Hasta que nos volvamos a encontrar

CAPÍTULO 8

Llegó el día de nuestra primera cita oficial. Estaba algo nerviosa porque me sometería a un largo interrogatorio por parte de Daiki. Él tampoco escaparía del mío. Había muchas cosas que quería saber acerca de él y estaba ansiosa por escuchar su historia.

_Te ves radiante el día de hoy, Sakura_ me dijo esbozando una enorme sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura, blanca como la nieve.

_Y tú no lo haces nada de mal, Daiki_ le dije levantando mis cejas sorprendida de ver lo apuesto que se veía.

Nos sentamos a la orilla de un riachuelo y tendimos ante nosotros una manta y algunas cosas para comer como si de un picnic se tratara. Yo había llevado unos dátiles, unas piezas de pan y un trozo de queso. Daiki llevó una botella de sake para celebrar el estar juntos por primera vez como una pareja de novios. Él apoyó su espalda contra el tronco del árbol en donde nos situamos y yo me senté delante de él con mi propia espalda apoyada en su pecho mientras Daiki me abrazaba por la cintura.

_En símbolo de mi respeto a tu calidad de doncella, te otorgo la oportunidad de ser la primera en iniciar las preguntas. Soy todo tuyo. Siéntete libre de preguntar lo que sea. Prometo ser completamente honesto contigo_ me dijo mientras besaba mi rojo cabello, que solo frente a él no cubría.

_Bien….déjame pensar….. Partamos por tu nombre completo_.

_Daiki Himura, aunque en realidad sé que ese no es mi verdadero apellido. Era el apellido de la mujer que me crio. A mis padres no los conocí. De hecho ni siquiera sé si viven o no. Mi madre adoptiva, Saiko-san, nunca me quiso decir nada de mi verdadera familia ni por qué fui a parar a sus brazos siendo un bebé. No supe siquiera si fui hijo único o tuve más hermanos. Ese fue un secreto que ella se llevó a la tumba. Yo solo aprendí a vivir con ello_.

_¿Dónde creciste?_.

_En la provincia de Inaba, cerca de la ciudad de Tottori. Saiko-san era la partera de la ciudad, pero nosotros vivíamos alejada de ella, en la costa de Uradome. Teníamos una casita cerca de la playa y Saiko-san me enseñó desde pequeño a pescar para tener qué comer. Éramos pobres, pero nunca nos faltó alimento a pesar de que la difícil situación por la que había pasado la ciudad. Un poco antes de que yo naciera había sufrido un largo asedio a manos de Toyotomi Hideyoshi y el castillo del lugar sucumbió ante sus fuerzas. A la ciudad y sus alrededores le costó recuperarse, pero de a poco todo volvió a su sitio. Recuerdo con cariño las veces que me escapaba para bucear en el mar, en sus turquesas y transparentes aguas. También me escapaba para visitar las dunas que estaban a unos cuantos kilómetros de mi hogar, y si me daba el tiempo, en primavera solía visitar los cerezos en flor que adornaban el castillo. Cuando te vi por primera vez, la imagen de esos cerezos se vino a mi mente ya que tienes el color de sus frutos en tu cabello_.

_Una vez hubo alguien que me dijo lo mismo_ sonreí al acordarme de Minoru-sama. _¿Qué me puedes contar de lo que haces? ¿A qué te dedicas?_.

_Soy un Ronin, mi vida_ un cosquilleo se apoderó de mi cuerpo cuando me llamó de esa manera_.

_¿Un Ronin? ¿Qué es un Ronin?_ pregunté con interés, aunque podía imaginar su cara de asombro tras de mí por no saber de lo que él me estaba hablando.

_Un Ronin es un Samurai sin amo, ya sea porque éste haya muerto en batalla, porque perdió su estatus como tal o porque simplemente optó voluntariamente por serlo….como yo. No crecí con una figura paterna que me enseñara a ser un samurai. Tampoco pertenecí a ningún clan con el cual identificarme. Saiko-san murió cuando yo tenía 14 años, así que lo único que podía hacer para sobrevivir, era dedicarme a aprender a luchar y ganarme la vida como un espadachín. Abandoné Uradome y recorrí muchos lugares buscando aprender el uso de diferentes armas y me hice diestro en muchas de ellas, siendo mi preferidas, la Katana y el Bokken. A medida que iba creciendo, fui participando en diferentes encuentros, concursos y duelos para probarme a mi mismo lo hábil que era y así superarme con cada enfrentamiento. Obtenía ganancias por ello, que me permitían sobrevivir hasta un nuevo duelo o pelea. Trabajé muchas veces de guardaespaldas, mercenario, pirata e incluso algunas veces robé para tener qué comer. Mi existencia fue la de un vagabundo sin escrúpulos. No me jacto con orgullo de eso, pero fue gracias a ese estilo de vida que llegué a conocerte_.

_¿Me quieres decir que hasta ahora mismo has sido un vagabundo que no tiene ni siquiera un lugar donde dormir, que has estado en esta ciudad solo por mí y que no es aquí donde realmente vives?_ me giré para increparlo con una mirada toda ceñuda ante tal disparate.

_En realidad, por ahora….._ dijo abriendo sus brazos y señalando el entorno del bosque _ es aquí donde vivo_.

_¡¿En el bosque?!_ dije con horror_ él asintió. _ ¡Madre mía!

_Aunque Saiko-san asumió la responsabilidad de criarme, para ella solo fui eso…una responsabilidad, autoimpuesta o no, no lo sé. Nunca fue capaz de darme amor y por ende tampoco un lugar al cual llamar hogar. Sin embargo ahora, después de años de llevar una vida errante, quiero ser capaz de formar un hogar, mi propio hogar….contigo. Sé que no poseo nada. De hecho tan solo tengo unas pocas vestimentas, mis dos armas y unas cuantas monedas en mis bolsillos; pero si me aceptas como tu esposo, juro nunca hacerte pasar ninguna necesidad. Abandonaré mi vida como Ronin, trabajaré sin cansancio para darte todo lo que mereces y me dedicaré a amarte a ti y a nuestros hijos por el resto de vida que me quede_ me dijo ofreciéndome una promesa de duración eterna que no hizo más que emocionar a mi tórrido corazón.




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