Una semana. Una estúpida semana ha pasado y no he podido hablar con Matías.
Lo llamaron de Inglaterra de urgencia el mismo día que me di cuenta de mis sentimientos porque debía atender a uno de sus pacientes de tercera edad que había sufrido infarto mientras viajaba. Y lo pidieron expresamente. Me encantaba que fuera bueno en su trabajo, pero odiaba las circunstancias.
Él se sorprendió mucho de la llamada, decía que tenía buenos colegas y de más experiencia que él. Pero insistieron que fuera él. ¿Qué se le puede hacer cuando tu inteligente novio es una eminencia?
Lo he extrañado demasiado, de verdad que me hacía demasiada falta, extraño sus abrazos y sus besos. Aunque hablamos todas las noches, no quita que lo añoro. De verdad que me enamoré de él hasta lo impensable.
Pasaba tiempo en el hospital, con mi familia y amigos. Pero siempre estaba presente en mí Matías. No imaginé nunca que algo así me iba a dar tan duro. Pero pasó. Nunca sabes lo importante que es una persona en tu vida hasta que por razones la distancia los separa.
Estuve tentada a decírselo en una llamada, pero me rehusé. El merecía saberlo estando en persona, que me viera a los ojos y que no le quedara ninguna duda de mi amor por él.
Porque sí, lo amaba muchísimo. Con toda mi alma. Él había reparado mi corazón con cuidado, pero me dio mi espacio para sanar por mí cuenta. Fue mi apoyo para poder levantarme en medio de la oscuridad. Me devolvió la sonrisa.
Su cumpleaños era hoy y estaba triste porque lo pasaría en Inglaterra. Al menos tenía a su hermana, pero quería que fuera el primero que tuviéramos juntos. No me fui porque el boleto era caro para mí escaso presupuesto de una persona que todavía no trabajaba.
Hablé con él hasta que él reloj marcó las doce. Puede que yo haya llorado un poquito al verlo lejos. Al menos quedamos de vernos en la tarde para hablar por video llamada y cenar de esa forma. Con su hermana le había encargado su tarta favorita para que festejaran.
Al menos yo ya tenía al fin su regalo. Lo encontré y apenas lo vi supe que sería algo que le gustaría. Él tenía al mundo a sus pies, pero sabía que lo apreciaría.
Estaba terminando de hacer el mini mental test a un paciente que acababa de ingresar y le entregué los datos al residente de guardia. Iba a pasar con otro paciente cuando sentí una persona al lado de mí.
Al girar lo supe. —Axel.
—Hola, Lía.
Parecía menos desganado que otros días, incluso sus ojeras habían bajado un poco. lo que era bueno. El recuerdo de lo que fue nuestra amistad no impedía que me preocupara por él. Fue la persona que estuvo en mis primeras caídas.
—¿Puedo ayudarte con este paciente?
Yo tenía que preguntar. —¿Por qué estás aquí?
Pareció confundido. —Vine a evaluar a los pacientes contigo.
Iba a hacerse el tonto. —Sabes que eso no fue lo que te pregunté. ¿Qué haces aquí trabajando en Neuro cuando dijiste que querías hacer otra especialidad?
—Porque tenía que intentar de alguna forma estar cerca de ti.
Yo lo halé del brazo y lo saqué de la habitación para llevarlo al descanso de los residentes. Esto no podía verlo los pacientes. Ya había llegado la hora de terminar con ello.
—Entiende de una vez, Axel, lo nuestro se acabó. Mejor dicho, nunca empezó. No fuimos nada.
—No me puedo rendir contigo.
Bufé. —Por favor, tú te rendiste conmigo desde la primera oportunidad. No estábamos destinados a estar juntos.
—Mientras viva y sepa que estás cerca, no me voy a rendir.
—Es tarde.
—¿Por qué? ¿Acaso eres novia de Vera? No me digas eso porque no te creo.
¿Por qué carajos le parecía tan ilógico?
—Axel, sí. Lo soy. Tenemos tres meses juntos.
Me miró como si no me creyera, pero al ver que no retrocedía, ni retiraba lo dicho su rostro se endureció.
—No lo amas como amaste.
—Axel, eso es obvio. A él lo amo y tú solo eres el recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
Él intentó besarme, pero me alejé antes de que lo lograra. —Ni se te ocurra. No soy la misma, Axel. No estoy detrás de ti esperando que te des cuenta de que me quieres. Tengo a alguien a quien amo y que me ama de la forma más incondicional posible.
—Eso es agradecimiento.
—¿Te das cuenta de que suenas como un ególatra? No eres el único hombre sobre la faz de la tierra.
—¿Y qué pasó con todos estos años de amistad? ¿A la basura? Tú sentías lo mismo que yo, no me lo puedes negar.
—Lo sentía, me moría y me iba a casa sola con mi dolor. No te decía nada porque no necesitabas eso en tu vida, pero no Axel. Eso se acabó. Me rompí de una forma en que no creí nunca estar bien. Nuestro amor no fue suficiente para mantenernos. Nos hizo daño.
—¿Me dejaste de querer? —musitó con dolor.
Negué. —Te dejé de necesitar. Fuiste mi mejor amigo, pero eso no fue suficiente cuando el sol se me apagó. —sentí que las lágrimas llegaban a mis ojos—. ¿Sabes que es quedarte dormida llorando por el dolor? ¿Que te sientas fea, indigna, sin ningún valor? Así me sentí durante seis años. Seis años en dónde verme en un espejo me costaba. Dónde recibía malos tratos de tu novia. Dónde me melló la autoestima a más no poder.
Sus ojos se le llenaron de lágrimas. Supe que al fin entendió por lo que pasé. Porque no importaba lo peleados que estábamos, sabía que para él fui importante. Al menos como su amiga.
—No sabía que te estaba lastimando de esa forma, Amelia.
Estaba consciente que era cruel decir esas cosas, pero lo mejor para cerrar este ciclo es contar todo con la esperanza de enterrarlo al fin para siempre.
—Lo hiciste en reiteradas ocasiones, ¿Cómo crees que me sentí el día de mi mayoría de edad cuando me besaste y luego dijiste que fue un error? —al ver qué no respondía, continué—. Me hiciste sentir como nada. Fue la primera vez que me rompiste el corazón.