Hasta que el sol vuelva a sonreír

Capítulo 58❤️

Un año después

Caminaba de la mano de Matías por la Piazza delle Erbe. Mirábamos a la gente comprar recuerdos y aprovechar de tener algo de un viaje hermoso en un lugar tan único como lo es Verona.

Tenía un año y unos meses más de novia con Matt. Un año lleno de hermosas experiencias y de un amor que nunca pensé sentir. Cada día me enamoro más de él. Con sus gestos, bondad y cariño, soy afortunada de tenerlo.

De tenernos.

Aún no puedo creer mi dicha. Matías se ha convertido en mi otra mitad, mi complemento. No tengo miedo a mostrarme, puedo ser yo misma y me seguirá viendo de la misma manera que lo hace. Con amor en sus ojos, lo que espero que sea un reflejo de lo que los míos muestran por él.

Teníamos un noviazgo muy lindo, admito que a veces discutíamos como cualquier pareja, nada de irnos por lo tóxico, pero ambos sabíamos reconocer nuestros errores y mejorábamos cada día.

Ha sido un año maravilloso. Yo celebraba que pasé a mi segundo año de residencia de Neurocirugía y mi novio me dio la sorpresa de esta escapada para nosotros dos en los pocos días que me dieron libre. Me dijo que algún día me mostraría la tierra de su mamá y dónde pasó casi todas sus vacaciones de niño, y aquí estábamos el día de hoy.

Cosa que me tiene eufórica.

Aún no me he mudado con él, llámeme chapada a la antigua, pero no me sentía lista para dar ese paso hasta estar segura. Quería tener la certeza de que eso era lo correcto antes de hacerlo. Mantener algo de independencia. Y Matías no me ha presionado, aunque cómo podía quejarse, si igual me quedo con él o viene a mi apartamento más de lo que haría si viviéramos juntos.

Era hermosa nuestra vida.

Mi hermano ya tenía un año en Surrey y era tía de una hermosa niña que lleva por nombre Luna, como mi mamá. Los dos se casaron unos meses después del nacimiento de la pequeña en una ceremonia que hicieron en Santillana con nuestros amigos y familiares. Y bueno, debo decir que lloré de principio a fin, aunque Erick no podía decir mucho porque desde el mismo momento en que vio a Haydee cruzando el pasillo se hizo un mar de llanto.

Mis amigos continúan trabajando juntos. Sophie y Albert son padres de un niño, Ana y Tomás aún no se habían casado. Isabelle terminó con su novio, lo que me dejaba triste porque quería que tuviera la misma felicidad que todos nosotros.

Y no he sabido más de Axel.

Supe que se fue a trabajar a Estados Unidos, pero de ahí más nada. Esperaba que él pudiera encontrar todo aquello que merecía, y que la alegría llegara a su vida. No importaba lo que pasó entre nosotros. Si había alguien que necesitaba amor, era Axel.

Pero yo no era ese alguien.

Luego de lo que fueron años, mi amor por él claudicó, le sigo teniendo cariño, pero más que todo por la amistad que tuvimos. Perdí dicha amistad, pero era un fin necesario ya que eso me estaba lastimando más que cualquier cosa. Y a él tampoco le hacía bien.

Tal vez algún día, pueda encontrarlo y saludarnos de forma cordial. Pero no guardaba la esperanza de ello. Nuestra relación se rompió y nada pudo salvarla. Pero era algo que debía pasar. No estábamos destinados. El amor de mi vida no era él.

Sentí un beso en mi cuello y me giré hacia el hombre que era dueño de mi corazón. La sonrisa en Matías era enorme y yo di un pequeño beso en sus labios. —¿Trajiste mi helado?

—Me tratas como tu sirviente, ¿sabes?

Sonreí. —Mi leal súbdito. —Ambos reímos por ese juego que teníamos—. No creo poder hablar de forma correcta, sería un desastre y descubrí que te gusta usar el italiano.

—Si lo aprendí fue para hablarlo con mi principessa—dijo en un tono ronco que me recordó a la manera en que me hablaba mientras hacíamos el amor.

Está demás decir que me ruboricé. No importa todo lo que hemos hecho, yo seguía siendo esta chica tímida. Salvo cuando estábamos solos. Ambos aprendimos a explorar el cuerpo del otro y amar cada parte de su ser.

—Matt —susurré.

—Sí, Mel.

—Te amo.

Y sus ojos, su sonrisa mostraron su total amor hacia mí. —Yo te amo a ti, mi ángel.

Me tomó de la mano y caminamos por las calles mientras comíamos de nuestros helados. Ya comenzaba a anochecer y estaba algo cansada del día. Ya que con las guardias dormía poco y esta salida también me agotó, tampoco es que hubiese dormido mucho la noche anterior.

—Amor, hay un sitio que quiero mostrarte. No podemos irnos sin verlo.

—¿Estás seguro? Está anocheciendo.

—Claro, sabes que te cuidaré.

Así que seguimos caminando por las calles empedradas, llenas de tanta magia e historias. Yo me encontraba bastante a la expectativa de ello, pero sabía que no me diría nada. Matías sabía que amaba las sorpresas.

Subimos por un callejón y mi mandíbula se desencajó al ver en donde estábamos. —¿De verdad estamos aquí?

—Si vienes a Verona esta es una parada obligatoria.

—Me encanta.

Me encontraba mirando la casa de Julieta en Verona. Hace años atrás nunca imaginé que me encontraría en este lugar que era la cuna para los enamorados. Sitio en donde se han escrito hermosas historias de amor.

—Vamos, ángel.

Recorrimos un pasillo que estaba lleno de cartas y tarjetas de amor. Miré la estatua de bronce de Julieta y una sonrisa llegó a mis labios. —Tómame una foto aquí, me siento majestuosa.

Me dio una sonrisa y sacó su cámara de la mochila. Yo no sabía cómo posar al lado de Julieta, pero lo hice de una forma tonta. Mi alegría era palpable. Estaba tan emocionada.

Pedí a una chica que nos tomará una foto y ella me sonrió antes de hacerlo. Me abracé a mi persona favorita en el mundo y este devolvió el mismo. Aunque estaba tenso. Trataba de no mostrarlo, pero lo noté.

—¿Te sientes bien, amor? —pregunté preocupada.

Asintió. —Todo bien. Ahora veamos lo que falta, quiero llevarte a cenar al final de nuestro recorrido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.