Otra más se ha ido.
La dejé ir. Más bien, la invité a irse. Estaba claro, aquello no duraría mucho a pesar de las promesas, las palabras, los compromisos.
—Lo mismo de siempre…
La repetición descara y continua. Nunca se detiene. Las personas son descaradas, hipócritas, no valen nada. Talvez soy el más descarado, hipócrita y vale mierdas de todos.
—¡AL CARAJO!
Este Carlitos se hartó de ti.
Me encierro en mi cuarto. Es solo esto, no soy más que esto. Éste Carlitos se soporta con música, un par de cervezas, el humo del incienso que decora la noche y las palabras en el ordenador que toman forma. Pero hoy no, hoy no lo quiero todo. Solo una parte, una pequeña porción de ese ambiente pesado. Ha éste Carlitos le gusta la música, le fascina la música. Este Carlitos tiene el descaro de creerse melómano, ¿Quién no lo es, a éstas alturas? Tal vez sí lo sea, los limites ya no existen. Hoy, este Carlitos escuchará música, pero lo hará como un profesional: Conecta los audífonos, los encaja por encima de la cabeza a los oídos, escoge la canción, la reproduce. Éste Carlitos se recuesta entonces en su silla chirriante que un día de estos no sabrá soportar más su peso. Éste Carlitos mira el techo, mira la nada. Éste Carlitos solo escucha, el perfecto oyente. Éste Carlitos se entrega todo él completo para reconocer en la canción el valor que tiene.
La canción hablaba de amor, muchas canciones lo hacen. Éste Carlitos se está cansando ya de eso, de lo mismo. Éste Carlitos ya no es el mismo de ayer ni será el mismo de mañana. Cambia la canción, el título del tema le ayuda a decidirse: “Nada me interesa”. Un apelativo que le encaja a la perfección. Éste Carlitos se entrega a la canción. Cierra los ojos para mayor comprensión. Él lo tiene todo, aunque aparenta no tener nada. Éste Carlitos tiene la mejor de las amigas, la música. La mejor de las amantes, la literatura. ¿Qué más necesita un hombre?
A éste Carlitos le divierten las analogías y piensa en la siguiente mientras la música sigue su curso: La música como la mejor de las amigas. Con ella se hace prácticamente todo, lo imaginable e inimaginable. Se despierta, se duerme. Se ducha, se come. Se amortigua el terrible viaje de ida y vuelta. Se dedican, se reciben. Se sufren, se gozan. Con ella hemos hecho todo, hemos sido por completo, en todas nuestras formas, raras y propias. Ella nos conoce, más que nadie, porque ha estado en lo más vivido de nuestro ser, por ello, la disfrutamos tanto, la gozamos de una manera especial y única. La escuchamos, es todo lo que ella necesita.
Ahora, éste Carlitos piensa en algo más atrevido: La literatura como una amante.
Aquí, la cosa se complica. Ella es como una pareja, la cual se disfruta, pero a su vez se le debe algo. Éste Carlitos siente una deuda con ella, cierta responsabilidad que está implícita en ella misma. Su simple y mero disfrute no basta para apaciguar el sentimiento, para gozarla, disfrutarla. Es una forma de amor que requiere de las dos partes, ¿Éste Carlitos está dispuesto a poner de lo suyo?
Éste Carlitos lo está intentando, aunque ya no le importa si está haciendo lo suficiente, lo correcto, lo necesario. Éste Carlitos disfruta más que nunca, más que cualquiera, porque “ya nada me interesa…