Hasta que la Vida nos Reúna

Capítulo 7

Capítulo 7: Llamada de auxilio

—Hanna, te necesito.

La voz de Richard sonaba desesperada en el teléfono.

—Estoy en el hospital con Alice. Está grave.

Una corriente helada recorrió mi columna vertebral y mis piernas apenas me sostuvieron. Era precisamente lo que había presentido. La única familia que me quedaba en este mundo estaba sufriendo, mientras yo disfrutaba en Nueva York las exquisiteces del amor.

De pronto sentí el enorme peso de la culpa.

—¿Qué sucedió, Richard?

—Alice tiene una hemorragia interna y los médicos están intentando determinar el origen. Tal vez la operen esta noche.

—¿Y los niños? ¿Con quién están los niños?!

—No tuve cabeza para buscar una niñera confiable a las cinco de la mañana. Los llevé a casa de la vecina. Quedaron con ella.

—¿Lucy?

—Sí.

Imaginé a mis amados sobrinos asustados, en una casa que no era la suya, y mi corazón se partió en mil pedazos.

—Te necesito, Hanna querida, sólo para cuidar de ellos. Por favor, tómate un vuelo ahora. Para el mediodía estarías en Prescott. Tú sabes que no te lo pediría si hallara otra solución -dijo comenzando a sollozar del otro lado de la línea-. Si ella… si ella… no sé qué sería de nosotros sin ella…

Oír el llanto de mi hermano desestabilizó mi mundo. Desde la muerte de mi padre él siempre había sido mi sostén. Sentirlo vulnerable de pronto era algo que no sabía cómo soportar.

—No te derrumbes, Richard. Ella te necesita entero. Hablo con mi jefe y salgo para allá. Yo me haré cargo de los niños.

Corté la llamada y corrí a la oficina de mi jefe. Él era un hombre comprensivo y yo siempre había sido una empleada responsable y trabajadora, por lo que no tuvo problemas en darme el permiso que necesitaba.

—Tómate tu tiempo, Hanna. Soluciona los problemas de tu familia y regresa. Acá te estaremos esperando.

Desde que llegué a Nueva York mi jefe había actuado como un padre para conmigo, por lo que no podía esperar menos de él. Así que le agradecí infinitamente y salí disparada.

Miré la hora: las ocho y diez. No podía perder más tiempo. Tomé mi bolso -que esperaba tuviera todo lo que necesitaba para volar hasta Prescott-, llamé un taxi y volé al aeropuerto. Antes de salir, había alcanzado a decirle a Sussy que me iba a Arizona y que la llamaría al llegar, para explicarle.

En el camino intenté enviarle un WhatsApp a Steve, pero el teléfono se apagó. Había olvidado cargarlo, por lo que decidí que compraría un cargador y lo pondría a cargar en el aeropuerto, mientras aguardara el abordaje.

Sin embargo, fue llegar, comprar pasaje y abordar, todo en cuestión de minutos, ya que había un vuelo a punto de despegar, por lo que otra vez debía cambiar de planes y avisarle cuando arribara.

Siete horas después llegaba al aeropuerto de Prescott, aunque, con la diferencia horaria, allí era apenas el mediodía. Tomé un taxi que me llevó directo a la casa de Richard y busqué a los niños en la de Lucy.

Cuando Noah y Harry corrieron a abrazarme, sentí sus corazoncitos acelerados mientras ocultaban el rostro contra mí. En ese momento yo era lo único que tenían, y me encargaría de ellos como lo haría su madre, hasta que ella regresara del hospital.

Una vez en casa de mi hermano, busqué un cargador para cargar mi teléfono mientras preparara el almuerzo para los niños. Hallé uno en el cuarto de huéspedes -que era mi cuarto cuando venía de visita-, sólo quedaba rogar que le anduviera.

Enseguida busqué mi bolso y mi móvil, sin embargo, fue abrir el bolso y comenzar a entrar en pánico. ¡El teléfono no estaba!, ¡ni en el bolso ni en mis bolsillos! Por un momento me sentí perdida. Lo necesitaba con urgencia, ¡sobre todo en ese momento! Debía comunicarme con mi hermano para que supiera que ya estaba con los niños; debía mantenerme al tanto de la evolución de Alice en el hospital; debía hablar con Sussy para que estuviera informada; y ¡Steve!... ¡se iba a preocupar tanto por no encontrarme en casa a su regreso!...

Jamás había extraviado mi teléfono, por lo que tuve que hacer un enorme esfuerzo por calmarme y pensar con claridad, ya que era lo que todos estaban necesitando de mí en ese momento, y era el único camino para solucionar ese problema.

Primero me ocupé del almuerzo de los niños y de lograr que se distrajeran en el patio con la pelota de basket. Luego busqué la vieja Laptop en mi cuarto del primer piso, para hacer el reclamo a la compañía aérea, ya que lo más seguro era que había dejado mi móvil en el asiento del avión.

Inmediatamente después tomé el auto de Richard y fuimos con los niños al hospital. Una vez que mi hermano y mi cuñada me vieron por fin a cargo de sus hijos, dejaron de preocuparse al menos por eso, ya que les esperaba una larga noche de preparación para la cirugía que había sido reprogramada para la mañana siguiente. El aspecto de Alice me preocupó, pero era una mujer joven y fuerte y el hospital era de los mejores de Prescott. Sólo debíamos esperar lo mejor.

Una vez que dejé el hospital, me dirigí al centro comercial para comprar un teléfono.




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