nada lo va a consolar, se está rompiendo y sentí mucha pena. Este era mi miedo constante, no me imaginaba perdiendo a un paciente, creo que me lastimaría de forma irremediable.
—Adair, ve a casa. Recupérate —esa voz yo la conocía y me encontré con una persona que no pensé ver de nuevo. Había pasado ya un tiempo—. Hola, bonita. No pensé verte aquí. Al menos no así.