Capítulo 37: Secretos
Steve
Hanna entró y estalló en llanto. Nunca la había visto llorar. Creía que ella nunca lloraba porque toda ella era fortaleza.
Cuando Emma me contó que una señora le había gritado “buja” a su mami, ya había imaginado toda la situación y sabía a dónde había ido Hanna, pero confiaba en su coraje.
Sin embargo, cuando la vi en ese estado de angustia y vulnerabilidad, me sentí perdido y no podía atinar a nada.
—Que Emma no me vea -me dijo entre sollozos.
Entonces corrí al cuarto de mi hija.
—Voy a arrimar la puerta, cariño. Mamá necesita un tiempo a solas. ¿Está bien?
—Sí -dijo mi niña asintiendo con la cabeza, pero mirándome con una profundidad inquietante.
—Si me necesitas ¿me llamas?
—Sí, papá.
Arrimé la puerta y fui a arrodillarme frente a Hanna, que lloraba con sollozos sentada en el sofá.
Con infinito amor logré que se apoyara en mi hombro mientras acariciaba su cabeza.
Al cabo de un tiempo que me pareció eterno ella dejó de sollozar, se separó de mí y me miró con sus grandes ojos verdes anegados en lágrimas.
No me dijo nada, sólo me miraba mientras yo secaba sus lágrimas con mis dedos. Me acerqué despacio, como aquella noche, pero esta vez no esperé su permiso. Besé lentamente sus lágrimas y terminé en sus labios. Ella abrió levemente la boca para recibir el beso, pero no lo devolvió. No importaba, no era lo que yo esperaba, sólo quería calmar su dolor.
Al separarnos, me dijo en un susurro.
—Quiero irme a casa.
—No puedes conducir en este estado.
—Tendré cuidado. Mientras Emma esté conmigo siempre lo tendré.
—De todos modos yo las llevo.
Cuando busqué a Emma, mi niña corrió a abrazar a su mamá y no quiso soltarla. Era evidente que había intuido que algo no andaba bien, pero estaba esperando nuestro permiso para intervenir.
Nuestra pequeña la envolvió con sus pequeños brazos y acariciaba con su manito la cabeza de su madre, mientras Hanna lloraba en silencio y la apretaba contra su pecho.
Cubrí a Emma con un abrigo y nos marchamos.
Tan pronto como llegamos a casa de Hanna, le insistí para que fuera a la cama mientras mi hija corría a su cuarto y yo buscaba el relajante y una copa de agua.
En el momento en que entré a la habitación, Emma trepaba a su cama, le tendía su mono rosa y se acostaba a su lado abrazándola otra vez.
Mi hija era el ser más tierno y sensible que había en el mundo y me hacía sentir desbordado de amor.
Le tendí el medicamento y el agua a Hanna, la ayudé a quitarse el abrigo, y le dije con ternura:
—Ahora descansa. Yo prepararé la cena. Cuando estés lista me cuentas.
Apagué las luces, dejando sólo la de una mesita de noche, y las dejé solas.
Cuando tuve listo el risotto con verduras y champiñones, desperté a Hanna para que comiera algo porque supuse que haría muchas horas que no comía nada. Ella se levantó mucho más relajada y vino a la mesa.
—Dejemos a Emma dormir -me dijo-. No es bueno que la despertemos a esta hora. Sólo quiero que duerma tranquila. Esta noche la dejaré en mi cama.
—De acuerdo, tú sabes -le dije mientras cargaba su plato-. ¿Puedes decirme qué sucedió hoy?
Ella suspiró.
—Esta tarde me convertí en una persona horrible. Dije cosas hirientes que no eran necesarias.
La miré sin decir nada, aguardando que ella me explicara.
—Esta mañana Amber se acercó a mí en el aparcamiento de la Revista y me insultó. No quise dejarlo pasar porque eso afectó a Emma, aunque ella no lo demostrara.
—Emma me contó algo.
—¿Te contó?! ¡Mi pobre niña! ¡Sabía que la había asustado!
Me sentí terrible. Era yo quien había traído a esa persona horrible a nuestras vidas.
—Por eso fui a su apartamento… y la amenacé con arrancarle los ojos -agregó con una sonrisa triste.
Aunque ella lo lamentara, eso a mí me llenó de orgullo.
—Le dije cosas que no quiero repetir. Sólo… estaba furiosa.
—Yo hablé con ella. Esta madrugada, cuando llegué de Barcelona, golpeé su puerta hasta que por fin me atendió. Esta vez no fui amable, estaba muy enojado. Tal vez por eso te confrontó esta mañana, quizás como último recurso.
Hanna asintió con tristeza.
—Te juro que viajé solo. El del video no soy yo.
—Ahora lo sé.
—¿Lo sabes? ¿Me crees? -le dije entre sorprendido y esperanzado.
—Vi al hombre del video salir del apartamento de Amber. Él salía terminando de vestirse y luego ella salió desnuda de su cuarto. Evidentemente están teniendo relaciones desde hace un tiempo.