Salí del restaurante sin mirar atrás. Sabía que para Matías era una situación extraña. Debía estar preocupado por el comportamiento tan errático que yo tenía. La verdad es que es me volví loca y actué impulsivamente, pero eso me hizo bien. Se sintió en realidad como una victoria.
Me dolía mi pecho, mi corazón estaba tratando de latir en la caja torácica, pero no podía. Me sentía por completo descorazonada. Como si nunca iba a estar entera de nuevo. Solo que en lapso después de mi explosión, la razón llegó a mí.
Tenía que decírselo.
Yo tenía que hablar con Axel y decirle lo mucho que lo amaba.
Ya había llegado la hora de ser una adulta como yo lo era. Dejar la cobardía. De todas formas, ya todo estaba yéndose de nuestras manos. No importaba si callaba, nuestra amistad comenzó a acabarse.
Y joder, dolía. Dolía como nada nunca lo había hecho. Porque dejaría una parte de mi corazón en el proceso. Sabía y estaba consciente de que las cosas cambiarían para siempre. Que lo que construimos en los últimos seis años se fue a pique.
Todo acabó.
Yo me eché a llorar en el proceso. Matías frenó su auto y yo seguí en mi llanto. Me estaba desmoronando.
—Mel, ¿qué pasa? Me está preocupando oírte así.
Pero no le pude responder nada. Yo tenía que hablar con Axel antes, si se lo contaba a alguien más podía cambiar de parecer.
—Mel. —sentí el sonido de mi cinturón soltarse y los brazos de Matías alzarme. Me sentó sobre sus piernas mientras yo seguía en pleno apogeo de mi llanto. Tenía que sacarlo. Yo no imaginé nunca que un corazón roto sería así de doloroso. Pensé que era algo que se inventaban las historias de romance para darle drama. Pero no. De verdad estaba muriéndome de dolor aquí.
Yo no pude responder nada, solo seguí ahí escuchando el sonido de su corazón en mi oído mientras que me dejaba llevar por las lágrimas. Sentía lastima por Matías y tener que soportarme en plena crisis de llanto. Debía estar perdido por mi culpa.
Tomó de su asiento trasero su chaqueta y me abrigó con ella. Sentía su aroma masculino, ese olor de colonia marina y after shade.
No sabría decir cuánto tiempo pasé ahí, llorando hasta quedarme seca, pero él se quedó. Lo sentí acariciar mi espalda de forma tranquilizadora. Poco a poco comenzaba a calmarme. El aire pareció volver a mis pulmones y pude al final aquietarme. Pero él no hizo amago de separarme de su lado, solo siguió en ese abrazo restaurador.
—¿Qué te pasa, mi Mel?
Era la tercera vez que me llamaba así. Es un diminutivo diferente de mi nombre. —Tengo mi corazón roto, Matías.
Con sus dedos alzó mi barbilla obligándome a mirarlo. —¿Cómo puedo ayudarte?
—¿No me vas a preguntar quién lo destrozó? —negó y eso era extraño. Si él me hubiese dicho que alguien le rompió el corazón a él, querría saber quién fue la porquería—. ¿Por qué?
—Porque eso es algo que debes decidir si contarme o no. Estaré aquí para sostenerte siempre que me necesites.
De nuevo vislumbraba el ser humano tan maravilloso que él era. Hubiese dado lo que fuese necesario para enamorarme de alguien como él. De alguien igual de especial y único como lo era Matías Vera.
—¿Tienes novia, novio o algo Matías?
Él se rio. —Solo y sin ningún compromiso.
—No te enamores nunca, es una mierda —¿quién quería el amor cuando te dejaba así de destruido?
Me dio una sonrisa triste. —La advertencia llegó tarde, Mel. Estoy enamorado.
Acaba de decirme que había alguien en su corazón.
Quería preguntarle sobre su amor, pero él mismo respetó mi privacidad, tenía que devolverle el favor. —¿Por qué no estás con esa persona?
—Porque ella no me ve de la misma forma, ama a alguien más.
Sentí su dolor en sus palabras. No era fácil amar a una persona y que no te correspondiera. Lo sentía en mis propias carnes.
Solo quería que él estuviera contento, era alguien hermoso que merecía que lo amaran de la misma forma en la que él lo hacía. Debía ser un honor ser querida por alguien como él.
—¿Quién necesita ese sentimiento tan asqueroso en el mundo? Cuando sea neurocirujana voy a buscar una forma de extirpar esa zona de nuestro cerebro. —intenté bromear y él jugó con mi nariz haciéndome reír.
—El amor es importante, necesario en el mundo. Tu corazón roto va a sanar algún día.
—¿Un cardiólogo hablando del corazón roto?
—¿Recuerdas la cardiomiopatía de Takotsubo?
Asentí. —La que el ventrículo se ve como una olla de pesca de pulpo.
—Esa. —no entendía a que venía una conversación médica en este momento—. Ese es el síndrome del corazón roto.
—¿Es real? Pensé que era un poco de ficción.
Negó. —Es real, tuve un paciente que acababa de perder su esposa de un accidente automovilístico. Sintió un dolor en su pecho demasiado fuerte, tenía toda la semiología de un infarto. Cuando hice los estudios vi que tenía ese signo de bolsa de pesca. Su corazón estaba rompiéndose. Había desaparecido el amor de su vida. Necesitó un marcapasos luego de eso.