Matías dejó pequeños besos por mi rostro, cuello, por cualquier lugar que estuviera cerca de su boca. Una sonrisa enorme surcaba sus labios. yo también me sentía feliz. En calma.
—Vamos a dormir, te ves cansada.
Y como era todavía normal en mí, me ruboricé por completo. Podía haber hecho el amor con él, pero seguía sin conocer muchas cosas. No me iba a convertir en una femme fatale de la noche a la mañana, menos en un encuentro. Pasaría mucho para que no fuera este cúmulo de nervios.
Sentí que abandonaba mi cuerpo y yo quise retenerlo tal vez porque nunca había estado tan unida a una persona. Era como si mi alma se hubiese encontrado con la suya.
—¿Cómo te sientes? —preguntó acariciando mi cuero cabelludo.
No lo sabía, ¿Me sentía diferente? ¿La gente se daría cuenta? Es que siento como si todo mundo fuera a ver que yo ya había tenido relaciones sexuales.
¿Es que yo podía ser más ridícula?
Muchas mujeres perdían la virginidad, más jóvenes que yo, de hecho, pero me sentía como si fuera un fenómeno raro.
—Bien, duele un poco.
—Un baño caliente, eso debería ayudar.
Negué. Yo quería dormir.
—Mel, es lo mejor. Lo necesitarás.
—Tengo sueño.
—Será rápido, me lo agradecerás luego.
Asentí no muy convencida, la verdad es que quería dormir. Fue como si me hubiese drenado toda la energía de mi cuerpo.
Me arropó con la sábana, cosa que agradecí porque no estaba tan confiada de mostrar mi cuerpo. O sea, es que faltaría mucho para sentirme con normalidad sobre mi físico. Lo que me hizo pensar en qué él conocía lo que pasaba por mi mente y se dio cuenta de lo miedosa que me volvía.
Matías se colocó su ropa interior y fue al baño. Escuché que la bañera se llenaba y luego volvía. Yo estaba somnolienta cuando me rodó de la cama y sacó la sábana que había debajo. Quería preguntarle por lo que hacía, pero la cuestión murió en mi garganta cuando vi la mancha de sangre.
Mierda, eso había sido bastante.
—Mel, tus ojos en los míos.
Asentí, temblando.
Yo había perdido mi virginidad. Yo había estado íntimamente con un chico y nada de lo que pude haber estudiado, leído me preparó para lo que fue estar de esa forma con alguien.
Me besó en los labios. —No te duermas, ya vuelvo.
Salió del cuarto y menos de cinco minutos después regresó. En sus manos traía una pastilla y un vaso de agua.
—Es un ibuprofeno.
Me eché a llorar ahí mismo.
Sí, yo era un cumulo de hormonas sensibles en este momento.
Se sentó a mi lado y me abrazó. Yo me quedé acurrucada en su cuerpo. Yo creo que ninguna mujer se había puesto así como yo.
—Si yo disfruté y se sintió bien —eso último lo dije ruborizaba y en voz baja—. ¿Por qué lloro?
—Mel, tienes que aprender muchas cosas. —eso lo sabía—. Hoy diste un paso grande, es normal que te sientas así. Estás asimilando cambios.
Sí, yo lo sabía toda la tormenta química y cómo por psicología algunas mujeres reaccionaban a esa primera vez, pero decidí ser estúpida y llorar.
—¿Me das un beso? —pregunté en un puchero.
—Eso ni se pregunta, Mel.
Sentí sus brazos atraerme hasta él y besar mis labios con cuidado. Con tiento y sobre todo muy suave.
—Vamos a meterte en la bañera.
Me llevó en brazos hasta el baño. Allí me dejó sobre el suelo. Yo parecía una niña pequeña y despeinada cuando me miré en el espejo.
—¿Quieres estar sola?
Negué. —Quédate conmigo.
Me quitó la sábana y me ayudó a entrar en la tina. Cuando el agua caliente dio en mi centro se sintió un escozor. Él tomó un recipiente y comenzó a echarme agua en el pelo, devolviendo de a poco mis rizos.
—Ya vuelvo, ángel.
El salió del baño y yo me quedé ahí mirando a la pared. Mi cuerpo se encontraba pesado y con cansancio, pero aun así me bañé a conciencia. Cosa que agradecí que me dejara sola porque necesitaba un momento para mí. Llámenme mojigata, pero todavía había cosas que no era una veterana. Era un paso a la vez. Esto no era como las novelas que yo leía en dónde la protagonista ya era una experta y sentía confianza por entero con una única experiencia sexual. Yo apenas iba tomando confianza. Había dado un paso grande esta noche.
Porque si me gustaría que pasara de nuevo.
Matías me hizo sentir como que tocará el cielo, desde el primer momento que le pedí que se quedara se preocupó por mi cuidado, por no presionar demasiado y darme el tiempo para hacerme la idea. Creo que con nadie más podría haberlo hecho, porque su amor hizo que el encuentro fuera especial.
Regresó al baño y me vio lavando mi cabello. —¿Puedes entrar aquí conmigo?
—¿Quieres? —asentí—. No voy a decir nada, porque era lo que quería.
Se desvistió y yo hice espacio para que se sentara delante de mí. Me abracé a mis rodillas y no podía ver nada de mi cuerpo.
—¿Cómo te sientes?
—Es extraño, no siento nada diferente en mí, pero cuando lo pienso, siento que algo dentro de mí cambió. No sé si me explico o te enredé.
—No, tiene lógica lo que dices. —tomó mi mano y la besó—. Te ves bonita.
—Apuesto que mi maquillaje es un desastre ahora.
—No, realmente no tienes maquillaje. Veo tu rostro sin él y me parece precioso. —me ruboricé—. Debo admitir que estaba nervioso.
¿Él? Si había parecido tan tranquilo mientras que yo temblaban como una hoja.
—No te creo.
—Lo estaba, solo quería que no lo supieras. Era tu primera vez y quería que fuera especial. Una mala experiencia y te habría marcado, no podría perdonármelo.
Tan dulce, mi Matt. Siempre se preocupaba por mí.
—Lo fue —el movimiento del agua era lo único que sé escuchaba—. ¿A ti te gustó?
La inseguridad en mi se hizo presente y yo debía de preguntar. Tenía que saberlo. Imaginar que yo hice todo mal era una espada de Damocles sobre mí. Él tenía más experiencia que yo.