El matrimonio del primo de Matías había llegado ya. Yo estaba que no podía de los nervios, casi que me había quedado sin uñas y no lo hice por el hecho de que se me arruinaría la manicura que me hizo Haydee antes de irse de viaje con mi hermano a Surrey.
Estaba cagadísima.
Hoy conocería a los demás más familiares de Matías y se me hacía algo tan importante. Era un paso más allá de lo que alguna vez había hecho con un chico. Bueno, no es como si hubiese tenido novio antes. La cosa es que te presenten a sus seres queridos y sobre todo en una fiesta de ese tipo implicaría aparecer en fotos y que, si las cosas no se daban, tendrían que borrarme como un mal recuerdo.
Ay no.
Me había terminado de arreglar cuando me miré en el espejo. El día de hoy había puesto mucho amor a mi aspecto. No quería que nada desentonara conmigo. Sabía que Matías no había presentado nunca a nadie a su familia y que yo era la primera persona con la que lo haría, lo que agregaba más tensión a la situación. Era una noche de primeras veces para los dos.
Terminaba de colocarme perfume cuando el timbre sonó. Yo recogí mi bolso y fui a la puerta. Cuando abrí me encontré a Matt con un traje negro, camisa blanca y una corbata del mismo color de mi vestido. Borgoña.
Ninguno pudo decir nada, solo noté como me observó de arriba abajo y sus ojos se tornaron del color de la plata fundida. Un pequeño aro quedaba del gris que estaba acostumbrada.
Lo había dejado sin palabras.
—Joder, Mel. Estás bellísima.
Yo supe que había logrado el objetivo.
Mi cabello era una cortina lisa que llegaba por debajo de mi cintura, una trenza cascada estaba llevando mi pelo hacia un lado. Mi vestido era cuello halter, del cual partía una malla transparente en la parte del pecho que aludía a un escote. La falda era asimétrica acentuando mis curvas y mis piernas. Estas últimas tonificadas por mi trote actual de cada mañana.
—Gracias, Matt. —me acerqué y dejé un beso en sus labios—. Tu también estás muy guapo. Me gusta mucho verte en traje.
Sentí como tragó en seco.
—Vamos ángel, que llegaremos tarde a la boda.
Él me dio la mano y nos subimos al ascensor.
Estando allí sentía como estaba tenso y no comprendía la razón de que estuviera así. Me sostuve de él en todo el camino porque yo no era una experta en tacones. Los usaba solo cuando la ocasión lo requería.
Me abrió la puerta de su auto y me ayudó a ponerme el cinturón de seguridad. Accidentalmente tocó mi pierna desnuda y toda la piel se me erizó en el proceso. —Lo siento —susurró con voz ronca.
Él condujo todo el camino hasta la iglesia en donde se llevaría a cabo la ceremonia. Estando allí yo casi que comencé a hiperventilar porque bueno, sería la prueba de fuego. Ya conocía a sus padres, pero ¿qué tal si le caigo mal a su hermana? ¿alguna tía donde sea el sobrino consentido?
No, no me gustaba para nada esas opciones.
Entramos a la iglesia y ahí estaban dispuestas la familia del novio y la novia. Nos dirigimos de inmediato a donde estaban sus padres. Las miradas estaban puestas en nosotros dos.
—Tendré que cuidarte de mis primos solteros.
Me rio, ¿qué cosas dice? —Deja la paranoia. Solo soy una chica normalita.
—No, claro que no. —él piensa en algo por un segundo y su voz la siento en un lugar cerca de mi oreja—. Aunque pensándolo bien. Tiene sus ventajas.
¿Qué estará pasando por esa cabecita de él?
—Ajá. ¿Cómo cuáles? —inquiero no muy convencida y con la respiración acelerada.
—Seré la envidia de todos ellos. Mi chica es la más hermosa esta noche.
No pude decir demasiado porque su familia llegó, una cosa que agradecí porque no creía hablar de forma correcta sin decir algo como que estaba babeando o algo así.
Sus padres venían con dos personas más. Ambas parejas hablaban con emoción y yo intenté calmarme. Yo podría hacer esto y más.
—Hola, mamá. —besó su mejilla con cariño—. Papá.
—Pensamos que solo acapararías a Amelia para ti. —Julia me abrazó—. Qué bueno que viniste. Estás hermosa.
—Hola, Julia. Muchas gracias y usted también se ve muy bien.
—Gracias, linda. Siempre es bueno arreglarse y salir un rato. —yo debería tomar ese consejo—. Ven te presento a mi hija. —Me señala a la chica de hace un rato—. Ella es Katya.
La chica tiene aproximadamente mi edad, tal vez un poco más. Era de cabello negro azulado y sus ojos tenían el mismo tono que el de su hermano mayor. Era una versión refinada y femenina de él.
—Hola Katya, un placer conocerte —saludo.
Me dio un abrazo de forma efusiva. —Hola Amelia. Es bueno al fin conocerte. Como ves, soy la hermana de este idiota que no deja de hablar de ti —miró a Matías y este le remedaba haciéndome reír.
—El sentimiento es mutuo, hermanita —responde Matías por lo bajo.
—Ya era hora de que el imbécil tuviera novia. Mucho tiempo solo —sus insultos me recuerdan a los que le digo a mis hermanos—. Él es mi novio Christopher —señaló un chico rubio, atractivo de ojos azules. Era alto al igual que ella.
—Mucho gusto, señorita —y hace una reverencia. Me rio.
—Eso es para que crean. Pero en realidad es un tonto —expresó Katya.
—Pero aun así amas a este tonto —la gira y le da un beso en su nariz.
Nos piden que nos sentemos en la fila correspondiente, estoy en la misma que los padres y hermana de Matt. Estando allí él toma mi mano y las mantenemos entrelazados mientras esperamos que la ceremonia inicie.
Yo aprovecho de mirar toda la boda. Estando aquí me permití imaginar vivir algo así en mi vida. Sabía que quería casarme, pero cuando yo estuviera preparada para dar ese paso. Ni siquiera tenía trabajo todavía, así que esas ilusiones tendrían que esperar mucho tiempo.
Miré a Matías, yo era su novia y no sabía si le pasaban las mismas cosas por su mente. ¿Podría yo tener un futuro con él a su lado? A mi mente solo podían llegar imágenes aleatorias, imágenes que no tenían un rostro, pero que me hacían sentir en paz.