Hasta que las luces se apaguen

Un amigo de infancia

Un día te encuentras con tu amigo de la infancia. Te agrada estar con él, lo disfrutas, lo pasas genial. Con él, todo es agradable, cualquier cosa, cualquier actividad. Él te dice que tiene pensado ir a comprar un par de videojuegos, te propone acompañarlo. Te gustaría ir, pero sabes que no puedes salir del conjunto. En el apartamento está tu hermana, mamá y papá no están. Ella está encargada de ti, pero en realidad no se esfuerza lo más mínimo en hacerlo. Le da igual si estas o no, muy seguramente ignora que andas fuera del apartamento, en la calle. Sopesas los riesgos, papá no vuelve hasta tarde, mamá no sabes cuándo volverá, si vuelve y te encuentra fuera del barrio, eres chico muerto.

Le preguntas a tu amigo hasta donde piensa ir. Metro sur, lejos, bien lejos. Lo piensas, lo piensas, ¿Por qué lo piensas tanto?

Consideras pedir el permiso pertinente a tu hermana. Muy seguramente se negará, muy seguramente no te dejará acompañar a tu amigo, muy seguramente dirá que mama no está, imposible salir sin su consentimiento.

Lo piensas, lo piensas. Finalmente, te decides. Le dices sí a tu amigo, de una, pero que tienen que ir y volver rápido. Le explicas la situación, él dice entender, o eso aparenta.

Se las arreglan para confundir al celador del conjunto. Ahora, los dos tienen un largo trayecto que recorrer, son casi ocho kilómetros de solo ida, tienen que cubrir el trayecto en el menor tiempo posible. Vas escapado, sin permiso de nadie. ¿El irá también escapado? Lo dudas, pero va solo, puede ir solo por la vida, por las calles, por los centros comerciales del sur, con dinero en el bolsillo, que envidia. Si mamá se entera, eres niño muerto, literal. Pero por ese otro, ese que te invitó a que lo acompañaras por un par de videojuegos, haces lo que sea, incluso desautorizar a tu madre.

Se ponen manos a la obra, se van primero al trote, dejando que la adrenalina comience a circular por todo el torrente sanguíneo, dejando que ésta los llene de una vitalidad y energía exuberante para completar el recorrido a toda marcha. Van a la par, la capacidad aeróbica es muy similar, se la pasan jugando los mismos juegos, las mismas actividades, las mismas aventuras. Por el camino, se van tragando el polvo que dejan buses y carros. Aun no pavimentan ese sector de la ciudad, ese sector olvidado y marginado que es el sur de la ciudad. Tienen presente los peligros de las calles, un par de niños, siete y ocho años respectivamente, solos por metro sur. Al carajo, piensas, somos pequeños, rápidos, agiles, astutos, nadie nos cogerá, nadie nos detendrá.

Ahora corren, con esmero y ahínco, pero la resistencia les queda corta. Deben retomar el paso lento y tranquilo para tomar aire. Ya ha pasado casi media hora, están a casi un par de cuadras. Tu amigo conoce el lugar, te arrastra por pasillos siniestros y extraños, vez caras viejas, feas y peligrosas, todos allí son adultos, tú y tu amigo pasan por debajo, rápido, desapercibidos. El dueño del lugar saluda a tu amigo, este no tiene la modestia de presentarlos. Le dices que se apure, que escoja sus juegos lo más rápido posible. Él te pide consejo, te sientes alagado, te entretienes observando las portadas de los juegos, imaginando los gráficos, las caricaturas, las dinámicas del mismo. Tu amigo escoge un par de juegos, paga, vuelven a salir del centro comercial. Retoman el camino de regreso al barrio, esta vez con mayor prontitud y afán que antes, completar la hazaña sin ser descubiertos, ese es el verdadero sentido del juego. Al llegar, cansados, jadeantes y sucios, tienen la sensación de triunfo. Nadie se enteró, todo pasó como si nada hubiera pasado. Tu hermana estará muy seguramente aun en el apartamento, ignorando lo que pasó. Mamá estará aun afuera, ignorando lo que paso. Papá sigue en el trabajo, ese es otro mundo, otra realidad que se escapa a tu entendimiento. Tú y tu amigo se entretienen relatando lo acontecido, el cansancio, la adrenalina, el sudor, el polvo en toda la cara. Ya anticipan lo divertido del videojuego, de cómo lo sortearan, de cómo lo disfrutaran. De repente, el grito de mamá en el cuarto piso.

¿Cuándo llegó? Evidentemente, mientras tu no estabas. ¿Preciso cuando no estaba? Así son las cosas, amigo mío, que todo ocurre cuando menos lo esperamos, en el momento menos indicado.

Mamá está furiosa, te regaña desde la ventana del cuarto piso, gritos, furias e improperios, no entiendes lo que dice, te sientes un perdedor, Game Over. Sientes vergüenza allí, en medio del parqueadero, al lado de tu amigo. Él puede salir del conjunto, con o sin compañía, con dinero en el bolsillo, a pasear por calles y centros comerciales del sur de la ciudad. Tú, mientras tanto, allí regañado por desautorizar una orden. Piensas que es una exageración, mamá exagera, pero no conoces los riesgos, los reales ni inventados, eres aún muy ingenuo.

Mamá te ordena inmediatamente subir al apartamento. Te despides de tu amigo, él reconoce la tensión en el ambiente, se compadece de ti. ¿De qué sirve eso? No mucho, la verdad. Subes las escaleras del apartamento lentamente, sondeando cada paso, cada escalón, imaginando que decir, que escusa inventar. ¿Cómo justificar un escape? No hay excusa que valga, lo sabes, lo único es afrontar la realidad, las consecuencias de los actos.

Nunca te habías demorado tanto en subir esos cuatro pisos, ¿Verdad? Porque ya imaginas el regaño, la golpiza, la cantaleta, el sermón, todo ello en ese mismo orden, eres susceptible a contradecir las normas, al igual que adivinar los protocolos, pero no eres lo suficientemente valiente para afrontar las consecuencias.

Llegas al cuarto piso, la puerta está ya abierta. Te esperan, es la primera vez que lo hacen de verdad. Te quedas un segundo al fondo del pasillo, pensando, ¿Por qué lo piensas tanto? Ya está, entre más rápido, mucho mejor. Entras al apartamento a afrontar lo que será tu ultima golpiza de la infancia…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.