Me dio la mano para ayudar a levantarme de la arena, noté como la gente comenzaba a irse a los sitios donde pasarían la noche y los lugareños volviendo a su hogar luego de un día largo. Luego estábamos nosotros que no teníamos donde dormir todavía, pero que por un plan día sin pensar aquí estábamos. Yo sabía que había tomado una extraña decisión, pero por algo se sentía correcta.
—Vamos, pequeña.
Caminamos por la playa, las olas rompiendo en la orilla. Me dolían las piernas por la excursión extensa, pero me sentía con buen ánimo. Todo esto resultaba bastante purificador en mí. Me permitía soltar muchas cosas que cargaba encima de mi espalda.
No importaba que pasaría en los próximos meses, en los próximos años. Yo encontraría mi lugar, me sanaría. Paso a paso, poco a poco. Un día mi sol me volverá a sonreír.
Hay quienes dirían que mis problemas son pequeños comparados con los de algunas personas, que hay cosas más importantes en el mundo que mis propios asuntos y que debía pensar en otros más que en las nimiedades de mi corazón. Pero no era así, cada persona es un mundo y ese mundo pasa por devastaciones y horrores a su manera. Y en este preciso instante mi cosmos estaba siendo destruido, no por ello lo que me pasaba era mucho menor que las complicaciones de los demás. Todo lo que había construido terminó lastimándome. Y era lo único que valía.
Era mi dolor, mis heridas y para mí era grande.
He conocido mucha gente que dice que un amor no correspondido no debería afectarte tanto. ¿Dónde queda tu amor propio? te dirán. Pero no es falta de amor a ti mismo, es que cuando te enamoras idealizas a una persona y esa persona se vuelve parte vital de tu corazón. ¿Cómo te sacas un trozo de tu alma sin romperte en el proceso? Imposible.
Y puedes intentar repararlo, solo que lastimosamente las grietas están ahí, puedes taparlas, pintarlas e intentar repararlas, pero en el fondo de las capas de yeso y pintura, siguen ahí. Esperando un día para volver a abrirse.
El amor es una cosa compleja que nunca entenderemos. Podemos secuenciar los químicos que se activan en el enamoramiento o intentar comprender cómo es su fisiología, pero a ciencia cierta no sabemos al final toda la verdad de cómo se da ese proceso.
No había hablado por un rato, habíamos estado caminando por las calles empedradas de Ubiarco y nos detuvimos a ver cómo hacían un baile ceremonial. Yo parecía una sin techo, pero al menos sabía que a Matt no le iban esas formalidades.
—¿Quieres ir a comer? —inquirió luego de un rato.
—Sí, puede que no hayamos comido hace mucho, pero empiezo a morir de hambre.
—Somos dos.
Entramos a un pequeño restaurante y aunque no dábamos la mejor imagen, nos llevaron a una mesa bonita. Tenía un mantel rojo con cuadros blancos y un pequeño florero. Deliciosa comida italiana era lo que olía en cada rincón
—Sabia decisión.
—Tu comida favorita es la pizza —se quedó en silencio un segundo como si lo que dijo estaba errado—. Y eso sonó como un acosador de mi parte.
Me reí.
—Al menos eres un acosador que me consientes en mis gustos —dije dándole un trago a mi vaso de agua—. Y sé que tu comida favorita es la lasaña de tu madre.
—Y ahí no te equivocas. Siempre que mamá viajaba a Londres le pedía que me llevara eso.
El ambiente era cómodo, luces tenues y si hubiese sido una cita tendría un lindo vestido y mis rizos bien hechos, pero ahora estaba vestida con vaqueros, deportivas y una sudadera. Mi pelo era un chongo desordenado encima de mi cabeza.
Por otro lado miraba a Matías. Él también estaba desarreglado, pero tenía una ventaja a su favor. Hasta el caos se veía bien en él. Su cabello desordenado le daba un aspecto relajado, su ropa de excursión le profería esta apariencia de chico aventurero. Y muchas de las que estaban aquí lo habían notado.
De fondo se oía un disco de DVICIO, me oí tararear con mi horrible voz "Qué tienes tú" mientras esperábamos la comida. Nada más el olor me tenía aquí salivando. Moría de hambre. Y me comería media pizza así luego me queje de que no rebajo absolutamente nada.
Apenas pusieron la bandeja, yo tomé un trozo como la desesperada que era. Al instante me arrepentí de parecer una muerta de hambre, pero Matías me miraba con una sonrisa que hizo cosas locas dentro de mí. ¿Cómo podía verme de esa forma tan bonita cuando yo no era más que un desastre?
—Mi precioso. —dije al probarlo.
Comenzamos a comer, casi no dijimos nada, solo aprovechábamos de disfrutar la delicia de harina, salsa y queso. El montón de calorías que quemé el día de hoy las estaba recuperando con ansias.
De momento fuimos bajándole la intensidad a la forma de comer y él limpió su boca antes de mirarme. —Mel, tengo una pregunta.
No sabía qué podía ser, pero me preocupaba.
—Dime.
—¿Cuándo piensas volver a Madrid?
Era complicado.
En Madrid estaba todo de lo que me alejé para no caer en ese hoyo oscuro de la depresión. Volver para allá implicaba que debería volver a mis amigos, los mismos de Axel, y la posibilidad más grande, la de encontrármelo a él.
Sabía que en algún momento nos veríamos de nuevo, pero tenía miedo de lo que podía hacer. Estaba consciente que había terminado con su novia, solo que pensar en darle una oportunidad a él no se sentía correcto.
Estaba clara que eso fue lo que más deseé por años, pero no me gustó la forma en que llevó a que terminara con Ariana o la manera en que nos lastimamos los tres. Eso no era sano, no estaba bien.
Y si algo había aprendido con esos libros que empecé a leer es que aquello que no me genere tranquilidad, debo sacarlo de mi vida.
Axel me lastimó por muchos años, no es fácil para mí olvidar eso. Olvidar lo que sentí, la forma en que creí que todo dentro de mi corazón se desmoronaría.
Así que tenía todavía algunas cosas que pensar.