Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 38❤️

Dos semanas pasaron luego del desastre que pasó con Axel, Matías y yo. Cualquiera pensaría que me estoy volviendo loca, pero luego de llorar esa noche me dije que debía ser fuerte y serenarme.

Así que lo he dejado todo fluir.

Misteriosamente, ya que yo soy de las que siempre está pensando en mil cosas y la gana la ansiedad. Pero esta vez no quise que me comiera la cabeza. Tenía que pensar en mí. No me estaba haciendo nada bien dejar que mis sentimientos me gobernaran por completo.

Me estaba curando de a poco.

He cambiado un poco mi literatura, he estado leyendo libros de autoayuda. Por años pensando en que eso solo era libros que escribían sin ninguna lógica, ahora estaba aprendiendo con ellos. Porque no quería volver a sentirme de la misma forma que me sentí en estos últimos meses, en realidad en estos últimos años.

Así que sí, mis días han ido un poco mejor. Y luego de lo que pasó con Axel aquí en mi casa puedo decir que ya no sé qué demonios esperar. Dolida, pero no sorprendida.

Descubrí como Axel supo donde me encontraba. El imbécil de mi hermano –llamado Erick– no sabía lo que pasó con él. Así que le dio mi ubicación. Quería estrangularlo, pero el fratricidio no está permitido aquí ni en ninguna parte del mundo.

Hoy desperté y quise quedarme en mi cama, pero por lo que veo eso es algo imposible. Matías llamó y dijo que vendría temprano desde Madrid, me pidió para salir a pasar el rato. Así que luego de tanta insistencia de él y mi mamá -que es una traidora, por cierto- tuve que decir que sí.

No sé cómo una persona tan hermosa como él llego a mi vida, pero solo sé que no lo merezco.

Pero tengo mucho miedo de lastimarlo.

Porque yo me siento bien con Matías, pero estoy consciente que si yo intento algo y no he superado mis problemas, seremos dos los que saldremos lastimados. Y no lo merece. Prefiero que se una a una chica que lo valore de la misma forma que lo hace él.

A veces me odio por ser tan estúpida.

¿Qué le costaba a mi corazón enamorarse de un chico como Matías? ¿Por qué demonios tuvo que antojarse de Axel? Todas las banderas rojas estaban ondeando, ¿y qué hice yo? las vi como si fueran corazones. Estúpida, estúpida me repetía una y otra vez.

Eso no estaba en el libro de autoayuda que leía, pero era acotación mía.

Así que en contra de lo que quería para mí el día de hoy, me arreglé con ropa deportiva como Matías me dijo y cuando suena el timbre me despido de mamá y abro la puerta.

Él se da vuelta y me sonríe. Su frente ya no tiene los puntos y casi ya no se le nota la herida. Yo como siempre necesito, lo abrazo.

—¿Nos vamos? —pregunta.

—Sí, vamos.

Para subir a su auto él hace igual que siempre y abre la puerta como un elegante caballero. —Suba a su carruaje, señorita.

Grazie —le doy la mano para subir—. Signore. —ambos reímos con mi italiano horriblemente pronunciado y corre a su puesto para conducir.

Él arranca su auto y nos dirigimos hacia no sé dónde. Siempre que voy con él me lleva a lugares sorpresa. Y que no le pregunte, porque me hace un drama de padre y señor mío, "que si no confío en él" y cosas así por el estilo.

Como a quince minutos de viaje él estaciona y al mirar en donde nos encontrábamos casi que me bajé, no de la emoción, sino para huir.

—¿Haremos senderismo? —pregunto.

Él sonríe. —Sip. Espero que no seas de la que caminar les fastidie.

Si claro, sobre todo yo.

Estamos en la ruta del mar de Santillana. Nunca he ido porque caminar y yo somos como una cosa que no nos llevamos bien. Mis hermanos me invitaban siempre, pero yo me quedaba en la comodidad de mi hogar resguardando mi vida.

—Yo quiero vivir, Matt. Soy un asco en los deportes.

—Tranquila, que si yo mejoré en los deportes, tú también lo harás.

—Iugh, odio hacer ejercicio.

—Quédate tranquila.

—Es que aquí me vas a tirar del acantilado. ¿Es eso? Es que yo sabía que por algo me traías.

—Si eres exagerada.

Él va hacia el maletero de su auto y saca un morral en el que parece yo podría vivir ahí para siempre. Es gigante y me duele la espalda de solo verlo. La mía es super pequeña y tiene un cambio de ropa porque yo soy desastrosa y cuando dijo ropa deportiva, me dije que tenía que tenerla.

Lo señala. —Aquí tenemos todo lo que necesitamos.

—Bueno, espero que haya algo de chocolate allí. Si me vas hacer caminar, que valga la pena.

—No lo sé —dice, dejándome a la expectativa.

Comenzamos la expedición por el camino reglamentario y menos de diez minutos ya estoy casi que vomito mis intestinos.

No lo hago porque pese a que me siento mal, el sitio es hermoso.

Todo es de color verde y la tierra es oscura. Se respira un aire fresco. Nada dañado por los autos y los grandes contaminantes. En los primeros cinco kilómetros estoy jadeando, pero Matías está súper tranquilo. No respira entrecortadamente. Creo que ni suda y yo estoy aquí que parezco un pollo al horno.

—¿Cansada? —pregunta deteniéndose en un lavadero. El camino empedrado continúa y estamos tapados por la sombra de los árboles.

Le lanzó una mirada fulminante y solo se ríe. Claro, como es tan fácil para él

—No te burles.

—No me estoy burlando. —y pone las manos en alto en señal de paz.

La paz no era una opción con él.

Me entrega una botella de agua. Y yo la bebo como si fuera la tierra prometida, un elixir de la vida eterna. No sabía qué podía amar tanto el agua.

—Puedes tratar una arritmia ventricular y no puedes caminar doce kilómetros. No puedo contigo —dice burlándose.

—Pero una arritmia no debo caminar, sólo pensar en el tratamiento. —lo miro petulante. — ¿Que te puedo decir? soy una mujer de inteligencia más que de fuerza bruta.

—Perdóname, doctora Amelia, la eminencia más inteligente luego del nobel de medicina.



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En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 07.01.2023

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