Hasta que nos volvamos a encontrar

CAPÍTULO 1

Julio del año 2013

_Les juro que ya no la aguanto. Han sido demasiados años de abusos y malos tratos. La maldita sinvergüenza no solo ha robado nuestro dinero dándose la gran vida, sino que también cree que seremos sus sirvientas por el resto de nuestra existencia_ dije con indignación mientras echaba la ropa sucia en la lavadora.

_Y no creas que la cosa mejorará cuando tu te hayas ido, Faith. Te aseguro que Charity y yo no solo seguiremos haciendo nuestras propias labores sino que tendremos que ocuparnos de las tuyas también. Y no es que me esté quejando de ello, sé que es por un bien mayor. Es solo que…. me hubiese gustado que las cosas fueran diferentes para nosotras. Que no tuviéramos que separarnos_ dijo Grace al tiempo que planchaba y Charity preparaba la cena.

_Lo sé chicas. O nos vamos las tres a vivir debajo de un puente como marginales sin nada que comer ni un techo que nos cubra o me voy a Japón y me convierto en Herbolaria para trabajar y ganar lo suficiente y así sacarlas de aquí. No tenemos otra opción_.

_Ok, ok, ya lo entendimos. No te sulfures. Confiamos en que esa es la mejor decisión. Y estoy contenta a pesar de todo porque al menos una de las tres logrará alejarse de esta tóxica casa. Solo te pido una cosa, Faith…..prométenos que volverás por nosotras pase lo que pase_.

_Se los prometo chicas. Nada ni nadie me impedirá que vuelva por ustedes._ les dije con absoluta determinación.

_Más te vale, Rojita_ me dijo Charity con lágrimas en sus ojos ante la proximidad de mi partida.

_No te fallaré, Azulita_ le dije y se lanzó a mis brazos a llorar contagiándonos a Grace y a mí.

_No se vale. Yo no tengo ningún apodo. Todo porque mi cabello es simplemente marrón_ dijo Grace tratando de distender el ambiente.

_Entonces te llamaremos “Marroncita”_ añadí secándome las lágrimas..

_¡¡Nooooo!!, se me hace similar a “marrano”. Mejor lo dejamos solo en Grace, ¿ok?_ las tres reímos a carcajadas pero a sabiendas que solo era para disimular la tristeza que en ese momento se estaba apoderando de nuestras emociones.

 

El mismo día que cumplí 18 años tomé todas las alcancías que escondí estratégicamente para que tía Evangeline no me las quitara y se quedara con todo nuestro dinero, y partimos las tres a abrir una cuenta en el banco para depositarlo. Al fin, todas esas largas noches en vela realizando trabajos escolares ajenos por 10 años, rendirían sus frutos.

Cuando la cajera del banco me dio la cifra total de mi depósito no podía creer lo elevada que era para una joven como yo. Con esa suma no solo podía irme a Japón, sino que también realizar mi segundo sueño, estudiar Medicina tradicional japonesa y transformarme en una Herbolaria de renombre. Claro que eso no lo haría en ninguna universidad. No me alcanzaba para tanto, pero al menos aprendería del mejor.

Con tesón y perseverancia logré que Takashi Minoru, el sucesor de la famosa Farmacia Ikedaya Yasubei Shoten en Toyama, fuera mi mentor. No fue para nada fácil. Se negaba a traspasar sus conocimientos a una mujer tan joven y además extranjera. Requirió meses de espera y cientos de llamadas rogándole que me enseñara hasta que un día aceptó por cansancio. Es que puedo ser muy persistente si me lo propongo.

Mi primer sueño, en cambio, hubiera sido estudiar Astronomía como mi ídolo, Galileo Galilei. El universo con sus galaxias, agujeros negros, planetas, satélites, cometas y millones de estrellas han sido mi pasión desde muy pequeña. Recuerdo con cariño el tiempo en que me aislaba de todo el dolor y amargura que pesaba sobre nosotras simplemente mirando el firmamento. Cada vez que tía Evangeline me castigaba, generalmente de manera injusta, lo hacía enviándome a oscuras al ático. En él solo había una pequeña ventana circular que me permitía mirar hacia el cielo estrellado. Como los castigos tenía que cumplirlos de noche para que causaran el efecto aterrador que ella esperaba, mirar por aquella ventana era la escapatoria perfecta para no morir de miedo. Admirar la belleza del universo era lo único que mantenía mi mente alejada de los fantasmas imaginarios que yo creía que habitaban ese tétrico lugar. Gracias a los cuerpos celestes que flotaban sobre mi no perdí la cordura porque me ayudaban a alejar mis pensamientos hacia lugares fantásticos en donde inventaba mis propias historias llenas de luz.

Quería ser tan inteligente como Galileo e inventar mi propio telescopio. Cierto día hubo una fuga de agua y tía Evangeline se vio en la obligación de llamar a un plomero. Mientras el hombre cambiaba las cañerías dañadas, yo recogía los materiales sobrantes a escondidas para luego llevar a cabo mi proyecto. Tomé el tubo de PVC dañado, corté la parte mala y me quedó del porte justo que necesitaba para mi telescopio. Luego le pegué en ambos extremos dos lupas y lo pinté de hermosos colores. Una vez que lo terminé, corrí al ático durante el día y lo escondí detrás de un baúl antiguo para que tía Evangeline no lo encontrara y lo botara al basurero. Después de eso, las noches en ese lugar fueron increíbles. Es cierto que debía aguantarme los golpes que me daba por defender a mis hermanas, pero todo el dolor quedaba atrás cuando podía mirar a través de ese pequeño e insignificante telescopio.

Lamentablemente el dinero que ahorré jamás sería suficiente para estudiar Astronomía.

Lejos de angustiarme, decidí ir tras mi segundo sueño, la Medicina Tradicional Japonesa. Quería convertirme en alguien que fuera capaz de curar a otros, de sanar sus dolencias de maneras más accesibles para los muchos que no tienen el dinero para acceder a la medicina convencional. Personalmente, creo que la medicina tradicional en base a lo que la naturaleza nos brinda, es mucho mejor. Y escogí Japón para ello, porque esa era la ascendencia de mi madre. Nuestro bisabuelo era japonés y llegó a Estados unidos tras la segunda guerra mundial. Y aunque vivió aquí el resto de sus días, nunca dejó de sentirse japonés en su corazón. Amaba a su país y ese amor lo inculcó en sus hijos y nietos. Nosotros no conocimos a nuestra madre, pero el saber que ella también amaba Japón con todo su corazón, hizo que nosotras tres también llegáramos a amar nuestras lejanas raíces en diferentes facetas. Grace por ejemplo, ama las artes marciales, en especial el Kendo. Charity por su lado, ama la comida japonesa y cuando puede, la prepara para nosotras. Y por último yo, que me fascina la pasión con que los japoneses acuden a la madre naturaleza para sanarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.