Hasta que la Vida nos Reúna

Capítulo 32

Capítulo 32: Amber

Steve

Acababa de cortar la comunicación con Hanna, ¡exultante!. Ella había aceptado mi invitación a una cita, por lo que mi humor no podía estar mejor ese amanecer de domingo.

En ese momento llamaron a la puerta. Era Amber.

—¿Estás bien? -le pregunté sorprendido, porque no sólo no la esperaba, sino que era una hora extraña -demasiado temprano para ser domingo-.

Ella entró sin invitación. No dije nada porque yo tenía mi parte de culpa, ya que, aunque habíamos terminado nuestra relación en cuanto supe lo del teléfono, mi trato con ella, si bien se volvió más frío que antes, no dejó de ser correcto, y a causa de su embarazo estaba intentando ser amable. Además seguía siendo mi secretaria, por lo que estábamos obligados a trabajar juntos y lo mejor era llevar una relación cordial.

—Sí, estoy bien, pero quiero que te involucres con este bebé.

—Lo haré, Amber, por eso te pregunté cómo te sentías.

—Quería recordarte el resultado de la prueba de ADN por si lo habías olvidado.

—Prueba que yo no te pedí, por cierto. Pero no, no lo olvidé.

—Después de cuatro años de convivencia, y por llevar un hijo tuyo en mi vientre, considero que me lo debes.

—Parece que no me escuchas. Te estoy diciendo que voy a involucrarme, de hecho lo estoy haciendo, a pesar de lo que hiciste.

—¿Y qué hice supuestamente?

Respiré hondo antes de responderle. No quería dejar de ser un caballero pero Amber me lo estaba poniendo difícil.

—Mmm… a ver si te lo recuerdo: manipulaste mi teléfono para impedir que me comunicara con la mujer que amaba -y que por cierto sigo amando-, te metiste en mi departamento y en mi cama sin mi permiso…

—Nunca oí que te quejaras.

—De esto último no, es cierto; tú supiste anular mi voluntad primero. Por lo tanto considero que no te debo nada. Sin embargo, no voy a dejarte sola, estaré cuando me necesites.

Ella se instaló en el sofá y no dijo nada.

Aguardé, pero al ver que el silencio se prolongaba, le pregunté:

—¿Necesitas algo más, Amber?

Demoró un poco en contestar.

—Quiero quedarme. Me siento sola en mi apartamento.

—Lo siento, pero no puedes. Yo también me siento solo pero esa no es excusa suficiente como para instalarme en la casa de otra gente.

Se puso de pie y se acercó a mí, con una proximidad sugerente.

—Si los dos nos sentimos solos, podemos hacernos compañía. No tiene sentido sufrir la soledad si somos dos.

Me tomó del cinturón y se acercó aún más.

—Además mis hormonas están muy alteradas y muero por una noche de sexo. Créeme que el vientre no presentará ninguna dificultad.

La tomé por los hombros y la aparté de mí, tratando de no ser brusco pero sí firme, para que comprendiera que ya no quería nada con ella.

—Debes irte.

Me miró furiosa.

—¿Estás saliendo con la pelirroja desteñida?!

—Vete Amber.

—¡Al fin lo logró! ¡Insistió tanto!... ¡Y esperó! Hasta que al fin te atrapó. ¡Era más astuta de lo que parecía!

—Amber, ya vete. No quiero perder la paciencia contigo.

—Te odio.

—Está bien -le respondí serio, mientras abría la puerta para que se fuera.

Cuando se marchó, por primera vez tomé plena conciencia de la dimensión del daño que yo había causado a nuestras vidas involucrándome con esta mujer.

Evidentemente Amber no iba a apartarse fácilmente. No sólo no quería pedir el traslado de área dentro de la Agencia, sino que además rentaba un apartamento a dos puertas del mío. Se hacía obvio que pretendía estar siempre cerca.

Comprendí más que nunca los temores de Hanna por aceptarme de nuevo en su vida. Ahora me daba plena cuenta de que no podía culparla, porque Amber continuaba presente, y se negaba a apartarse.

Y ahora, con este bebé, tenía la excusa perfecta para permanecer siempre cerca.

Aseguré la puerta y me fui a la cama. El sol ya estaba alto y yo estaba cansado.

Aún así no me dormí enseguida.

La visita de Amber me había dejado inquieto. Como una sombra siniestra que se cerniera sobre mi vida pero que alcanzaba también a las mujeres que amo.

Hanna y mi niña podrían salir lastimadas, y yo no debía permitirlo.

En realidad yo quería involucrarme en sus vidas como un hombre libre y entregarme por completo, pero no parecía que Amber fuera a permitirlo y eso me preocupaba.

Traté de despejar esos pensamientos oscuros y comenzar a programar en mi mente otros más felices: mi cita con Hanna.

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Próximo Capítulo: Noche de cita




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