No puedo creer lo que está diciendo Axel. Él ama su carrera. No puedo digerir que por algo tan triste la deje. Él es un excelente estudiante. Lo veo cada vez que ayudaba a alguien con el poco conocimiento que tenía. Lo veía en sus ganas de aprender para hacer el bien. Esto no podía estar pasando.
—No puedes dejar la carrera, Axel —expresé sin importarme que haya gritado por la impresión.
—Sí, sí puedo y lo haré —me contestó en el mismo tono.
Escuchar eso me hizo que mi corazón se rompiera. Axel estaba lastimado y dejaba de luchar.
Necesito hacerlo cambiar de parecer. Él no puede tirar por la borda todo lo que ha logrado. Los años que ha puesto su empeño y amor. Sabía que le era doloroso, pero también sabía que si él lo hacía, se arrepentiría toda su vida, porque él ama este mundo. Sé que lo hace.
Y recordé sus palabras en el pasado. “Tienes amor y pasión para esta carrera”
Eso era lo que él sentía, solo debía recuperarlo.
Ya sé por dónde empezar.
—Sí ya estás tan decidido, respóndeme a esta única pregunta —Me mira intentando parecer fuerte, pero está tan perdido. Quiero llorar por verlo así de roto. No lo merece.
—Dime.
—¿Por qué decidiste estudiar medicina?
Sabía que no esperaba que le preguntara eso por la forma en la que quedó por completo pálido. Supongo que creía que le preguntaría otra cosa.
—Por ella —dijo luego de un rato, su voz por completo derrotada. Este no era el seguro Axel que decía “Qué todo va a estar bien”, este era un hombre que la forma en que conocía el mundo, se hundió para él—, Lo decidí por Bianca.
Ahora era cuando yo comprendía los motivos por los que él cambió su elección de carrera. La razón de que no estudiara ingeniería como se propuso.
—¿Querías ayudarla? —asintió. Poco a poco mi corazón se rompía por él.
—Quería ayudar a cualquier persona que tuviese cáncer. Encontrar una forma de que esa enfermedad no lastimara a nadie más, pero ya no tengo el faro que me decía, sigue. —su suspiró sonó derrotado, cansado—. Pero no pude ayudar a mi tía. No tuve la oportunidad de hacerlo.
No sabía la magnitud de las cosas, pero debo echarle esa idea para atrás. Él no es un cobarde. —Axel, tú no tienes la culpa de la muerte de tu tía. Ni nadie, su cuerpo ya estaba cansado de luchar
¿Qué puedo decirle para hacerlo cambiar de parecer?
—Amelia… —Sus ojos se llenan de lágrimas, no había visto esto desde esa noche en el hospital, se estaba guardando todo—. Yo no me imagino perdiendo un paciente con cáncer. Sería revivir todo. Mi alma se moriría cada vez. Me siento culpable. Culpable de no llegar a tiempo.
Era comprensible todo lo que decía, su voz rota, la tensión en él. Axel sentía más de lo que demostraba y esto lo estaba acabando.
Pero él había sido mi punto de apoyo tanto tiempo, ya era hora de intentar devolver todo lo que había hecho por mí.
—Axel —me acerqué y me siento en cuclillas frente a él. Sus ojos se posaron en los míos y bajó la cara con vergüenza—. Tú no tienes la culpa. —le alcé la barbilla obligándole a que me mire—. Tú no tienes la culpa —repito.
Lo acerqué a mí y lo abrazo. Él comienza a llorar. Su cabeza esta encima de mi abdomen. La llora como nunca lo he visto ni siquiera en el hospital. Solloza y aprieta los puños con fuerza que sus nudillos se ponen blancos.
—Amelia, me quedé sin mi madre dos veces. Bianca era mi mamá. Se hizo cargo de mí cuando ella tenía veinte años. Ella me dio amor y nunca pude agradecérselo. Nunca pude hacer nada por ella. —Volvió a sollozar y estoy aguantándome para no llorar junto a él. Pero debo mostrarme fuerte, no compadecerme de mí misma.
—Ella está a tu lado. Aunque no la veas. Está contigo. Y estoy segura que ella sabe el gran amor y agradecimiento que le tenías. Sabe que la amabas, siempre me lo decía —no digo nada mientras él se calma un poco—. Y créeme que si dejas la carrera no te sentirás bien contigo. Es una decisión de la cual te arrepentirás en un futuro. Y llegará un momento de tu vida que cuestionarás esa sentencia y te darás cuenta de que fue la equivocada. Y que es muy tarde para remediarlo. Te gusta, tu mundo es eso. Puedes a ayudar a cualquiera, ser la diferencia.
Parecía que mis pablaras los afectaron un poco porque se vio como un niño pequeño regañado. Pero debía hacerlo para que entrara en razón. —¿Y si muere alguien bajo mi cuidado?
—A todos se nos irá algún paciente y no podremos hacer nada contra ello. Solo entender que si diste todo por el todo para que estuviese bien, lo hiciste de la mejor posible, no era su destino quedarse. Solo somos humanos, al final todo es una decisión que no es de nosotros. Son fuerzas más allá de nuestras manos. No somos Dios.
Él me escucha sin decir nada, pero sé que le di a pensar. Y eso era lo que quería. Me aferraría a cualquier cosa para hacerlo cambiar de parecer.
—¿Crees que tu tía estaría de acuerdo con que no siguieras lo que tú querías hacer en la vida? Se enojaría y te diría de todo por ello. —Inhalo y exhalo exasperada sin saber si esto funcionará—. A menos que no tengas vocación y no te guste esto a fin de cuentas. Y eso nadie podrá remediarlo.