Hasta que llegue mañana

Capítulo 9: La Cruel Verdad

Avanzo por los pasillos, cabizbajo. Es como si, a mi alrededor, todo se moviera en cámara lenta. Como si todo esto fuera una alucinación, un mal sueño del cual quiero despertar.

"Hanna tiene cáncer, etapa terminal"

Las palabras del médico dan vueltas y vueltas en mi cabeza. Y de nuevo... no me dijo la verdad.

Dijo que tenía Narcolepsia; me mintió, dejó que la maltratara y la pisoteara, en lugar de decirme desde un principio que estaba enferma. Me siento verdaderamente culpable.

—¡Dios! —grito y golpeo la pared.

¿Por qué tenía que aparecer nuevamente en mi vida para esto?

Llego a su habitación y mi cuerpo se estremece al verla acostada en su camilla, con una mascarilla de oxígeno. Estoy molesto, es injusto que ella me haga pasar por esto.

—Derek... —susurra mi nombre mientras se quita la mascarilla del rostro.

Me cruzo de brazos, manteniendo el ceño fruncido, tanto que duele, mientras intento hacer lo posible porque las lágrimas no se escapen de mis ojos.

—¿Por qué no me lo dijiste?... exijo saber. —digo, molesto.

Mi voz se quiebra al final y ella me observa con tristeza.

Su rostro se encuentra limpio ya no tiene sangre y puedo ver con claridad la gran cantidad de moretones que posee a causa de los golpes que se ha dado.

—Que-ría que... me perdonarás... po-por ti mismo —dice con dificultad. —. No porque, yo estuviera... enferma. —comienza a dar bocanadas al quedarse sin aliento.

No puedo contenerme más y rompo en llanto, cubro mi rostro con ambas manos y sollozo al sentirme impotente. ¿Cómo no lo vi? Estuvo todo este tiempo frente a mí y no lo noté, su cabello, sus rasgos, eso no es producto de la narcolepsia. Debí saberlo, debí saberlo. Avanzo hacia ella y tomo su mano, está muy fría. No tiene fuerza, pero, aun así, consigue acariciar mi mano al mismo tiempo que yo acaricio la de ella.

—Lo siento, de verdad lo siento. —digo entre llanto.

—Derek, tu no hiciste nada. —murmulla quedándose sin voz.

—Llamé a mi madre, los niños llegarán esta tarde. —sorbo mi nariz y suspiro profundo, intentando calmarme, mientras le hablo con suavidad y acaricio su cabello con ternura.

Ella amplía los ojos con sorpresa y una hermosa sonrisa débil se dibuja en sus labios resecos y pálidos.

—¿Podré verlos?

Esbozo una pequeña sonrisa y asiento con la cabeza.

—Tienes que descansar. —le susurro mientras me inclino hacia ella para besar su frente.

Ella cierra los ojos con fuerza, disfrutando de mi cercanía. Rozo su frente con mi nariz mientras deposito suaves besos en ella, antes de bajar hasta sus labios y depositar un tierno beso y casto sobre estos.

Amplía los ojos con sorpresa y me observa fijamente, sonrío cuando noto que un suave rubor se apodera de sus mejillas pálidas. Abre la boca para tratar de decir algo y es cuando aprovecho para besarla, ahueco su rostro con mis manos para profundizar el beso, puedo sentir un leve sabor a hierro por su sangre, combinado con medicina; pero, no me molesta. Beso sus labios con suavidad, explorando cada lugar mientras rozo su labio inferior con mis dientes.

A pesar de todo lo ocurrido, una parte de mi llevaba años deseando poder besarla, abrazarla y tenerla entre mis brazos.

Nos separamos por falta de aire y rápidamente coloco la mascarilla de oxígeno sobre su rostro. Sonríe con debilidad y toma mi mano mientras aparta la mascarilla intentando hablar. Sé lo que quiere, no necesito que hable para saberlo, quiere que me quede con ella.

Me recuesto a su lado y la envuelvo en un tierno abrazo, como cuando éramos unos adolescentes y yo quería consolarla por algo que la lastimó.

—Derek... no dejes que me vaya. —la escucho susurrar, mientras cierra los ojos.

—Jamás lo haré, Hanna. Descansa que estoy aquí contigo. —susurro mientras beso su mejilla y le coloco la mascarilla nuevamente.

Cierra los ojos y en cuestión de minuto se queda profundamente dormida.

—Te amo...—susurro, sin despegar la mirada de ella.

10/enero/ 2008
Derek 16 años.

Derek, no hay nada que me haría más feliz que ser tu novia. —dice Hanna, con una enorme sonrisa en sus labios.

Pero, de pronto su rostro se torna serio. Mi corazón comienza a latir con fuerza por los nervios, creo que este es el momento en el que me dice que no podremos estar juntos, y que no soy suficiente para ella.

—Pero no soy lo que piensas, no soy una persona perfecta y a diario comento errores. —baja la mirada con tristeza.

abro los ojos con sorpresa y me pongo de pie, intentando no dejar caer nada de lo que llevo en mis manos. La observo fijamente; no puedo evitar verla, y cuando lo hago, mi corazón late tan fuerte que temo que las personas a mi alrededor puedan escucharlo, temo reflejar el miedo que siento al pensar en que no querrá estar a mi lado.

—Eso no me importa, en esta vida nadie es perfecto. —me encojo de hombros mientras sonrío.

—Prométeme que, si acepto ser tu novia, me amarás, aunque cometa errores. —pide con miedo en sus ojos.




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