Hasta que llegue mañana

Capítulo 1: Noche Fría y Lluviosa

Sábado 20 de junio del 2017

6:30 PM

—¿Ya estás en la fiesta cariño?

No, voy en camino ahora mismo.

Abrígate bien, está haciendo mucho frío afuera.

—Bien, mamá, lo haré. Dile a los niños que los amo y que los veo mañana.

Bien amor. Y no te preocupes, sabes que están en buenas manos.

—Sí, lo sé. Adiós mamá, y gracias por cuidarlos.

Descuida amor, para eso estamos las madres. Cuídate. Besos.

 

Sonrío para mí mismo mientras guardo mi celular en mi bolsillo trasero y abro la puerta dispuesto a salir. Mamá no exagera, está haciendo un frío del dominio aquí afuera.

Opto por llevar un gorro para el frío y guantes, obvio tendré que deshacerme de ellos antes de entrar a la fiesta porque de lo contrario, seré la burla de mis amigos.

Salgo de la casa y veo el cielo; se encuentra parcialmente nublado, pero aun así puedo ver algunas estrellas. No creo que llueva.

Emprendo mi viaje de camino a la fiesta. Mi auto no está en casa, lo dejé en casa de mi madre por si debe salir con los niños. No quiero ni imaginarla llevando a mis hijos en su viejo Cadillac 90' a todos lados, prefiero que los lleve en mi minivan donde sé que estarán seguros. Sonrió recordando a mis pequeños. Ellos lo son todo para mí, mi mundo entero. Inclusive es la primera vez que asisto a una fiesta desde que soy padre soltero. Me he dedicado completamente a ellos.

Continúo mi camino, el frío es tan fuerte que penetra mi enorme abrigo y me congela hasta los cinco sentidos. Fue una mala idea no llamar a un taxi. Y para colmo... ¡Comienza a llover!, ¡Maldición!... Bueno hay que ser positivos, podría ser peor.

Doblo la esquina y hasta aquí comienzo a escuchar el ruido proveniente de la fiesta, la cual está a como dos cuadras de donde me encuentro ahora mismo. Estas personas están locas, ¿acaso creen que tienen quince años? Bueno que más da. Llego a la fiesta al fin y suspiro de alivio cuando siento el aire de la calefacción rozar mis mejillas.

—¡Llegó la nenita! —exclama Mark al verme entrar.

Mark es mi amigo del trabajo, lo conozco desde hace una eternidad –treinta días para ser exactos– desde que llegó a trabajar en la misma empresa que yo.

—¡¿Mark que tal estás?! —grito tratando de que me oiga por sobre la música escandalosa que me revienta los tímpanos.

—¡Bien! ¡¿Y por qué el gorro de niña?! —cuestiona alzando la voz para que lo oiga igual.

—Afuera hace un frío que te cagas. —respondo riendo mientras me quito el gorro y los guantes.

—Lo imagino —ríe. —. Entonces diviértete como el joven de veinticuatro años que eres para que entres en calor... Recuerda que el lunes volverás al trabajo; y a ser padre. —comenta con diversión antes de alejarse.

La sonrisa en mi rostro desaparece al escuchar lo último. “El lunes volverás a ser padre”, esas palabras no deberían de afectarme, pero sí, lo hacen. Ser padre lo es todo para mí; Aunque hay días que siento que no puedo lidiar con mi rutina diaria... levantarme, bañarme, arreglar a los niños, hacer el desayuno; llevarlos a la escuela e ir a trabajar. Por suerte la guardería tiene un servicio de transporte que los recoge después de la escuela.

—Derek... ¿Me escuchas?

Oigo una voz femenina por sobre la música y siento como tocan mi hombro para llamar mi atención. Parpadeo varias veces para concentrarme y me giro en dirección a la voz que me habla... Verónica, una compañera del trabajo está sentada a mi lado intentando llamar mi atención.

—Señorita Verónica. Lo siento, estaba distraído. —confieso, apenado.

—Lo noté —sonríe mostrando su blanca dentadura. —. ¿Qué tal estás? —pregunta con amabilidad, sin desaparecer esa sonrisa coquetea de sus labios rojos, como una manzana.

—Bien —contesto devolviéndole la sonrisa. — . ¿y tú?

—Excelente, gracias —se acomoda en el asiento. —. B-Bueno yo... Yo me preguntaba si...

La observo confundido al notar que tartamudea, pero no puedo negar que se ve tierna. Sus mejillas sonrojadas, sus hermosos ojos azules evitan mi mirada bajando la cabeza y su cabello castaño hasta los hombros cubre su rostro parcialmente.

—¿Entonces qué dices? —su pregunta me saca de mis pensamientos.

Parpadeo nuevamente intentando concentrarme. No puedo evitar sentirme avergonzado por no haber prestado atención a lo que me decía.

—Oh, lo siento. No escuché lo que decías. —me disculpo apenado y ella suspira profundo.

—Estas muy distraído hoy ¿no? — cuestiona torciendo una pequeña sonrisa.

Seguro cree que intento burlarme de ella.

—Sí, lo siento. Es que no acostumbro a asistir a fiestas. —confieso viendo finamente mis manos para evitar su mirada... Esa mirada de compasión que las personas suelen darme al creer que no hago nada divertido por ser padre soltero.




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