Hasta que nos volvamos a encontrar

CAPÍTULO 6

Estaba de camino al mercado para comprar hierbas. Aun había muchas que me hacían falta para preparar los diferentes medicamentos que debía tener a mano en caso de necesitarlo. Afortunadamente, el mercado era bastante grande y bien surtido. Yoriko me había enseñado a manejar dinero así que no fue necesario que me acompañara. Era mi primera vez yendo de compras y estaba emocionada por ver cómo era el ambiente comercial de la época. Eso hasta que Míster Músculo apareció detrás de mí otra vez.

_Te extrañaba, hechicera_ me susurró al oído haciendo que se me pusiera la piel de gallina.

_Lástima que yo a ti no_ le respondí toda altanera sin dejar de caminar ni mirar los productos.

_Estás hermosa el día de hoy. Es una pena que no muestres tu cabellera roja_  

Había aprendido de mi experiencia en Yamato que era mejor cubrir mi cabeza para evitar que la gente me mirara con desdén o rareza.

_¿No tienes nada mejor que hacer que estar importunándome con tu presencia?_ le dije con enfado mientras seguía comprando lo que necesitaba.

_No. Lo mejor que puedo hacer es caminar a tu lado y disfrutar de tu afilada lengua, lista para atacarme_ parecía estar gozando del momento.

_Cualquiera diría que eres tonto si te gusta escuchar el rechazo de una mujer_ .

_Dime, hechicera…¿de dónde vienes?_ se colocó enfrente de mí, cortándome el paso, y me preguntó entrecerrando los ojos.

_No tengo por qué contestarte. Es más, no tengo ni siquiera por qué dirigirte la palabra. No te conozco ni me interesa hacerlo y tampoco me interesa que tú me conozcas a mí_ le dije tratando de contener mi ira y agotando la poca paciencia que me quedaba. Y es que si no actuaba de esa forma, ese hombre acabaría por colarse en todos mis pensamientos como lo había estado haciendo desde que lo conocí, y eso no podía permitirlo.

_Ah, pero a mí sí me interesa conocerte. Quiero saber todo de ti. Tu nombre, de dónde eres, qué es lo que buscas….eres un misterio y haré hasta lo imposible para descubrir lo que escondes_.

Decidí dar por terminada mi incursión por el mercado y me fui directo a casa ignorando la presencia del sensual hombre que insistía en caminar a mi lado. Cuando nos alejamos un poco de la gente, me tomó por el brazo y me arrastró por entremedio de unas angostas callejuelas lejos de la vista de las personas.

_¡Suéltame, me haces daño!_ le grité.

Sin soltarme el brazo, se acercó más a mí, como si se pudiera más todavía, y me empujó lentamente hacia una pared. Me encerró entre ella y sus fuertes y musculosos brazos y colocó su boca a solo milímetros de mi cuello. Yo quedé rígida, sobre todo al sentir su cálida respiración sobre mí.

_¿Qué me has hecho, mi hechicera?_ susurró.

_Que no soy una hechicera ni tampoco soy tuya_ le respondí con la voz entrecortada y temblorosa mientras aspiraba su aroma a madera y bergamota mezclado con un suave rastro de vino_.

_No, pero lo serás. Tarde o temprano serás mi mujer, hechicera_.

Buscó mi mirada y sin dejarme responder a su absurda afirmación, se apoderó violentamente de mi boca. Sus suaves y carnosos labios me besaron como nunca antes nadie me besó. Colocó una de sus manos en mi nuca para evitar que me alejara mientras me besaba y con su otra mano posicionada en mi espalda, me mantenía aprisionada contra su pecho.

Al principio presenté una dura y fiera batalla. Buscaba desesperadamente alejarme de él y abofetearlo por su osadía, pero al cabo de unos segundos, tan solo me rendí a sus besos y caricias. De repente me vi enlazando mis propios brazos fuertemente alrededor de su cuello. El beso se hizo cada vez más demandante pero a la vez tierno. Solo la falta de aire hizo que nos separáramos.

_Qué hechizo has lanzado contra mí que me tienes vuelto loco. Si no te veo, me desespero. Te busco por las calles y ansío encontrarme contigo para perderme en tus hermosos ojos ambarinos y tu cabello rojo como el fuego. Anhelo escuchar tu voz aunque sea solo para oír tu mordaz lengua atacándome con cada palabra que sale de tu embriagante boca_.

Mi cabeza daba vueltas y mi corazón latía desenfrenadamente contra mi pecho. Me faltaba el aire y las palabras no salían de mí. Me zafé de su agarre y empecé a caminar sin saber muy bien hacia donde estaba la casa de Taro-san. Solo me dejé llevar por mis pies, que al parecer fueron los primeros en reaccionar……aunque lentamente.

Retomé la calle principal mientras él me seguía detrás, insistiéndome en que le dijera mi nombre. No estaba dispuesta a hacerlo. No quería que existiera un lazo íntimo entre nosotros cuando se notaba de lejos que ese hombre solo buscaba saciar su curiosidad por mí. Si le permitía acercarse más, caería rendida ante él y una vez que consiguiera lo que buscaba, me dejaría para ir en busca de otra. Además, con los sucesos extraordinarios que habían pasado en mi vida hacía tan poco, mi mente no estaba para enfrascarse en ninguna relación. Sin embargo, toda la protección que me había empeñado en colocar al misterio de mi nombre, quedó completamente destruida cuando Yoriko apareció.

_¡¡Sakura-san!!_ me gritó cuando me vio. Al instante me giré a ver si mi sexy acosador había escuchado mi nombre, solo para ver en su rostro una burlona sonrisa que decía a todas luces que él se había salido con la suya. Ahora ya sabía cómo me llamaba.




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