Llegué a mi departamento y cerré la puerta con un estruendoso sonido. No me importaba si los vecinos llegaban a reclamar y me viesen en este estado en el que me encontraba. Yo solo quería que esta tristeza y este dolor acabara.
Entré a mi habitación. Sin pensarlo demasiado, tomé mi maleta y comencé a meter la ropa sin orden ni desorden. Ya habría tiempo de arreglarla, yo solo quería irme lejos de aquí. Olvidar la estupidez que había cometido horas atrás. Los años desperdiciados esperando un imposible.
Agarré mi mochila en donde coloqué mi laptop, tableta y cargadores y en otra guardé mi neceser. Bajé todo en un solo viaje y lo subí a mi auto. Tenía que poner una mínima distancia antes de hacer un desastre de mí misma. Solo de encontrarme con Axel aquí era para que yo me desmoronara. Así que debía irme.
De todas formas yo me iría en unos días, solo estaba adelantando mi viaje.
Me mentalicé de lo que debía hacer. Tenía que actuar con la madurez correspondiente y puede que esto no lo fuera, pero ahora solo quería alejarme de todos. Quería irme y poner unos kilómetros de distancia con la situación que me había explotado en la cara. Todavía yo no podía creer que había hablado con Axel y que su respuesta fuera que tenía una promesa, me destrozó por completo. Yo pensé en otras posibilidades, que no me amase, esa era una opción comprensible, pero que me dijese que me quería y que no podía estar conmigo me rompió de mil formas.
Y yo no podía aceptar eso. No podía aceptar que él estuviera con una chica a la que no quería y que nos lastimara a las dos. Porque comprendí que por eso Ariana me odiaba, ella vio mucho antes que yo que Axel tuviese sentimientos por mí. Solo era una persona que estaba afectada por un único culpable.
Axel.
No podía odiarla. Era otra víctima de un destino miserable.
Sabía que él no era una mala persona, estaba por completo consciente de ello, pero este error nos costaba caro a todos. Porque éramos tres personas que estábamos saliendo lastimados.
Mi teléfono sonó y miré su nombre. No había dejado de llamarme desde que lo dejé en el estacionamiento del centro comercial. Pero yo no podía seguir con ello, yo tenía que poner fin a esta situación antes de que mi corazón se despedazara aún más. No podía seguir esperando un milagro que ahora sabía que no se iba a dar.
Tenía que perderlo para encontrarme a mí misma.
Por años solo miré a través de los ojos de Axel. Pensando en mil y un posibilidades para nosotros. Creí que algún día él se daría cuenta de que tenía sentimientos hacia mí, pero siempre lo supo y jugó con ello. Porque esa trastada que me hizo de hacerme creer que no se acordaba de su declaración fue la peor cachetada que me habían dado.
Me lo preguntó sabiendo lo que había hecho.
Yo tampoco actué mejor, fingí ignorancia. Pero estaba resguardando lo poco que le quedaba de cordura a él. Porque en ese momento Axel estaba perdiéndose en el camino y yo solo quise calmarlo haciéndole ver que todo estaba normal.
Bueno, él sabía que me había besado.
Y lo que le dije era una completa y absoluta verdad. Si él hubiese empujado más esa noche yo me habría acostado con él. Y me felicité mentalmente por no ceder a ello. Por ser fuerte.
Le escribí un mensaje a mi hermano avisándole que me iría a Santillana. Sabía que él querría una explicación y que se preocuparía, pero yo no estaba lista para hablar con él. Ni con nadie.
Conduje por horas, limpiándome las lágrimas en el proceso. Yo no podía dejar de llorar. El recuerdo de sus palabras clavándose muy internamente dentro de mí. Su declaración de amor que siempre me pareció un imposible y que ahora era una realidad teñida de dolor. No había alegría en los fonemas que siempre añoré escuchar.
Iba en silencio, no quería ni encender la radio. Yo solo quería dormir por horas y no pensar en nada más. El abrazo de mamá que me consuela y las conversaciones con mi padre. Para mí, eso sonaba como el cielo en este momento.
Cuando la entrada de Santillana me recibió, casi que agradecí al cielo tirándome en medio de la calle con un beso a la tierra. No me maté en el camino y eso era un avance dado el estado en que yo conduje.
Las calles de piedras me remontaron a una época donde yo fui feliz y nunca lo supe. Este lugar era mi hogar, no importaba lo que hubiese pasado en estos años, siempre sería mi casa.
Estacioné frente a la posada. La quinta colonial que podía reconocer aunque perdiee la memoria, sabía que estaba en mi refugio.
Mamá salió y al ver que era mi auto, comenzó a dar brincos de emoción. Yo bajé y enseguida corrí hacia ella abrazándola en el proceso. No podía dejar de llorar. Estaba rompiéndome.
—¿Lía, qué ocurre?
Yo solo lloraba. No podía responderle.
—Vamos a tu cuarto, le diré a uno de los chicos que recoja tu maleta.
La seguí sabiendo que no podía hacer más nada. Cuando nos metió en el ala que era la parte de nuestro hogar, me hizo sentarme en la cama. Tecleó algo en su telefono y recibió algo de las mucamas en la puerta.
Ella me extendió una taza de manzanilla. Yo estaba hipando y me calmaba de a poco, pero no podía hablar bien.