Capítulo 30: Sombras
Tomé el pomo de la puerta pero no la abrí. En su lugar, elegí llevar mis manos al rostro de mi dios griego para acariciarlo, para capturar en mi piel el contacto con la suya.
No me bastó. Enredé mis dedos en su pelo rubio, me puse en puntas de pie y lo besé con una intensidad acumulada por años. Él me envolvió en un abrazo apretado y me devolvió el beso. Su boca sabía a fuego y a miel, como antes, como en esa otra vida tan añorada.
¡Se sentía tan bien volver a estar en sus brazos! Apretada contra su pecho fuerte y su boca poseyendo la mía, volví a sentir esa clase de delirio que, después de tanto tiempo, creía olvidado.
Cuando creí que mi corazón ya se saldría de mi pecho y mi piel estallaría en llamas, el me dijo quedo, sobre mis labios:
—Quiero quedarme.
Entonces me aparté, respiré hondo tratando de despejar mi mente, acaricié sus labios con mi pulgar y negué con la cabeza.
—No puedo evitar imaginarte besándola a ella -le dije en un susurro.
—¡Jamás nos besamos! -respondió con una mezcla de urgencia y desesperación.
Me aparté aún más para descubrir la mentira en sus ojos. No lo logré, aún así tomé nuevamente el pomo de la puerta y la abrí.
Él me sonrió con infinito amor e infinita tristeza, y se marchó.
Cerré la puerta y apoyé la espalda contra ella como aquella vez, pero esta noche no volví a abrirla.
Por un momento me había olvidado de la existencia de Amber y de que esperaba un hijo de Steve, y eso estaba mal. No tenía en claro cuál de las dos era “la otra”, pero si era mi papel, la culpa no me daría paz.
Cuando sentí el motor de su coche alejarse exhalé el aire que sin darme cuenta aún retenía en mis pulmones, y me fui a la cama.
Permanecí largo rato despierta. Por eso, al cabo de una media hora, oí vibrar mi móvil en la mesa de noche.
Era una llamada de Steve.
Deslicé para recibirla y sólo lo acerqué a mi oído, sin poder articular palabra.
—Nunca la besé. Mi boca y mis besos siempre fueron y serán tuyos -me dijo con su voz ronca cargada de dulzura.
A sus palabras las siguió un prolongado silencio, que ninguno de los dos rompió.
Luego cortó.
* * *
El siguiente viernes, por la tarde, la llamada de Steve me tomó por sorpresa.
—La prueba de paternidad dio positiva.
La noticia terminó de derrumbarme.
Amber cursaba ya el cuarto mes de embarazo y se había hecho la prueba de ADN para confirmarle a Steve que era el padre.
El resultado tenía su importancia, ya que él aguardaba pacientemente a que yo lo aceptara de nuevo en mi vida, y yo aún me sentía en medio de un triángulo amoroso del que quería salirme. Este resultado confirmaba que su historia con Amber no lo abandonaría jamás y yo no me atrevía a iniciar una nuestra con sombras del pasado.
No pude responder.
—Me siento devastado. No era lo que quería. No cuando lo nuestro fue tan vacío de sentimientos.
—De todos modos tendrás que acompañarla.
—Si no estuve para Emma no quiero estar para nadie.
—Pero debes.
Él guardó silencio
Sabía que esa mujer me había robado al amor de mi vida, pero también sabía lo difícil que era transitar un embarazo en solitario, y no podía desearle eso a ninguna otra mujer.
—Es muy triste cuando ves a tu bebé en la primera ecografía, y la persona con la que querrías compartirla, el co-creador de ese bebé, no está a tu lado -dije más para mí que para él.
Hubo otro prolongado silencio, y al cabo dijo:
—Yo debí estar a tu lado. En vez de eso elegí desconfiar de ti, revolcarme en mi miseria y hacer el amor con una mujer a la que no amaba. Me convertí en una persona horrible que lastimó a todos a su alrededor por su propia estupidez.
—Sólo haz lo correcto a partir de ahora.
—Es que me encuentro perdido, Hanna, y siento que te estás deshaciendo de mí. Te amo y este amor me desborda, tanto como me está desbordando la culpa, y no encuentro una salida.
—Oye, cálmate. Todo va a estar bien. Cuando te sientas perdido recuerda que tienes a muchas personas que te aman y cuentan contigo. Emma por ejemplo. Tu hija te necesita entero.
—Sí, estaré para ella siempre. Y también para ti si me necesitas.
Hizo una pausa, y luego agregó con voz apesadumbrada pero con tono decidido:
—Seré un buen padre. No necesariamente debo estar en pareja con ella para serlo. Así como intento serlo para Emma y no estoy contigo, aunque yo lo desee con el alma porque a ti te amo.
Creí que los latidos de mi corazón se escucharían a través del móvil, por lo que agregué apresuradamente antes de cortar:
—Puedes venir esta tarde y llevar a Emma al parque.