Hasta que la Vida nos Reúna

Capítulo 38

Capítulo 38: Resoluciones

Steve

El señor Miller me miró a través de sus gafas, apoyó las manos sobre su amplio escritorio y frunció el entrecejo.

—¿Significa que estás teniendo problemas con tu secretaria?

—Sí señor. Cuando me hice cargo de la sucursal de Londres tuvimos una relación.

—Estaba informado.

—Exacto, yo les había notificado a ustedes al respecto. Pero al regresar a Nueva York la relación se terminó, y se nos está haciendo insostenible continuar trabajando juntos.

—Pero, ¿no está embarazada de ti? ¿Cómo arreglan eso?

—No señor, no soy el padre de su bebé. Se hizo la prueba de ADN.

—Y me pides…

—Renunciar a la Gerencia y que usted decida en qué otra área puedo ser útil a la empresa.

—Desempeñas tu trabajo con excelencia, Steve, tienes la capacidad de atraer clientes importantes. La sucursal de Londres repuntó gracias a ti. Te quiero donde estás.

Hizo una pausa mientras yo lo miraba expectante.

—Podemos trasladar a la señorita White al área de comunicación -agregó pensativo-. Déjame pensarlo. Lo vamos a solucionar.

—Muchas gracias, señor -dije poniéndome de pie.

—Acá entre nos -dijo el señor Miller con una sonrisa pícara-, ¿se volvió acosadora?

Yo sólo me sonreí, pero no respondí. Recordé las palabras de Hanna y no quise convertirme en un hombre despreciable ensuciando el nombre de una mujer, aunque ella lo mereciera.

Cuando salí de su oficina y me dirigí a la mía, estaba listo para poner en marcha la segunda medida que debía tomar.

* * *

Lo primero que hice al llegar a casa, fue comunicarme de nuevo con la Agencia de Bienes Raíces para saber si ya tenían alguna novedad con respecto a los dos apartamentos que deseaba rentar en otro edificio, preferentemente en la Avenida Madison hacia el sector norte, para tomar distancia de donde vivía actualmente.

Las noticias fueron buenas, ya que me citaban para el día siguiente a ver algunos que tenían disponibles en Carnegie Hill, con vista al embalse de Central Park.

Si conseguía allí, sería un hermoso lugar para que Emma y Hanna me visitaran, y también para que mi madre se sintiera a gusto en Nueva York.

A continuación llamé a Hanna.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien.

—¿Cómo está Emma?

—Hoy está especialmente mimosa, pero bien. ¿Tú no vienes esta tarde?

—Aún me quedan cosas por hacer.

—Puedes venir a cenar.

—Me encantaría.

Todavía escuchar su voz aceleraba los latidos de mi corazón. Hubiese salido corriendo a su casa para pasar el resto de la jornada con ellas. Pero aún me faltaba hacer algo importante.

—Sólo me queda lo último que me propuse hacer hoy. Cuando termine, voy a tu casa. Tengo mucho que contarte.

—Espero que no hayas hecho nada de lo que te arrepientas más tarde.

—No. Tuve en cuenta en todo momento lo que me dijiste.

—Bien. Te esperamos.

* * *

Amber abrió con desgano y me miró sorprendida. Era evidente que no esperaba verme parado a su puerta.

—¿Qué quieres?

—Pasar.

—Gracias. Por el traslado de área, digo. ¿Qué le dijiste al jefe? -dijo mientras se apartaba para que pase.

—No hablé mal de ti, si es lo que temes. Eso queda entre nosotros. Y lo del traslado te dije que lo hicieras tú para no ponerte en evidencia. No me hiciste caso.

—Vete al infierno.

—Ya me voy. Sólo vine a preguntarte… ¿por qué hiciste esto? -le dije mientras extendía el papel arrugado frente a sus ojos.

—¡Maldita bruja!!! ¡Es una vulgar ladrona!!! ¡Lo robó de mi cesto!

—¿Por qué me mentiste sobre la prueba de paternidad? Si yo no era el padre podría haberte acompañado de todos modos. ¿En qué estabas pensando?

—¡Quería que tú lo fueras! -me dijo con la voz enronquecida de odio.

—Pero lo intentaste con otro para que yo asumiera la carga.

—¿Y…? Si tú no querías saber más nada conmigo por culpa de esa zorra, no me quedaba otra opción.

Cerré los ojos para contener la furia.

—¡Ya deja de insultar a Hanna! Y sí, te quedaba otra opción. Aceptar que nunca tuvimos nada, y buscar tu rumbo.

—¡¿Nada?! ¡Cuatro años tuvimos!

—Cuatro años de sexo. Simple y llano. Puro instinto animal. Sólo eso, Amber. Jamás te mentí y tú aceptaste las condiciones. ¿Acaso sabes algo de mi familia? ¿Cuál es mi música favorita? ¿Cuál es mi comida favorita?

Bajé la voz y la miré directo a los ojos.




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