Hasta Que La Muerte Nos Separe

PARTE 01

 

—Hija, cuídate mucho y cualquier cosa me avisas—expreso la anciana mujer, mientras despedía con una mano a su preciosa nieta de tan solo diecinueve años, ella le devolvía en saludo con la mano acompañado de una ligera sonrisa, aunque no lo dijera en voz alta,  su vida, aquella oportunidad, ese desafío de imaginar que todo había sido un sueño, sin embargo, la sensación  de vacío, de que en medio de tu pecho un gran hueco quedaba, como cuando hay una explosión y ahí dejan las huellas de aquel hoyo profundo.

 

—¿Todo bien, Niza? —dijo Marcel, su novio de la universidad, el que había sido así desde la preparatoria, uno que era más controlador de lo que debería—No me contestabas el teléfono, se supone que en tu área no había tráfico, lo revisé hace un buen rato.

 

—Me baje unas cuadras antes y camine, solo eso, no me mires de esa forma, como si no me creyeras.

 

—Para que veas que confió en ti, lo haré, te creeré, ahora explícame por qué subiste la foto de un ocaso.

 

—¿A eso? —contesto de manera nerviosa —mi abuela quería ver una novela en mi teléfono y de casualidad la subió

 

Suspiró profundo, la mirada de Marcel, la inquietaba, era como si tuviera miedo de que le leyera los pensamientos, siempre se cuestionaba ¿Por qué seguía con él? ¿Por comodidad? ¿Costumbre? Podía ser cualquier de ellas o ambas, sin embargo, cada día, desde hace dos semanas, crecía en ella algo desconocido, algo que la motivaba a tomar un valor casi incipiente, sin embargo, era como una pequeña semilla que aún no germinaba.

 

—Sabes que no me gusta que prestes tus cosas, porque te puede llamar en cualquier momento y no ando de humor para hablar con esa vieja.

 

—Se llama doña Hermita, no es ninguna vieja, deja de llamarla así—Hasta ella se sorprendió de como lo contesto ¿De dónde salió ese valor? Además del tono ¿Valiente?

 

Marcel, estaba a punto de tomarla del brazo para darle una lección cuando apareció el rector de la universidad, que muchas veces daba ciertos paseos para estirar las piernas, además de acercarse a los estudiantes.

 

—Buenas tardes, jóvenes, se ve que no hay clases.

 

—Lo siento, señor Hernández, tiene razón, había olvidado mi clase de las dos. —Aprovechó ese momento para marcharse, después de todo, solo era una pequeña voz, un susurro de valor que la había impulsado, sabía de qué era capaz Marcel, no en vano. Su atuendo favorito, eran camisetas de cuello alto o manga alta en pleno verano.

 

Unas horas después su clase de economía financiera había terminado, según su horario, no se chocaría con Marcel hasta dentro de un rato, todo estaba perfectamente sincronizado,  estaba tan absorta en sus pensamientos,  cuando de pronto choco con alguien,  se dio de frente contra un torso, su campo de visión era una camiseta blanca, cuando alzo la mirada, sus ojos chocaron con otros de color azul profundo, que la observaban de una manera extraña; sin  embargo, a ella le entro un terror escalofriante, como si un aire frío llegara hasta su columna vertebral.

 

—Lo siento yo —pronuncio, sus labios temblaban, pero no entendía por qué, que había en aquel hombre que le alteraba todo hasta el raciocinio, el sentido común.

—Niza—Pronuncio él, casi como un susurro, tuvo que alejarse de él, un instinto primario, uno básico, un extraño instinto de sobrevivencia, cuando Andrea una de sus mejores amigas, la tomo del brazo y la alejo de ahí, sin embargo, ella giró a verlo por última vez, como si algo extraño la atrajera hacia ese desconocido.

 

¿Quién será ese hombre? ¿Porque pronunció su nombre  en un susurro?



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En el texto hay: fantasia, amor, dolor

Editado: 16.06.2024

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