Capítulo 23: La cita
—¿Qué es de tu vida, David? ¿Qué tal el trabajo en California? -preguntó Jimmy.
Era miércoles. Steve había ido a casa a visitar a Emma y luego nos habíamos reunido en un restaurante a cenar por invitación de David, que, por razones de trabajo, había venido por unos días a Nueva York junto a un amigo
—¡Excelente! La empresa ofrece un ambiente laboral tranquilo y es muy flexible. Matthew y yo trabajamos en el mismo equipo -dijo él refiriéndose a su amigo, sentado a su lado.
Era un hombre agradable, de cabello castaño claro y ojos cafés, alto y musculoso, y muy apuesto.
—¿Por qué no vino Sophie contigo? Habría sido agradable verla -preguntó Sussy.
—Emmm… Con Sophie nos estamos tomando un tiempo.
Todos nos sorprendimos pero no dijimos nada. Era una pena porque parecían el uno para el otro.
—Y tú, Sussy, ¿tienes novio?
—Yo siempre tengo novio, David.
—Y ¿por qué no vino? -preguntó él con desconfianza.
—Es… un poco antisocial.
Esa respuesta de Sussy no me agradó en absoluto, pero le preguntaría más tarde.
—Y tú, Hanna, así que eres madre, ¿eh? Hay algo que no entiendo -dijo recorriéndonos con la mirada- yo creí que estabas con Steve pero, ¿ahora estás con Jimmy?!
Supuse que lo dijo porque mi amigo estaba sentado a mi lado y tanto él como Steve estaban atentos a Emma que jugaba cerca de nosotros.
—Sigues siendo grosero como siempre, David -dijo Jimmy con una media sonrisa forzada.
—No estoy con nadie, David. ¿Sugieres que no puedo sola? -le dije con una sonrisa amplia aunque tenía ganas de romperle la cara.
En ese momento me arrepentí de haber aceptado la invitación a cenar.
—¡Pero es que es confuso! -continuó David-. Primero nos robó a nuestro amigo de los sábados de pelis, después desapareció y ahora ¡está con Jimmy!?
Llegados a ese nivel de conversación me levanté y, sonriendo con mucho esfuerzo, dije mirando a todos menos a David:
—Continúen sin mí. Emma tiene que dormir. Que pasen una buena noche.
A continuación tomé a mi hija y nos dirigimos a la salida.
Aún no llegábamos a la puerta cuando oí una voz detrás de mí.
—Aguarda. Te llevo.
Era Mathew. Cuando volteé para responderle pude ver, más atrás, la expresión de sorpresa de todos mis amigos que estaban sentados a la mesa.
—Tengo mi auto. De todos modos, gracias Mat.
Aún así me acompañó hasta la acera.
—Me gustaría volver a verte. ¿Quieres darme tu número? Podríamos conocernos mejor sin la intervención del idiota de David.
Mi primera intención fue mandarlo a pasear aunque me agradara su opinión sobre David, pero lo pensé mejor y vi la oportunidad de hacerle saber a Steve que no teníamos ningún compromiso y que tenía vía libre para ocuparse de Amber y su nuevo hijo.
Entonces le di mi número.
* * *
El jueves recibí el mensaje de Matthew invitándome a cenar ese mismo día. Le sugerí que lo dejáramos para el día siguiente, ya que Emma se quedaría con Steve ese fin de semana porque venía su madre.
El viernes, cuando salí del trabajo, preparé el bolso de Emma con el pijama, algunas mudas de ropa, el biberón, la leche. Cuando estuvo listo partimos para el departamento de Steve.
—Mami te va a extrañar, mi cielo -le dije a mi hija abrazándola con fuerza acuclillada en la sala-. Papá Steve te va a cuidar y más tarde conocerás a tu abuela. Si quieres verme le dices a él que me llame y vendré. ¿De acuerdo?
—Sí, mami… Pero si quieres quedarte puedes dormir comigo.
—No puedo quedarme, princesa, pero si me llamas, vendré.
—Okis -dijo dándome un abrazo.
Y la dejé, por primera vez, en brazos de Steve, y bajé llorando por el ascensor.
Antes de despedirme, él me dijo:
—Llámame si me necesitas.
—Te agradezco, pero no será necesario.
Ya había acordado con Sussy que ella me llamaría con cualquier excusa si yo le mandaba un mensaje de SOS en caso de que la cita se volviera tediosa o desagradable. Pero no le diría eso a Steve.
* * *
El restaurante era elegante y acogedor. Matthew me había recogido en mi casa en un Tesla azul rentado que serviría para impresionar a cualquier chica. El tema era que yo ya no era una chica.
Durante la cena hablamos de nosotros y nuestras vidas. Me preguntó sobre mi trabajo y mi familia, y me contó sobre la suya. Hasta ese momento todo resultó agradable y natural.
La situación cambió a la hora del café.
—Podemos pagar e ir a mi hotel.
—¿Disculpa?
—¿Prefieres que vayamos a tu casa?