Hasta que llegue mañana

Capítulo 4: Confesiones

01/Junio/2009
Derek 17 años.

—¿Qué quieres para cenar amor? —pregunto viendo el menú del restaurante chino al que asistimos hoy.

Levanto la mirada y la observo, ella se alza de hombros restándole importancia. Tuerzo un poco la boca al darme cuenta de que está muy callada y evita hablarme. ¿Estará enojada conmigo?

Derek... Tengo que decirte algo. —sisea.

Frunzo el ceño en confusión por su tono de voz, parece nerviosa y asustada.

—C-Claro —Tartamudeo nervioso. —. Dime —respondo ladeando un poco la cabeza.

Suspira pesadamente bajando la mirada, para éste punto ya estoy algo asustado... ¿Algo?, ¿cómo que algo?, estoy hecho un manojo de nervios en este momento.

Derek. Yo... lo siento —solloza y comienza a negar con la cabeza repetidas veces. —. Soy una tonta.

Que ocurre Hanna, dímelo de una vez. Por favor. —suplico con angustia.

Estoy embarazada —suelta de golpe. —. Tengo tres meses al parecer.

Amplío los ojos exageradamente y mí mandíbula cae, quedado en shock unos segundos. Es como si me vaciaran un balde de agua fría encima.

Embarazada... ¿Seré padre a los 17 años?, ¿pero que les puedo ofrecer?, no tengo nada para darles.

¡Demonios!, Hanna quería entrar a la Universidad y estudiar psicología... ¡Carajo!, ¿qué haremos ahora?

Derek, por favor di algo. —suplica levantando la mirada y viéndome a los ojos.

Sus hermosos ojos esmeraldas están cristalizados, tiene miedo, puedo verlo en ellos. Tengo que ser fuerte por ella, aunque por dentro mi mente está hecha un caos.

Espérame aquí. —digo en un susurro mientras me pongo de pie con mucha dificultad y avanzo hacía la salida.

¿Derek?... ¡Derek! —la escucho gritar mi nombre desesperada pero ya no puedo volver. No quiero hacerlo.

La observo a través del gran ventanal frente al restaurante, ella me mira fijamente, sus ojos me suplican que vuelva y que le diga algo tranquilizador, pero no puedo cumplir su deseo, ¿Qué le diré?

Pongo mi mano sobre el cristal y asiento con la cabeza, tratando de darle a entender que todo está bien, antes de darle la espalda y comenzar a correr, correr y correr. Corro a toda velocidad por la calle, las personas me observan como si estuviera loco, y sí, parezco loco, pero no me es algo que importe en este momento.

Mi mente está en blanco, no puedo pensar en nada y lo único que resuena en mi cabeza son sus palabras. «Estoy embarazada».

Logro visualizar mi casa a lo lejos, me apresuro a entrar y corro hacía la sala donde se encuentra mi madre sentada tejiendo. Al ver mi condición se pone de pie rápidamente, su mirada refleja preocupación por verme sudado y con la respiración agitada.

¿Cariño estás bien? —me pregunta mientras trato de recuperar el aliento. Niego con la cabeza incapaz de hablar. —. ¿Qué ocurre?

A-Anillo... Necesito...anillo. —formulo jadeante.

Me observa confundida.

¿De qué hablas? Amor —cuestiona acercándose.

—Necesito el anillo, mamá... Me casaré. —replico nuevamente.

Su rostro se torna serio y neutral. Sé lo que piensa, estamos demasiado jóvenes.

Cariño... ¿No crees que es demasiado pronto? No tienes nada que ofrecerle a esa chica —expresa con seriedad, pero sin usar un tono brusco en su voz. —. Tú mismo dijiste que ella es de familia adinerada, no tienes dinero, ¿Qué le darás?

Está embarazada, mamá, no creo que haya muchas opciones. —digo negando con la cabeza.

La expresión atónita de su rostro me pone nervioso, nunca antes la había visto tan afectada. Con excepción de ese día, en el que dieron el diagnóstico de la enfermedad de mi padre

—La amo, mamá. Y estoy dispuesto a todo por ella. —me adelanto a hablar.

Ella parpadea varias veces, sus ojos están cristalizados y sé que sólo se contiene para no romper en llanto al momento de asentir con la cabeza, dándome la razón.

—Te prometí que cuando apareciera la mujer correcta, te apoyaría. ¿Verdad? —dice sonriendo con un poco de tristeza.

Asiento con la cabeza como respuesta.

—Oh, hijo mío. —murmura mientras se gira hacia el umbral para salir de la sala de estar y dirigirse a su habitación.

Paso mi mano por mi cabello en un gesto desesperado mientras observo a mi alrededor, pensando en lo que nos deparará el futuro.

—Derek... —La voz de mi madre me saca de mis pensamientos trayéndome de nuevo a la realidad. —. Dale éste anillo. —me extiende una pequeña caja negra con decoraciones doradas. —. Recuerdo cuando tu padre, Dios lo tenga en su santa gloria, me lo dio. Juré que lo pasaría a mis hijos. —dice sonriendo con nostalgia.




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