Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 22❤

Estoy en Francia.

Cuando aterrizamos era ya tarde y vimos la ciudad en pleno apogeo. Está enseñando todo por lo que es famosa. Las luces y el romance. Parejas caminando de la mano y hermosas maravillas arquitectónicas.

Pasamos en el taxi por los Champs Elises y vemos el arco de Triunfo y a lo lejos la torre Eiffel. Tengo una sonrisa que ocupa completamente mi cara y estoy feliz. Axel toma mi mano y se ve también feliz.

Él habla con el taxista en francés, porque el señor llamado Axel Ryel sabe francés. Y le pide que nos deje en la Latin Quarter, paga ya que conoce cómo se maneja la moneda local.

Nos bajamos y tomamos nuestras maletas y como siempre él decide llevar la mía. Me agarra de la mano y caminamos como si fuéramos una pareja más. Y por un momento me permito imaginar eso, no que estamos aquí por un matrimonio lleno de drama familiar.

Tomo foto de todo con la cámara de mi teléfono. Y no me importa parecer a una turista debo documentar todo. Además, le mandé una a Matías. Una selfie en donde le digo que estoy aquí. Él me contesta con un emoticono con corazones.

Seguimos caminando y veo muchas cosas asombrosas. Los bistrós, les creperías, las pastelerías y pequeñas cinemas están en toda la calle. Los mimos están jugando a salir de su caja. Todo es hermoso. Un lugar precioso.

Al rato veo que la gente se aglomera en un sitio. La mayoría son turistas y se lo que es.

Es el Point zéro des routes de Francia.

Ese es el kilómetro cero de París. De ahí se toman las distancias de toda Francia. Y tiene un valor en la cultura parisina porque se dice que si pides un deseo tocando la estrella dorada de ocho puntas que está dentro del octágono se cumple. Además, el poder volver a París. Hay franceses que dicen que si no vas al punto cero es como si no hubieras venido nunca a París. Es decir que vienes o vienes.

Tomo la mano de Axel y lo arrastro hasta allí, mientras le digo toda la historia.

—Pide un deseo —digo.

—No necesito un deseo. Está todo lo que deseo aquí. —Me da algo. Qué hermoso.

No debo mostrar lo efusiva que estoy ante sus palabras. —Anda pide un deseo. Eso sí que no lo escuche yo.

—Está bien. —pone su pie encima de la estrella y cierra los ojos y pide su deseo. Yo me rio de su cara. Nunca puedo con su cara de concentración.

—Ya, Amelia. Tu turno.

Pongo mi pie sobre la estrella y pienso lo que voy a desear.

Mi familia está bien, estudio la carrera que me gusta, tengo amigos. Así que no tengo nada que desear. A excepción de eso que una voz de mi cabeza siempre saca a relucirme a una persona. Quiero a Axel.

Desearía que Axel tuviera sentimientos hacia a mí. Que sintiera lo mismo que yo, que me mirase en serio, pero eso es imposible, Además no quiero que esté conmigo en contra de su voluntad. Lo quiero demasiado para atraparlo en algo que no desea.

Así que mi deseo será simple.

“Quiero encontrar mi camino en el mundo”

—Ya —quito mi pie de la estrella y me pongo a su lado.

—Vamos. —me dice.

Empezamos a caminar y Axel me señala algo. —Amelia, mira allá. —señala y no puedo creer lo que estoy viendo.

La catedral de Notre Dame se alza encima de una isla.

—Es hermoso.

Tomo una foto sabiendo que había alguien quien quería verla tanto como yo.

Seguimos caminando por horas y lo increíble es que no nos cansamos.

—Estoy feliz —grito dando vueltas como una niña.

—Se nota. Daría mucho para ver esa sonrisa hermosa siempre en tu cara.

—Mi sonrisa es horrible.

—No Amelia tu sonrisa es muy linda. Eres única.

Me derrito.

Señores llamen a emergencias porque creo que van a tener que recogerme con pala del suelo de aquí de Paris.

“Oh si eso será un recuerdo hermoso. Oui, oui”

Caminamos un rato más y pasamos por un puente muy hermoso. Según la escritura se llama Point Alexandre III. Tiene hermosas farolas y las luces se reflejan en el río.

Vamos a una parada de Taxis para irnos al hotel. Ya en auto Axel vuelve a tomar mi mano y me habla. —Gracias, Amelia.

—¿Por qué? —pregunto porque no sé.

—Por darme un día muy feliz en mucho tiempo.

Siento unas estúpidas mariposas en el estómago.

—De nada. Pero gracias a ti también.

—¿Por qué, Amelia?

—Por venir a compartir esto conmigo.

Todo queda en silencio hasta que llegamos al hotel. Vamos a recepción y pedimos nuestras llaves. Axel insistió en que iba a pagar sus gastos, pero mi mamá no lo aceptó y dijo que era en agradecimiento por ayudar a su pequeña princesa, es decir yo.



#367 en Novela romántica
#11 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 07.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.