Capítulo 9: Intentos desesperados
—Recepción de We Are. Buenos días. ¿En qué puedo ayudarle?
—Buenos días. ¿Me podría comunicar con el Gerente de Marketing, el Licenciado Steve Jones?
—¿De parte de quién?
—Soy Hanna Cullen.
—Un momento por favor.
La espera logró que la puntada que ya sentía en el estómago antes de llamar, se agudizara.
—¿Señorita Cullen? Gracias por esperar. La atenderá su secretaria.
Yo no quería hablar con la secretaria, pero no alcancé a objetar que ya me había comunicado con ella.
—Buen día. ¿Qué necesita?
—Hablar con el Licenciado Steve Jones.
—Él está ocupado en este momento.
Esta vez la punzada la sentí en medio del pecho. No estaba segura, pero presentí un tono de desagrado en la secretaria de Steve, como si me conociera y le resultara inconveniente que llamara.
—¿A qué hora se desocupa?
—Tendrá ocupado el resto de la jornada.
—¿A las dieciséis? -insistí.
—A las dieciséis tiene reunión con los socios.
—De acuerdo, volveré a llamar -agregué y colgué.
La única esperanza para llamar a su móvil privado era Sussy. Pero debía aguardar a que ella consiguiera el número.
Entre tanto probaría otro recurso: la señora Rose. La encargada del edificio de departamentos donde vivía, era una señora amable y cariñosa, que me prestaba especial atención por pedido de mi hermano. Además ella estaba siempre atenta a todos los movimientos del edificio así que podría pedirle que hablara con Steve.
También esta vez Google me ayudó.
—Hola.
—¿Señora Rose? Soy Hanna.
—Hanna querida, ¿qué ocurrió? Desde el lunes veo llegar e irse a tu novio pero no te veo a ti.
—Estoy en Arizona, señora. Mi familia tuvo un problema y tuve que viajar.
—¿Tu hermano está bien?
—Él sí. Es mi cuñada. Tuvieron que operarla y sigue internada. Yo debo quedarme aquí todo el mes así que le transferiré el pago de la renta.
—Está bien, querida, no te preocupes por eso.
—Quiero pedirle un favor. ¿Usted podría decirle a Steve, cuando vaya hoy, que estoy tratando de comunicarme con él? Tengo un celular nuevo porque perdí el anterior en el avión, por eso me está costando comunicarme.
—Tú no te preocupes, yo esta tarde le digo.
—Le dejo mi nuevo número.
Y le dicté el número de mi nuevo móvil, con la esperanza de que, si yo no lo lograba, él me llamara. Esta situación se estaba complicando y me producía una enorme angustia, con la que no tenía tiempo de lidiar.
Al mediodía, por fin, Sussy me pasó el número de Steve así que comencé a llamarlo. Todas las veces -unas diez- saltó el buzón de voz. En la última le grabé un mensaje.
Como ese día no logré comunicarme y Steve tampoco me llamó, al siguiente -mi cuarto día en Prescott-, llamé primero a la señora Rose.
—Ayer no vino tu novio. Estuve atenta toda la tarde y noche pero no apareció.
Ese comentario de Rose hizo volar mi imaginación por mil escenarios tenebrosos.
Le agradecí, me despedí de ella y me dispuse a volver a intentar con la Empresa.
Cuando la recepcionista me derivó otra vez con la secretaria, me sentí molesta, pero no pensaba desistir.
—¿Señorita Cullen?
—Sí, soy yo. Deseo hablar con el Señor Jones.
—El Licenciado me ha dejado un mensaje para usted.
Todo mi cuerpo comenzó a temblar. ¿Por qué Steve me daría un mensaje a través de alguien?
—Él desea que ya no lo moleste y que no vuelva a intentar comunicarse.
Y colgó.
Yo no pude. Me quedé con el móvil en la mano sin atinar a nada. Sentí que me había transportado a un universo paralelo en el que mi dios griego no era tal, sino un villano de telenovela.
Ése no era Steve. La recepcionista pudo haberse equivocado y haberme comunicado con alguien más. O tal vez dijo mal mi nombre… Esos argumentos, una vez nacidos, murieron por su propia falta de lógica.
De todos modos no pensaba abandonar mis intentos. Aunque resultara increíble, en pleno siglo veintiuno no podía comunicarme con mi novio. Pero seguiría intentando.
Volví a hacer otros diez intentos a su móvil, con el mismo resultado del día anterior.
Cuando calculé que Sussy habría salido del trabajo, la llamé.
—¡Hanna! ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu cuñada?
—Recuperándose. Gracias por preguntar, Sussy. Seguirá internada unos quince días, y tendrá que hacer reposo otros quince, pero en casa. Deberé quedarme todo el mes, así que trabajaré desde acá.
—Sí, el señor Brown nos informó.